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Job 2:13 - Biblia Martin Nieto

Luego se sentaron en el suelo junto a él, y estuvieron así siete días y siete noches sin dirigirle ninguno la palabra, porque veían que su dolor era muy grande.

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Biblia Reina Valera 1960

Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Entonces, durante siete días y siete noches, se sentaron en el suelo junto a Job, y ninguno le decía nada porque veían que su sufrimiento era demasiado grande para expresarlo con palabras.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Luego, permanecieron sentados en tierra junto a él siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que su dolor era muy grande.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Y estuvieron sentados con él en el suelo durante siete días con sus siete noches, no hablándole palabra, por cuanto veían que su mal era muy grande.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Siete días y siete noches permanecieron sentados junto a él sin proferir palabra, pues comprendían cuán inmenso era su dolor.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande.

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Job 2:13
12 Tagairtí Cros  

y llamó a la luz día, y a las tinieblas noche. Hubo así tarde y mañana: día primero.


Dios llamó al firmamento cielo. Hubo tarde y mañana: día segundo.


Cuando llegaron a la era de Atad, al otro lado del Jordán, hicieron grandes y solemnes funerales; y José guardó por su padre un luto de siete días.


Al oír esto, rasgué mis vestiduras y mi manto, me rasuré los pelos de la cabeza y la barba y me senté abrumado.


Al oír estas palabras, yo me senté y me puse a llorar. Permanecí en duelo algunos días, ayunando y orando ante el rey del cielo.


Por fin Job abrió su boca y maldijo el día de su nacimiento.


Si se intentara hablarte, ¿te impacientarías? Pero ¿quién puede contener la palabra?


me acuerdo de Dios, y me pongo a llorar; me pongo a meditar, y me siento desfallecer;


Llanto y lamento habrá en tus puertas, y yacerás desolada en el polvo.


¡Baja, siéntate en el polvo, virgen, hija de Babilonia! Siéntate en tierra, destronada, hija de los caldeos. Pues no se te llamará más la dulce, la exquisita.


En tierra están sentados y enmudecen los ancianos de la hija de Sión; han esparcido ceniza en su cabeza, se han vestido de sayal; doblegan su cabeza hasta la tierra las doncellas de Jerusalén.


Llegué a Tel-Abib, junto a los deportados que habitaban a lo largo del río Quebar, allí donde ellos habitaban, y permanecí como aturdido siete días en medio de ellos.