Al resplandor de su presencia, se encienden carbones de fuego.
Por el resplandor de su presencia se encendieron carbones ardientes.
Un gran resplandor brilló alrededor de él, y carbones encendidos se dispararon.
Un resplandor iba delante de él, brasas ardientes lo alumbraban.
Al fulgor de su presencia se encendieron las centellas;
Al fulgor de su presencia, se transforman las nubes en granizo y brasas encendidas.
El Señor tronó desde los cielos, el altísimo hizo sonar su voz.
Una humareda subía de sus narices y de su boca un fuego destructor; de él salían carbones encendidos.
Y la gloria del Señor aparecía a la vista de los israelitas como un fuego devorador sobre la cima de la montaña.