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Deuteronomio 29 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Deuteronomio 29

Nuevo pacto de Dios con Israel

1 1-3 (28.69—29.2) Moisés terminó de dar a los israelitas todas las instrucciones del pacto que Dios había hecho con ellos en el monte Horeb. Entonces Dios le ordenó que hiciera un nuevo pacto con ellos en el país de Moab. Moisés los reunió y les dio las instrucciones del nuevo pacto. Les dijo: «Ustedes han sido testigos de las muchas maravillas que Dios hizo para castigar a los egipcios. Ustedes vieron cómo trató al rey de Egipto, a sus oficiales y a todo el pueblo.

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4 4 (3) Hasta ahora Dios no ha permitido que ustedes entiendan por qué hizo todo eso.

5 5-6 (4-5) Durante cuarenta años los ha guiado por el desierto, y nunca les ha faltado alimento. En todo ese tiempo no se les han gastado los zapatos ni la ropa, y esto lo ha hecho para que ustedes se den cuenta de que él es su Dios.

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7 7 (6) »Cuando veníamos hacia esta región, el rey de Hesbón y el rey de Basán nos salieron al paso y nos atacaron. Sin embargo, nosotros los derrotamos

8 8 (7) y les quitamos su territorio, para dárselo a las tribus de Rubén y Gad, y a la media tribu de Manasés.

9 9 (8) Por eso les pido que cumplan con todas las instrucciones de este pacto, y les irá bien en todo lo que hagan.

10 10 (9) »Todo Israel se encuentra hoy reunido aquí, delante de Dios. Aquí están los jefes de las tribus, los líderes, las autoridades, y hombres,

11 11 (10) mujeres y niños. También están aquí los extranjeros que les cortan la leña y les acarrean el agua.

12 12 (11) Están aquí para hacer un juramento. Van a comprometerse a cumplir con el pacto que hoy Dios hace con ustedes.

13 13 (12) Dios se compromete hoy a ser nuestro Dios, tal como se lo prometió a nuestros antepasados Abraham, Isaac y Jacob, y nosotros nos comprometemos a ser su pueblo.

14 14-15 (13-14) Pero este pacto no es solamente para nosotros. Dios se compromete también con todos nuestros descendientes.

15

La adoración de dioses falsos

16 16 (15) »Acuérdense de lo que vivimos en Egipto, y de cómo tuvimos que cruzar muchos países para llegar hasta aquí.

17 17 (16) Esa gente adora dioses falsos, y nosotros vimos sus imágenes de madera, piedra, oro y plata, ¡ídolos que Dios aborrece!

18 18 (17) Por eso les ruego que ninguno de ustedes, sea hombre o mujer, familia o tribu, deje a nuestro Dios para adorar a esos dioses falsos. Quienes lo hagan serán como plantas venenosas, que solo producen muerte.

19 19 (18) »Se equivoca quien escuche las instrucciones de este pacto y crea que nada le sucederá si desobedece. Esa persona será culpable de que Dios castigue a todo Israel,

20 20-21 (19-20) pero Dios no la perdonará; al contrario, hará que vengan sobre ella todas las maldiciones anunciadas en este libro, que sea separada de su tribu, y que muera hasta el último de sus descendientes. ¡Dios la castigará con furia!

21

22 22 (21) »Los israelitas que nazcan después, y los extranjeros que vengan de países lejanos, verán los terribles castigos y enfermedades que Dios enviará sobre nuestro país.

23 23 (22) Cuando miren nuestras tierras, no verán más que azufre, sal y tierra quemada. No podremos cultivar nuestros terrenos, pues la tierra no producirá nada, ni siquiera hierba. Será como ver la furiosa destrucción que Dios envió sobre Sodoma, Gomorra, Admá y Seboím.

24 24 (23) »Todo el mundo preguntará: “¿Por qué Dios castigó así a este país? ¿Qué lo hizo enojarse tanto?”

25 25 (24) Y no faltará quien responda: “Su Dios los libró de la esclavitud en Egipto, pero ellos no obedecieron las instrucciones del pacto que su Dios hizo con ellos.

26 26 (25) Al contrario, adoraron a dioses falsos que ni siquiera conocían, y que nunca hicieron nada por ellos.

27 27 (26) Por eso Dios se enojó con ellos y les envió todas las maldiciones anunciadas en este libro.

28 28 (27) Fue tal su enojo, que los expulsó de su país y los envió a los países donde ahora viven”.

29 29 (28) »Hay cosas que Dios mantiene en secreto, y que solo él conoce, pero a nosotros nos ha dado todos estos mandamientos, para que nosotros y nuestros descendientes los obedezcamos siempre».

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Deuteronomio 29

Deuteronomio 29 - Introducción

* Moisés recuerda las misericordias de Israel. (1-9) La ira divina sobre aquellos que se halagan en su maldad. (10-21) La ruina de la nación judía. (22-28) Las cosas secretas pertenecen a Dios. (29)

Deuteronomio 29:1-9

1-9 Tanto las misericordias pasadas como las misericordias frescas deben ser consideradas por nosotros como motivos para la obediencia. El oído que oye, el ojo que ve y el corazón que comprende son dones de Dios. Todos los que los tienen, los tienen de Él. Dios no solo da alimento y vestimenta, sino también riquezas y grandes posesiones, a muchos a quienes no da gracia. Muchos disfrutan de los dones sin tener corazones para percibir al Dador ni comprender el verdadero propósito y uso de los dones. Estamos obligados, por gratitud e interés, así como por deber y fidelidad, a guardar las palabras del pacto.

Deuteronomio 29:10-21

10-21 El pacto nacional hecho con Israel no solo tipificaba el pacto de gracia hecho con los verdaderos creyentes, sino que también representaba la dispensación externa del evangelio. Aquellos que han sido capacitados para consentir al nuevo pacto del Señor de misericordia y gracia en Jesucristo, y para entregarse a sí mismos como su pueblo, deberían aprovechar cada oportunidad para renovar su profesiَn abierta de relaciَn con Él y su obligaciَn hacia Él, como el Dios de la salvación, y caminar de acuerdo con ello. El pecador se describe como alguien cuyo corazón se aparta de su Dios; ahí comienza el problema, en el mal corazón de incredulidad, que inclina a los hombres a apartarse del Dios viviente hacia ídolos muertos. Incluso a este pecado, los hombres son tentados en la actualidad, cuando son desviados por sus propias pasiones y fantasías. Tales hombres son raíces que producen hielo y ajenjo. Son malas hierbas que, si se les deja, cubren todo el campo. Satanás puede disfrazar por un tiempo este amargo bocado, de modo que no tengas el sabor natural de él, pero en el último día, si no antes, se discernirá el verdadero sabor. Observa la seguridad del pecador en el pecado. Aunque escucha las palabras de la maldición, incluso entonces se cree a salvo de la ira de Dios. Casi no hay amenaza en todo el libro de Dios más temible que esta. ¡Ojalá los pecadores presumidos la leyeran y temblaran! porque es una declaración real de la ira de Dios contra la impiedad y la injusticia del hombre.

Deuteronomio 29:22-28

22-28 La idolatría sería la ruina de su nación. No es algo nuevo que Dios traiga juicios desoladores sobre un pueblo cercano a Él en profesión. Nunca lo hace sin una buena razón. Nos concierne buscar la razón para que podamos dar gloria a Dios y tomar advertencia para nosotros mismos. Así, la ley de Moisés deja a los pecadores bajo la maldición y arrancados de la tierra del Señor, pero la gracia de Cristo hacia los pecadores arrepentidos y creyentes los planta nuevamente en su tierra; y ya no serán arrancados, pues son guardados por el poder de Dios.

Deuteronomio 29:29

29 Moisés concluye su profecía sobre el rechazo de los judíos, justo como San Pablo concluye su discurso sobre el mismo tema, cuando comenzó a cumplirse, en Romanos 11:33. Se nos prohíbe indagar con curiosidad en los consejos secretos de Dios y determinar acerca de ellos. Pero se nos guía y anima a investigar diligentemente lo que Dios ha dado a conocer. Él no ha ocultado nada que sea provechoso para nosotros, sino solo aquello de lo cual es bueno que seamos ignorantes. El fin de toda revelación divina no es proporcionar temas curiosos de especulación y discurso, sino que podamos hacer todas las palabras de esta ley y ser bendecidos en nuestras acciones. Esto es lo que la Biblia revela claramente; más allá de esto, el hombre no puede avanzar de manera provechosa. Con esta luz, puede vivir y morir cómodamente y ser feliz para siempre.


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Scriptures marked as “TLA” are taken from the Traducción en lenguaje actual Copyright © Sociedades Bíblicas Unidas, 2000. Used by permission. United Bible Societies y www.labibliaweb.com

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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