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Lucas 4 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Lucas 4

1 Ahora bien, Jesús, lleno de espíritu santo, se apartó del Jordán, y el espíritu lo condujo por aquí y por allá en el desierto

2 por cuarenta días, mientras lo tentaba el Diablo. Además, no comió nada en aquellos días, y por eso, cuando estos hubieron concluido, tuvo hambre.

3 Entonces el Diablo le dijo: “Si eres hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”.

4 Pero Jesús le respondió: “Está escrito: ‘No de pan solamente debe vivir el hombre’”.

5 De modo que lo llevó hacia arriba y le mostró todos los reinos de la tierra habitada en un instante de tiempo;

6 y el Diablo le dijo: “Te daré toda esta autoridad y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada, y a quien yo quiera se la doy.

7 Por eso, si tú haces un acto de adoración delante de mí, todo será tuyo”.

8 Respondiendo, Jesús le dijo: “Está escrito: ‘Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado’”.

9 Entonces lo condujo a Jerusalén y lo apostó sobre el almenaje del templo y le dijo: “Si eres hijo de Dios, échate abajo desde aquí;

10 porque está escrito: ‘A sus ángeles dará encargo acerca de ti, que te conserven’,

11 y: ‘Te llevarán en sus manos, para que nunca des con tu pie contra una piedra’”.

12 Respondiendo, Jesús le dijo: “Dicho está: ‘No debes poner a prueba a Jehová tu Dios’”.

13 De modo que el Diablo, habiendo concluido toda la tentación, se retiró de él hasta otro tiempo conveniente.

14 Entonces Jesús volvió en el poder del espíritu a Galilea. Y su fama se extendió por toda la comarca.

15 También, enseñaba en las sinagogas de ellos, y era honrado por todos.

16 Y vino a Nazaret, donde había sido criado; y, según su costumbre en día de sábado, entró en la sinagoga, y se puso de pie para leer.

17 De modo que se le dio el rollo del profeta Isaías, y abrió el rollo y halló el lugar donde estaba escrito:

18 “El espíritu de Jehová está sobre mí, porque él me ungió para declarar buenas nuevas a los pobres, me envió para predicar una liberación a los cautivos y un recobro de vista a los ciegos, para despachar a los quebrantados con una liberación,

19 para predicar el año acepto de Jehová”.

20 Con eso enrolló el rollo, se lo devolvió al servidor, y se sentó; y los ojos de todos [los que estaban] en la sinagoga se fijaron atentamente en él.

21 Entonces comenzó a decirles: “Hoy se cumple esta escritura que acaban de oír”.

22 Y todos daban testimonio favorable acerca de él y se maravillaban de las palabras llenas de gracia que procedían de su boca, y decían: “Este es hijo de José, ¿verdad?”.

23 Entonces les dijo: “Sin duda me aplicarán esta ilustración: ‘Médico, cúrate a ti mismo; las cosas que oímos que sucedieron en Capernaum, hazlas también aquí en tu propio territorio’”.

24 Pero dijo: “En verdad les digo que ningún profeta es acepto en su propio territorio.

25 Por ejemplo, les digo en verdad: Había muchas viudas en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, de modo que vino una gran hambre sobre toda la tierra;

26 sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de aquellas [mujeres], sino únicamente a Sarepta en la tierra de Sidón, a una viuda.

27 También, había muchos leprosos en Israel en tiempo de Eliseo el profeta; sin embargo, ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el hombre de Siria”.

28 Entonces todos los que oyeron estas cosas en la sinagoga se llenaron de cólera;

29 y se levantaron y lo sacaron apresuradamente de la ciudad, y lo llevaron hasta la cumbre de la montaña sobre la cual había sido edificada la ciudad de ellos, para despeñarlo.

30 Mas él pasó por en medio de ellos y siguió su camino.

31 Y bajó a Capernaum, ciudad de Galilea. Y les enseñaba en día de sábado;

32 y estaban atónitos de su modo de enseñar, porque su habla tenía autoridad.

33 Ahora bien, en la sinagoga había un hombre con un espíritu, un demonio inmundo, y este gritó con voz fuerte:

34 “¡Ah! ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús, nazareno? ¿Viniste a destruirnos? Sé exactamente quién eres: el Santo de Dios”.

35 Pero Jesús lo reprendió, y dijo: “Calla, y sal de él”. Entonces, después de derribar al hombre en medio de ellos, el demonio salió de él sin hacerle daño.

36 Ante esto, todos quedaron pasmados, y conversaban unos con otros, y decían: “¿Qué clase de habla es esta, porque con autoridad y poder ordena a los espíritus inmundos, y salen?”.

37 De modo que las noticias respecto a él salían a todo rincón de la comarca.

38 Después de levantarse y salir de la sinagoga, él entró en casa de Simón. Ahora bien, la suegra de Simón estaba angustiada con una fiebre alta, y le hicieron petición a favor de ella.

39 De modo que se puso cerca de ella y reprendió la fiebre, y esta la dejó. Al instante ella se levantó y se puso a ministrarles.

40 Pero cuando estaba poniéndose el sol, todos los que tenían enfermos de diversas dolencias los trajeron a él. Poniendo las manos sobre cada uno de ellos, él los curaba.

41 Salían también demonios de muchos, clamando y diciendo: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero él, reprendiéndolos, no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo.

42 Sin embargo, cuando se hizo de día, salió y prosiguió a un lugar solitario. Pero las muchedumbres andaban buscándolo y llegaron hasta donde estaba, y trataron de detenerlo para que no se fuera de ellos.

43 Pero él les dijo: “También a otras ciudades tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado”.

44 Por consiguiente, iba predicando en las sinagogas de Judea.

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Lucas 4

Lucas 4 - Introducción

La tentación de Cristo. (1-13) Cristo en la sinagoga de Nazaret. (14-30) Él arroja un espíritu inmundo y cura a los enfermos. (31-44)

Lucas 4:1-13

1-13 El hecho de que Cristo fuera conducido al desierto dio una ventaja al tentador; porque allí estaba solo, no había nadie con él por cuyas oraciones y consejos pudiera ser ayudado en la hora de la tentación. Él, que conocía su propia fuerza, podía dar ventaja a Satanás; pero nosotros no podemos, que conocemos nuestra propia debilidad. Siendo en todo semejante a sus hermanos, Jesús viviría, como los demás hijos de Dios, en dependencia de la Providencia y de la promesa divina. La palabra de Dios es nuestra espada, y la fe en esa palabra es nuestro escudo. Dios tiene muchas maneras de proveer a su pueblo, y por lo tanto se debe depender de él en todo momento en el camino del deber. Todas las promesas de Satanás son engañosas; y si se le permite tener alguna influencia en la disposición de los reinos del mundo y en la gloria de los mismos, los utiliza como cebos para insnuar a los hombres a la destrucción. Debemos rechazar de inmediato y con aborrecimiento, toda oportunidad de ganancia o avance pecaminoso, como precio ofrecido por nuestras almas; debemos buscar las riquezas, los honores y la felicidad sólo en la adoración y el servicio a Dios. Cristo no adorará a Satanás; ni, cuando tenga los reinos del mundo entregados por su Padre, permitirá que continúe en ellos cualquier resto de adoración al diablo. Satanás también tentó a Jesús a ser su propio asesino, mediante una confianza impropia en la protección de su Padre, que no tenía justificación alguna. Que ningún abuso de la Escritura por parte de Satanás o de los hombres disminuya nuestra estima, ni nos haga abandonar su uso; sino que sigamos estudiándola, procurando conocerla y buscando nuestra defensa en toda clase de asaltos. Que esta palabra habite ricamente en nosotros, pues es nuestra vida. Nuestro victorioso Redentor venció, no sólo por él, sino también por nosotros. El diablo acabó con toda la tentación. Cristo le dejó probar toda su fuerza, y lo derrotó. Satanás vio que era inútil atacar a Cristo, que no tenía nada en él para que sus dardos ardientes se fijaran. Y si resistimos al diablo, huirá de nosotros. Sin embargo, se alejó hasta el momento en que iba a volver a soltarse sobre Jesús, no como tentador, para inducirlo a pecar y así golpear su cabeza, a lo cual ahora apuntaba y era totalmente derrotado; sino como perseguidor, para hacer sufrir a Cristo y así herir su calcañar, lo cual se le dijo que tendría que hacer, y lo haría, aunque fuera rompiendo su propia cabeza, Génesis 3:15. Aunque Satanás se vaya por una temporada, nunca estaremos fuera de su alcance hasta que sea retirado de este mundo malvado presente.

Lucas 4:14-30

14-30 Cristo enseñaba en sus sinagogas, sus lugares de culto público, donde se reunían para leer, exponer y aplicar la palabra, para orar y alabar. Todos los dones y gracias del Espíritu estaban sobre él y en él, sin medida. Por Cristo, los pecadores pueden ser liberados de las ataduras de la culpa, y por su Espíritu y gracia de la esclavitud de la corrupción. Vino por la palabra de su evangelio, para traer luz a los que estaban sentados en la oscuridad, y por el poder de su gracia, para dar vista a los que estaban ciegos. Y predicó el año agradable del Señor. Que los pecadores atiendan a la invitación del Salvador cuando se proclame así la libertad. El nombre de Cristo era maravilloso; en nada lo era más que en la palabra de su gracia, y el poder que la acompañaba. Bien podemos maravillarnos de que dijera tales palabras de gracia a unos desdichados como la humanidad. Algún prejuicio a menudo proporciona una objeción contra la doctrina humillante de la cruz; y mientras es la palabra de Dios la que despierta la enemistad de los hombres, ellos culparán la conducta o la manera del orador. La doctrina de la soberanía de Dios, su derecho a hacer su voluntad, provoca a los hombres orgullosos. No buscarán su favor a su manera; y se enojan cuando otros tienen los favores que ellos descuidan. Aún así, Jesús es rechazado por multitudes que escuchan el mismo mensaje de sus palabras. Mientras ellos lo crucifican de nuevo por sus pecados, que nosotros lo honremos como Hijo de Dios, Salvador de los hombres, y tratemos de demostrarlo con nuestra obediencia.

Lucas 4:31-44

31-44 La predicación de Cristo afectó mucho a la gente; y un poder de trabajo fue con ella a las conciencias de los hombres. Estos milagros mostraron que Cristo era un controlador y conquistador de Satanás, un sanador de enfermedades. Donde Cristo da una nueva vida, en la recuperación de la enfermedad, debe ser una nueva vida, gastada más que nunca en su servicio, para su gloria. Nuestra tarea debe ser difundir la fama de Cristo en todos los lugares, suplicarle en favor de los enfermos del cuerpo o de la mente, y usar nuestra influencia para llevar a los pecadores a él, para que sus manos sean puestas sobre ellos para su curación. Expulsó a los demonios de muchos poseídos. No fuimos enviados a este mundo para vivir sólo para nosotros, sino para glorificar a Dios y hacer el bien en nuestra generación. La gente lo buscaba y venía a él. Un desierto no es un desierto, si estamos con Cristo allí. Él continuará con nosotros, por medio de su palabra y su Espíritu, y extenderá las mismas bendiciones a otras naciones, hasta que, en toda la tierra, los siervos y adoradores de Satanás sean llevados a reconocerlo como el Cristo, el Hijo de Dios, y a encontrar la redención por medio de su sangre, incluso el perdón de los pecados.


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Traducción del Nuevo Mundo de los Testigos de Jehová

© 2014 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania, Inc. Todos los derechos reservados.

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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