Mi casa es estable junto a Dios, porque hizo conmigo un pacto eterno, bien reglamentado y garantizado en todo. Él hace que broten mis triunfos y que se cumplan mis deseos.
Isaías 26:8 - Biblia Martin Nieto Sí, en el camino de tus juicios esperamos en ti, Señor; tu nombre y tu memoria son el anhelo del alma. Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 También en el camino de tus juicios, oh Jehová, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma. Biblia Nueva Traducción Viviente Señor, mostramos nuestra confianza en ti al obedecer tus leyes; el deseo de nuestro corazón es glorificar tu nombre. Biblia Católica (Latinoamericana) ¡Ah, Yavé!, tú sabes que sólo buscamos el camino de tus preceptos.
Tu nombre y tu memoria son el anhelo del alma. La Biblia Textual 3a Edicion Oh YHVH, en la senda de tus juicios te esperamos, Tu Nombre y tu memoria son el anhelo del alma. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Sí, en la vereda de tus juicios te esperamos, Yahveh; tu nombre y tu recuerdo son el anhelo del alma. Biblia Reina Valera Gómez (2023) También en el camino de tus juicios, oh Jehová, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma. |
Mi casa es estable junto a Dios, porque hizo conmigo un pacto eterno, bien reglamentado y garantizado en todo. Él hace que broten mis triunfos y que se cumplan mis deseos.
Dichosos los que guardan el derecho y en todo tiempo practican la justicia.
todas sus leyes han estado ante mí y no aparté de mí sus mandamientos,
Como la cierva busca corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío;
Tu justicia nos responde con prodigios, oh Dios, salvador nuestro, esperanza de los confines de la tierra y los mares lejanos;
¿A quién tengo yo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, no me gusta ya la tierra.
Y continuó: 'Dirás así a los israelitas: El Señor, Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es mi nombre para siempre, éste mi recuerdo por todos los siglos'.
Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, si encontráis a mi amor, ¿qué le vais a decir? Que enferma estoy de amor. Coro:
Y diréis aquel día: Dad gracias al Señor, invocad su nombre, proclamad sus proezas entre las naciones, repetid que su nombre es sublime.
También desde oriente glorifican al Señor; en las islas del mar, el nombre del Señor, Dios de Israel.
Señor, tú eres mi Dios; yo te ensalzo y bendigo tu nombre, porque has realizado los designios maravillosos concebidos desde antiguo, firmes y seguros.
Aquel día se dirá: Éste es nuestro Dios, de quien esperamos que nos salve; éste es el Señor, en quien esperamos. Alegrémonos, gocémonos, porque nos ha salvado.
Señor, Dios nuestro, otros señores nos han subyugado; pero nosotros sólo te reconocemos a ti e invocamos tu nombre.
Pero el Señor espera la hora de otorgaros su gracia; por eso se levanta para apiadarse de vosotros, porque el Señor es un Dios de justicia; felices los que en él esperan.
¡Señor, ten piedad de nosotros, que esperamos en ti! Sé nuestra fuerza a la mañana, nuestra salud en tiempo de aflicción.
Reyes tendrán por ayos y princesas por nodrizas; rostro en tierra se prosternarán ante ti y lamerán el polvo de tus pies. Y sabrás que yo soy el Señor, que los que en mí esperan jamás son defraudados.
Estad atentos, pueblos; naciones, prestadme oídos, porque de mí viene la ley, y mi derecho será la luz de los pueblos.
Esto dice el Señor: Guardad el derecho, practicad la justicia, porque mi salvación está para llegar y mi justicia para manifestarse.
Porque todos los pueblos caminan cada uno en nombre de su dios; pero nosotros caminaremos en el nombre del Señor, nuestro Dios, para siempre jamás.
Pero yo clavo mis ojos en el Señor; yo espero en Dios, mi salvador; mi Dios me escuchará.
Éstos son los mandamientos y leyes que el Señor dio a los israelitas por medio de Moisés en los Llanos de Moab, junto al Jordán, a la altura de Jericó.
Ambos eran justos ante Dios, pues guardaban irreprochablemente todos los mandamientos y preceptos del Señor.
Una vez que estaba comiendo con ellos les mandó que no saliesen de Jerusalén, sino que aguardasen la promesa del Padre, de la que os hablé;
Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia de Cristo.