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Isaías 6:5 - Biblia Traducción en Lenguaje Actual

5 Entonces exclamé: «¡Ahora sí voy a morir! Porque yo, que soy un hombre pecador y vivo en medio de un pueblo pecador, he visto al rey del universo, al Dios todopoderoso».

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Biblia Reina Valera 1960

5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

5 Entonces dije: «¡Todo se ha acabado para mí! Estoy condenado, porque soy un pecador. Tengo labios impuros, y vivo en medio de un pueblo de labios impuros; sin embargo, he visto al Rey, el Señor de los Ejércitos Celestiales».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

5 ¡Ay de mí, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros y vivo entre un pueblo de labios impuros, y mis ojos han visto al rey, Yavé de los Ejércitos!

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La Biblia Textual 3a Edicion

5 Entonces dije: ¡Ay de mí, muerto soy! ¡Yo, hombre de labios inmundos, que habito en medio de un pueblo de labios inmundos, he visto con mis ojos al Rey, a YHVH Sebaot!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 Yo dije: '¡Ay de mí! ¡Estoy perdido, pues soy hombre de labios impuros que vivo en un pueblo de labios impuros, y mis ojos han visto al rey, a Yahveh Sebaot!'.

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Isaías 6:5
33 Σταυροειδείς Αναφορές  

31 (32) Cuando el sol salió, Jacob se fue de Penuel, pero iba cojeando.


«¿Y quién es este Rey poderoso?» «¡Es el Dios de Israel, el Rey poderoso! ¡Él es el Dios del universo!»


Allí todos estos israelitas vieron al Dios de Israel, y comieron y bebieron, pero Dios no les hizo ningún daño. Bajo los pies de Dios había algo tan brillante como el mismo cielo; ¡hasta parecía un piso de cristal azul!


Yo soy el Dios de tus antepasados; yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Al oír esto, Moisés no se atrevió a mirar a Dios y se tapó la cara.


Pero no podrás ver mi rostro, porque cualquiera que vea mi rostro morirá. Quédate junto a la roca que está a mi lado.


Sin embargo, Moisés le dijo a Dios: —¡Pero es que yo no sé hablar bien! Siempre que hablo, se me traba la lengua, y por eso nadie me hace caso. Este problema lo tengo desde niño.


Moisés contestó: —Si ni siquiera los israelitas me hicieron caso, mucho menos el rey. Además, soy muy torpe para hablar.


Pero Moisés respondió: —El rey de Egipto no va a hacerme caso, pues soy muy torpe para hablar.


Dios le dijo a Isaías: «Este pueblo dice que me ama, pero no me obedece; me rinde culto, pero no es sincero ni lo hace de corazón.


Isaías les dijo a los israelitas: «Ustedes verán a un rey en todo su esplendor; verán un país tan grande que parecerá no tener fronteras.


»Ustedes tienen las manos llenas de sangre por los crímenes que han cometido. Ustedes mienten y maldicen.


Aun nuestras mejores obras son como un trapo sucio; hemos caído como hojas secas, y nuestros pecados nos arrastran como el viento.


Le contesté: —Dios todopoderoso, yo no sé hablar en público, y todavía soy muy joven.


«Tú, Ezequiel, vives entre gente tan rebelde, que hasta cierra los ojos y se tapa los oídos para no verte ni oírte. Por eso quiero que salgas de tu casa a plena luz del día, cuando todos puedan verte, y finjas caminar como si te llevaran preso a otro país. No lleves contigo más de lo que puedas cargar; llévate solamente lo que se llevaría un prisionero. Esta gente es muy rebelde, pero espero que entienda el mensaje. »Por la tarde, haz un hueco en la muralla y pasa por ahí con tu equipaje, como para iniciar tu viaje al país donde quedarás prisionero. Y por la noche, échate al hombro lo que lleves en la mano y ponte en marcha. Tápate la cara para no ver el país. De este modo le darás una lección al pueblo de Israel».


Y así lo hacen: llegan, se sientan delante de ti, y te prestan atención. Para ellos, tú eres como un cantante de dulce voz, que sabe tocar bien su instrumento musical, y que le canta al amor. Les gusta mucho cómo hablas, pero les gusta más el dinero. Te oyen, pero no hacen lo que les dices.


»Mientras yo estaba orando por Jerusalén, y pidiendo perdón por mis pecados y los de mi pueblo,


Cuando escucho todo esto, me tiemblan los labios y todo el cuerpo; siento que mis huesos se desmoronan, y que el suelo se hunde bajo mis pies. Pero yo espero con paciencia el día en que castigarás a los que ahora nos atacan.


12-13 (27-28) pero los israelitas le dijeron a Moisés: «Si acercarse al santuario de Dios significa morirse, ¡entonces todos vamos a morir!»


Entonces Manoa le dijo a su esposa: —Vamos a morir, porque hemos visto a Dios.


En ese momento Gedeón se dio cuenta de que se trataba del ángel de Dios, y lleno de miedo exclamó: —Dios mío, de seguro moriré, pues he visto a tu ángel cara a cara.


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