¡De su grandioso trono salían nubes, granizos y carbones encendidos!
Por el resplandor de su presencia se encendieron carbones ardientes.
Un gran resplandor brilló alrededor de él, y carbones encendidos se dispararon.
Un resplandor iba delante de él, brasas ardientes lo alumbraban.
Al fulgor de su presencia se encendieron las centellas;
Al fulgor de su presencia, se transforman las nubes en granizo y brasas encendidas.
»De pronto, en el cielo se oyó una voz de trueno: ¡era la voz del Dios altísimo que se dejó escuchar entre granizos y carbones encendidos!
Echaba humo por la nariz, arrojaba fuego por la boca, lanzaba carbones encendidos.