2 Corintios 3 - Comentario Bíblico de Matthew Henry2 Corintios 3Una nueva forma de relacionarnos con Dios1 No decimos todo esto para hablar bien de nosotros mismos. Tampoco necesitamos presentarles cartas que hablen bien de nosotros, ni les pedimos que ustedes las escriban para que se las presentemos a otros. Algunos sí las necesitan, pero nosotros no. 2 Todos pueden ver claramente el bien que Cristo ha hecho en la vida de ustedes. Para que la gente hable bien de nosotros, solo tiene que fijarse en ustedes. Porque ustedes son como una carta que habla en favor nuestro. Cristo mismo la escribió en nuestro corazón, para que nosotros la presentemos. No la escribió en piedra, ni con tinta, sino que la escribió con el Espíritu del Dios vivo. Y esa carta está a la vista de todos los que la quieran leer. 4 Por medio de Cristo, Dios nos asegura que todo eso es cierto. 5 Pero nosotros no somos capaces de hacer algo por nosotros mismos; es Dios quien nos da la capacidad de hacerlo. 6 Ahora Dios nos ha preparado para que anunciemos a todos nuestro nuevo compromiso con él. Este nuevo compromiso no se apoya en la ley, sino en el Espíritu de Dios. Porque la ley condena a muerte al pecador, pero el Espíritu de Dios da vida. 7 Dios escribió la ley en tablas de piedra, y se la entregó a Moisés. Aquel momento fue tan grandioso, que la cara de Moisés resplandecía. Y el resplandor era tan fuerte que los israelitas no podían mirar a Moisés cara a cara. Sin embargo, ese brillo pronto iba a desaparecer. Si la entrega de esa ley fue tan grandiosa, el anuncio de la salvación será más grandioso todavía. Porque esa ley dice que merecemos morir por nuestros pecados. Pero gracias a lo que el Espíritu Santo hizo en nosotros, Dios nos declara inocentes. 10 ¡Y eso es mucho más grandioso que lo que hace la ley! 11 Y si fue gloriosa la ley que iba a desaparecer, mucho más gloriosa es la buena noticia que anuncia la salvación eterna. 12 Tan seguros estamos de todo esto, que no nos da miedo hablar. 13 No hacemos como Moisés, que se tapaba la cara con un velo para que los israelitas no vieran que el brillo de su cara se iba apagando. 14 Ellos nunca entendieron esto. Por eso hasta el día de hoy, cuando leen los libros de Moisés, no lo entienden. Es como si su entendimiento estuviera cubierto con un velo. Solo Cristo puede ayudarlos a entender. 16 Sin embargo, esto llega a comprenderlo el que se arrepiente y pide perdón al Señor. ¡Es como si le quitaran el velo a su entendimiento! 17 Porque el Señor y el Espíritu son uno mismo, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros no tenemos ningún velo que nos cubra la cara. Somos como un espejo que refleja la grandeza del Señor, quien cambia nuestra vida. Gracias a la acción de su Espíritu en nosotros, cada vez nos parecemos más a él. 2 Corintios 32 Corintios 3 - IntroducciónLa preferencia del evangelio a la ley dada por Moisés. (1-11) La predicación del apóstol fue adecuada a la excelencia y evidencia del evangelio, por el poder del Espíritu Santo. (12-18) 2 Corintios 3:1-111-11 Incluso la apariencia de autoelogio y de cortejar el aplauso humano, es dolorosa para la mente humilde y espiritual. Nada es más agradable para los ministros fieles, o más para su alabanza, que el éxito de su ministerio, como se muestra en los espíritus y las vidas de aquellos entre los que trabajan. La ley de Cristo estaba escrita en sus corazones, y el amor de Cristo se derramaba en ellos. No estaba escrita en tablas de piedra, como la ley de Dios dada a Moisés, sino en las tablas carnosas (no carnales, pues la carnosidad denota sensualidad) del corazón, Ezequiel 36:26. Sus corazones fueron humillados y ablandados para recibir esta impresión, por el nuevo poder creador del Espíritu Santo. Él atribuye toda la gloria a Dios. Y recuerda que, como toda nuestra dependencia es del Señor, toda la gloria le pertenece sólo a él. La letra mata: la letra de la ley es el ministerio de la muerte; y si descansamos sólo en la letra del evangelio, no seremos mejores por ello: pero el Espíritu Santo da vida espiritual, y vida eterna. La dispensación del Antiguo Testamento era el ministerio de la muerte, pero el Nuevo Testamento de la vida. La ley daba a conocer el pecado, la ira y la maldición de Dios; nos mostraba un Dios por encima de nosotros, y un Dios contra nosotros; pero el evangelio da a conocer la gracia, y a Emmanuel, Dios con nosotros. En él se revela la justicia de Dios por la fe; y esto nos muestra que el justo vivirá por su fe; esto da a conocer la gracia y la misericordia de Dios por medio de Jesucristo, para obtener el perdón de los pecados y la vida eterna. El evangelio supera tanto a la ley en gloria, que eclipsa la gloria de la dispensación legal. Pero incluso el Nuevo Testamento será una carta mortífera, si se muestra como un mero sistema o forma, y sin depender de Dios el Espíritu Santo, para darle un poder vivificador. 2 Corintios 3:12-1812-18 El deber de los ministros del Evangelio es utilizar una gran claridad en sus palabras. Los creyentes del Antiguo Testamento sólo tenían visiones turbias y pasajeras de ese glorioso Salvador, y los incrédulos no miraban más allá de la institución externa. Pero los grandes preceptos del Evangelio, creer, amar, obedecer, son verdades expuestas con la mayor claridad posible. Y toda la doctrina de Cristo crucificado se hace tan clara como el lenguaje humano puede hacerla. Los que vivían bajo la ley tenían un velo en sus corazones. Este velo es quitado por las doctrinas de la Biblia sobre Cristo. Cuando cualquier persona se convierte a Dios, entonces el velo de la ignorancia es quitado. La condición de los que disfrutan y creen en el evangelio es feliz, porque el corazón se libera para recorrer los caminos de los mandamientos de Dios. Tienen luz, y con el rostro abierto contemplan la gloria del Señor. Los cristianos deben valorar y mejorar estos privilegios. No debemos contentarnos sin conocer el poder transformador del evangelio, por la obra del Espíritu, que nos lleva a buscar ser como el temperamento y la tendencia del glorioso evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y a la unión con él. Contemplamos a Cristo, como en el cristal de su palabra; y como el reflejo de un espejo hace brillar el rostro, los rostros de los cristianos también brillan. |
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Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit