Dios miró a la tierra, y vio que estaba corrompida, porque todo mortal había corrompido su camino sobre ella.
Salmos 12:1 - Biblia Martin Nieto Al maestro de coro. En octava. Salmo de David Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos; Porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres. Biblia Nueva Traducción Viviente ¡Auxilio, oh Señor, porque los justos desaparecen con rapidez! ¡Los fieles se han esfumado de la tierra! Biblia Católica (Latinoamericana) Interviene, Señor, porque ya no hay hombres buenos ni se encuentran ya hombres leales. La Biblia Textual 3a Edicion Al director del coro. En sheminit.° Salmo de David. ¡Salva, oh YHVH, porque se están acabando los piadosos! Porque han desaparecido los leales entre los hijos del hombre. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Del director, con el octacordio. Salmo. De David. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Al Músico principal: sobre Seminit: Salmo de David Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos; porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres. |
Dios miró a la tierra, y vio que estaba corrompida, porque todo mortal había corrompido su camino sobre ella.
Matatías, Eliflehú, Micneyas, Obededón, Yejiel y Azazías tocaban cítaras a la octava;
No temo a los hombres sin cuento que por doquier se apostan contra mí.
Al maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. En octava. Salmo de David
Muchos hombres se proclaman hombres de bien, pero un hombre fiel, ¿quién lo encontrará?
Si el Señor todopoderoso no nos hubiera dejado un residuo, seríamos como Sodoma, iguales a Gomorra.
Perece el justo, y nadie se preocupa por ello. Los hombres piadosos son arrebatados, y nadie advierte que a causa del mal es arrebatado el justo
Ninguno acusa con justicia, nadie litiga con honradez; se confía en la nada, se habla falsedad, maldad se concibe y se engendra desgracia.
Miré a mi alrededor, y no había ayuda; me sorprendí al no encontrar apoyo. Entonces mi brazo me salvó y mi furor me sostuvo.
Recorred las calles de Jerusalén, mirad, informaos bien, buscad por sus plazas, a ver si encontráis un hombre, uno solo que practique la justicia, que busque la verdad, y yo perdonaré a esta ciudad.
Pero, al ver la fuerza del viento, se asustó y, como empezaba a hundirse, gritó: '¡Sálvame, Señor!'.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, diciendo: '¡Señor, sálvanos, que perecemos!'.