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Santiago 1 - Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

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Santiago 1

Salutación

1 Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.

La sabiduría que viene de Dios

2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,

3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.

4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.

5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.

7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.

8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

9 El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación;

10 pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba.

11 Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.

Soportando las pruebas

12 Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.

13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;

14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.

15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

16 Amados hermanos míos, no erréis.

17 Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.

18 Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.

Hacedores de la palabra

19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;

20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.

21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.

22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.

23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.

24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.

25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.

26 Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.

27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.

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Santiago 1

Saludos

Santiago comienza identificándose como autor y luego se dirige a los lectores. En cuanto a sí mismo, usa la simple designación de siervo de Dios y del Señor Jesucristo. Por supuesto, este es un título honroso lo que se comprueba en que Moisés es designado repetidamente como “Siervo del Señor” en Jos. y Apoc., así como también Jos. mismo en Jue. Pero al mismo tiempo es un título simple, que cualquier cristiano podría usar. Stg. va más allá del uso del AT al agregar y del Señor Jesucristo al título siervo de Dios. Esto muestra la tendencia de la iglesia primitiva de reconocer la igualdad de Cristo con Dios.

Los lectores son las doce tribus de la dispersión. Probablemente la expresión las doce tribus no significa que todos los lectores eran judíos, sino que Santiago pensaba en ellos como el pueblo de Dios, el verdadero Israel, fueran judíos o gentiles (así también Gál. 6:16; 1 Ped. 2:9). Los lectores estaban esparcidos tal como lo estaban los judíos du rante el exilio, lo que probablemente indica que no vivían en Tierra Santa. Sin embargo, la palabra dispersión tiene otro uso. 1 Ped. 1:1 usa el mismo término para indicar que, desde que llegaron a ser cristianos, sus lectores gentiles ya no estaban “en casa” en sus tierras natales, pues su verdadero hogar era el cielo.



Prueba. Los cristianos a los que se dirigía Stg. estaban enfrentando diversas pruebas. Estas no eran una persecución severa (y ciertamente no en fermedades, para las que se usan otros términos), sino más bien persecuciones de bajo nivel, tales como el rechazo social o el boicot económico. Eso ocurría simplemente porque eran cristianos. Aunque sus pruebas eran penosas Santiago llama a los cristianos a gozarse, no porque el dolor sea agradable, sino porque deberían tener una perspectiva que mirase más allá de la vida presente hacia la recompensa celestial. El sumo gozo no es una felicidad presente, sino anticipación del futuro de Dios.

La razón por la cual podían gozarse es que esta prueba de su fe produciría perseverancia o paciencia. La perseverancia es una importante virtud cristiana, mencionada a menudo por Jesús (Luc. 8:15; 21:19; cf. Mat. 10:22) y por Pablo (Rom. 5:3, 4; 8:25; 2 Cor. 6:4; 12:12). Para aquellos lectores que conocían su Biblia, como ciertamente era el caso de Santiago, la importancia de esta virtud se subraya por el hecho de que Abraham fue la primera persona de la Escritura en ser probada (Gén. 22:1) y Dios recompensó su fidelidad. Además, Job también fue probado por Satanás y, en las historias que circulaban en el judaísmo del primer siglo sobre Job, él era el ejemplo supremo de perseverancia. Seguramente, estos cristianos podían esperar una recompensa similar.

Sin embargo, la perseverancia en sí misma tiene un efecto. Es como mantener una fina espada de metal en el fuego hasta que esté templada. En este caso, la espada es el creyente, el fuego es la prueba y el temple es que los creyentes llegan a estar completos y cabales, no quedando atrás en nada (v. 4). El término gr. para completa también se traduce a menudo como “perfectos”. Esta es la virtud que Noé exhibió en Gén. 6:9. Esto es lo que Jesús qui so decir cuando llama a sus seguidores a ser “perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48). Indica un carácter como el de Dios. Este tipo de madurez se produce por afe rrarse firmemente a la fe y virtud cristianas durante el fuego de la persecución. Las impurezas del carácter serán quemadas. El resultado final no será sólo la madurez, sino la plenitud, lo que significa que no faltará nada en absoluto de un carácter semejante al de Dios. Si éste es el resultado final de las pruebas de los lectores, por difíciles que parezcan, ciertamente hay motivo para gozarse.

La estructura de estos versículos es la de una “cadena de dichos” (“a” produce “b”, que produce “c”, etc.). Debe haber sido un dicho tradicional en la iglesia porque encontramos versiones de ella en Rom. 5:3-6 y 1 Ped. 1:6, 7.



Oración. Pero ¿qué se supone que debe hacer una persona si no es perfecta y cabal? ¿Qué ocurre si uno teme fallar en la prueba? La respuesta de Pablo hubiera sido que deben vivir, o ser guiados, por el Espíritu (p. ej. Gál. 5:16-18, 25). La respuesta de Santiago es que deben pedir sabiduría a Dios, porque la sabiduría divina es el poder que él cree que contrarresta el mal en la vida humana. Tal oración no será inútil, pues Dios es un dador generoso. Tampoco está limitada su generosidad por algún espíritu crítico que exclame: “¿Qué? ¡Tú otra vez!, ¿qué has hecho con lo que te di la vez pasada?” Lejos de tener una actitud de ese tipo, Dios simplemente da a todos los que piden de él, vez tras vez.

Pero hay un requisito si hemos de recibir la sabiduría: el pedido debe fluir de la fe en Dios, o más bien de un compromiso con él. La “duda” sobre la cual advierte Santiago no es la de la persona que se pregunta si Dios contestará un pedido en particular, o la de un dudoso introspectivo luchando con la fe. Al contrario, es la de una persona de doble ánimo (DHH, “que hoy piensa una cosa y mañana otra”), frase que tiene un estrecho equivalente en los Sal. (Sal. 12:1, 2) y que es lo opuesto de confiar en Dios desde lo profundo del propio corazón (Deut. 6:5; 8:3). En otras palabras, este tipo de persona que du da es el de quien no se ha comprometido plenamente con Dios, sino que juega a estar seguro por medio de la oración. Su verdadero interés está en su progreso en este mundo, pero también quiere disfru tar de algunas bendiciones de Dios ahora e ir al cielo cuando muera. Santiago dice que tal persona no alcanzará la sabiduría. De hecho, no recibirá nada en absoluto de parte de Dios.



Riqueza. Después de hablar de una devoción plena a Dios y de gozarse en la prueba, Santiago pasa a un ejemplo de lo que es tal persona. El hermano de humilde condición es alentado a verse desde la perspectiva de Dios y gloriarse en su exaltación. El mundo considera a esta persona como pobre (el término “humilde” en heb. tiene el concepto de un pobre humilde u oprimido). Sin embargo, Dios ha declarado que son ricos. El punto de vista divino es más verdadero, de modo que la persona puede gozarse en esta realidad aun cuando sus circunstancias exteriores no hayan cambiado todavía.

En contraste, la persona rica debe gloriarse en su humillación. Probablemente, esto sea una afirmación irónica deliberada. El término rico (gr. plousios) en Stg. se usa sólo para los incrédulos. Santiago no conocía de algunos creyentes ricos (2:2; 4:13), pero habla de ellos sin usar la palabra “ricos”. Si bien el v. puede significar que un rico puede enorgullecerse honradamente al haber sido humillado por Dios y llevado a asociarse como igual con cristianos pobres, es más probable que el autor esté diciendo que si el rico contempla el mismo futuro que el hermano “humilde”, lo único que tiene de que enorgullecerse es en su “humillación” o en el hecho de que ha de morir. Ciertamente, en esta era el hombre rico es honrado y cortejado (como en el Sal. 73) porque parece muy exal tado, pero cuando se contempla a la luz del futuro que pertenece a Dios, aun cuando llegue a la ancianidad, la extensión de su vida y toda su gloria aparente serán de tan corta duración como la flor que brota al alba y es marchitada por el sol del mediodía; no quedará nada (el cuadro es tomado de Isa. 40:6-8). Santiago vuelve al tema de la caída del rico en 5:1-6.

Esta “inversión de fortuna” se encuentra a menudo como tema en la literatura judía (p. ej. 1 Sam. 2:1-10; Luc. 1:46-55). Cuando Dios actúa, los de baja condición serán levantados y los de alta condición serán rebajados. José fue de la prisión a la prominencia; Nabucodonosor fue del trono al campo. Dios declara sus propios valores y los valores humanos son negados. Así es como ocurrirá al fin de los tiempos. Santiago quiere que sus lectores se regocijen en su realidad venidera.



Prueba. El autor vuelve al tema de la prueba dando una promesa. Bienaventurado o feliz es la persona que persevera bajo la prueba. ¿Có mo puede decirse que tales personas sean felices? No lo pueden ser de acuerdo con la perspectiva del mundo, pero sí de acuerdo con la de Dios. El ha prometido la corona de vida, o sea la vida misma (como en Apoc. 2:10) porque tales personas han mostrado que aman a Dios en verdad al soportar la prueba. Es como ocurrió con Abraham, que perseveró en la prueba y entonces recibió lo prometido por el Señor (Gén. 22:15-18) porque él puede decir: “ahora conozco que temes a Dios” (Gén. 22:12).

No todos demostrarán que son genuinos cuando sean probados. Los que fracasen o quieran ceder al ser probados quizá lo hagan echando la culpa a Dios: “Dios me está tentando”. (Las palabras traducidas “tentación”, “prueba” o “tribulación” son la misma en gr.) Esto es precisamente lo que Israel hizo en el desierto; se quejaban de que Dios era responsable y le echaban la culpa a él (Exo. 17:2, 7). De hecho, lo hicieron diez veces (Núm. 14:22). Los creyentes a los que se estaba dirigiendo Santiago no debían hacer lo mismo, porque, en primer lugar, ¡Dios no debe ser puesto a prueba por los pecadores! (Eso sería una mejor traducción que Dios no es tentado por el mal). Esto es precisamente lo que fue enseñado a Israel en Deut. 6:16.

La segunda razón por la cual los creyentes no deben echar la culpa a Dios es porque él no tienta a nadie. ¿Cómo podría escribir eso Santiago cuando en Gén. 22:1 dice: “Dios probó (o “tentó”, que es la misma palabra) a Abraham”? La respuesta está en que, comenzado en el AT y continuando en el judaísmo entre ambos Testamentos, historias como la de Abraham eran interpretadas como si dejaran fuera la verdadera causa de la prueba, o sea el de monio (p. ej. 2 Sam. 24:1 dice que Dios “incitó a David contra ellos”, mientras que 1 Crón. 21:1 dice que “Satanás … incitó a David”). Por ello, en el libro intertestamentario de los Jubileos, el relato de Gén. 22 sobre Abraham está reconstruido de manera similar al de Job. Debido a esta tradición interpretativa, Santiago, que en 2:21 cita Gén. 22 explícitamente, podía decir que la verdadera causa de la prueba no era Dios. La historia del AT es verda dera, pero es una forma simplificada de la realidad.

Sin embargo, Santiago no quiere que se eche tampoco la culpa al demonio (aunque lo menciona en 4:7), sino que se acepte la responsabilidad sobre los propios hombros. Es la propia pasión lo que hace que una prueba o tentación sea tal. Esta pasión es lo que los judíos llamaban un “mal impulso”, o lo que los psicólogos llaman “estímulos”, o lo que en Rom. 7 Pablo llama “pecado”; es tan simplemente el “Yo quiero” sin hacer di ferencia alguna. Incita como una prostituta y da nacimiento al pecado, el que termina en la muerte. Esta cadena deseo-pecado-muerte establece el patrón para la sección siguiente.



Dones. En contraste con las malas cosas producidas por la pasión, Dios sólo nos dará un don bueno y perfecto. Un ejemplo de ese don bueno es la sabiduría que se menciona en el v. 5, o sea la sección paralela. En el v. 17 Dios se describe como el Padre de las luces o Creador del universo. Pero a diferencia de la luna y otras luces celestiales que él ha creado, Dios mismo nunca cambia. Es siempre el mismo. De modo que si él da bienes hoy, no dará males mañana. Su bondad se ve en que actuó por su propia voluntad (no fue un accidente) y así nos hizo nacer por la palabra de verdad, o sea que nos dio un nuevo nacimiento por me dio del evangelio. Su meta era la de hacernos primicias de todo lo creado. Las primicias se consideraban como lo mejor de la cosecha, de modo que Dios está convirtiendo a los seres humanos redimidos en la cumbre de la creación. Aquí vemos otras cadenas: Dios-palabra de verdad-nacimiento. La pasión y el demonio llevan a la muerte. Al contrario, Dios produce vida.



El escuchar y el hacer. ¿Cuál será el resultado de esta vida o sabiduría que proviene de Dios? Será una lengua controlada. La ira humana, llámesela justa o no, no produce el tipo de justicia que es de Dios. Por lo tanto, la persona sabia será lenta en abrir su boca y aun más lenta para expresar ira. Por cierto, Santiago argumenta que una aceptación humilde del evangelio (la palabra implantada) significará librarse de toda expresión airada (como muestran 3:9 y 4:1, 2, o sea que es el estallido airado y no el sentimiento íntimo lo que está en consideración) y de todos los otros tipos de mal, aun si son plenamente aceptadas por el mundo.

Pasando al tercer punto, Santiago señala que no basta con conocer la Escritura o la enseñanza piadosa. El simple conocimiento es algo inútil. Es peor aun que algo inútil, porque quien piensa que conocer la Biblia convierte a alguien en piadoso se engaña a sí mismo. Al contrario, lo que le hace piadoso es el ser hacedores. ¿Cuál es la fuente de esta enseñanza para Santiago? La perfecta ley de la libertad es lo que debe ser obedecido, y eso es el AT interpretado por Jesús junto con sus demás enseñanzas. Como él también dijo, lo que produce bendición no es el oír de palabras sino el obedecerlas (Mat. 7:24-27).

Esto significa que uno puede reconocer a los que son realmente piadosos por su estilo de vida. Los que tienen lenguas incontrolables (y así explotan a menudo en ira o rencillas) sólo realizan prácticas religiosas indignas. Realmente no aman a Dios en sus corazones. El tipo de piedad que Dios busca tiene dos características, que son los dos lados de una misma moneda. Primera, cuida del pobre (los huérfanos y las viudas son dos de los cuatro grupos principales de pobres en el AT). Segunda, se ha guardado sin mancha del mundo, lo que quiere decir que no está buscando seguridad o progreso en términos de lo que es valorado por los que están en el mundo. Como no ama al mundo, no hay necesidad de retener el dinero. Por lo tanto, esas personas pueden ser generosas y dar con liberalidad.



Saludos

Santiago comienza identificándose como autor y luego se dirige a los lectores. En cuanto a sí mismo, usa la simple designación de siervo de Dios y del Señor Jesucristo. Por supuesto, este es un título honroso lo que se comprueba en que Moisés es designado repetidamente como “Siervo del Señor” en Jos. y Apoc., así como también Jos. mismo en Jue. Pero al mismo tiempo es un título simple, que cualquier cristiano podría usar. Stg. va más allá del uso del AT al agregar y del Señor Jesucristo al título siervo de Dios. Esto muestra la tendencia de la iglesia primitiva de reconocer la igualdad de Cristo con Dios.

Los lectores son las doce tribus de la dispersión. Probablemente la expresión las doce tribus no significa que todos los lectores eran judíos, sino que Santiago pensaba en ellos como el pueblo de Dios, el verdadero Israel, fueran judíos o gentiles (así también Gál. 6:16; 1 Ped. 2:9). Los lectores estaban esparcidos tal como lo estaban los judíos du rante el exilio, lo que probablemente indica que no vivían en Tierra Santa. Sin embargo, la palabra dispersión tiene otro uso. 1 Ped. 1:1 usa el mismo término para indicar que, desde que llegaron a ser cristianos, sus lectores gentiles ya no estaban “en casa” en sus tierras natales, pues su verdadero hogar era el cielo.



Prueba. Los cristianos a los que se dirigía Stg. estaban enfrentando diversas pruebas. Estas no eran una persecución severa (y ciertamente no en fermedades, para las que se usan otros términos), sino más bien persecuciones de bajo nivel, tales como el rechazo social o el boicot económico. Eso ocurría simplemente porque eran cristianos. Aunque sus pruebas eran penosas Santiago llama a los cristianos a gozarse, no porque el dolor sea agradable, sino porque deberían tener una perspectiva que mirase más allá de la vida presente hacia la recompensa celestial. El sumo gozo no es una felicidad presente, sino anticipación del futuro de Dios.

La razón por la cual podían gozarse es que esta prueba de su fe produciría perseverancia o paciencia. La perseverancia es una importante virtud cristiana, mencionada a menudo por Jesús (Luc. 8:15; 21:19; cf. Mat. 10:22) y por Pablo (Rom. 5:3, 4; 8:25; 2 Cor. 6:4; 12:12). Para aquellos lectores que conocían su Biblia, como ciertamente era el caso de Santiago, la importancia de esta virtud se subraya por el hecho de que Abraham fue la primera persona de la Escritura en ser probada (Gén. 22:1) y Dios recompensó su fidelidad. Además, Job también fue probado por Satanás y, en las historias que circulaban en el judaísmo del primer siglo sobre Job, él era el ejemplo supremo de perseverancia. Seguramente, estos cristianos podían esperar una recompensa similar.

Sin embargo, la perseverancia en sí misma tiene un efecto. Es como mantener una fina espada de metal en el fuego hasta que esté templada. En este caso, la espada es el creyente, el fuego es la prueba y el temple es que los creyentes llegan a estar completos y cabales, no quedando atrás en nada (v. 4). El término gr. para completa también se traduce a menudo como “perfectos”. Esta es la virtud que Noé exhibió en Gén. 6:9. Esto es lo que Jesús qui so decir cuando llama a sus seguidores a ser “perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48). Indica un carácter como el de Dios. Este tipo de madurez se produce por afe rrarse firmemente a la fe y virtud cristianas durante el fuego de la persecución. Las impurezas del carácter serán quemadas. El resultado final no será sólo la madurez, sino la plenitud, lo que significa que no faltará nada en absoluto de un carácter semejante al de Dios. Si éste es el resultado final de las pruebas de los lectores, por difíciles que parezcan, ciertamente hay motivo para gozarse.

La estructura de estos versículos es la de una “cadena de dichos” (“a” produce “b”, que produce “c”, etc.). Debe haber sido un dicho tradicional en la iglesia porque encontramos versiones de ella en Rom. 5:3-6 y 1 Ped. 1:6, 7.



Oración. Pero ¿qué se supone que debe hacer una persona si no es perfecta y cabal? ¿Qué ocurre si uno teme fallar en la prueba? La respuesta de Pablo hubiera sido que deben vivir, o ser guiados, por el Espíritu (p. ej. Gál. 5:16-18, 25). La respuesta de Santiago es que deben pedir sabiduría a Dios, porque la sabiduría divina es el poder que él cree que contrarresta el mal en la vida humana. Tal oración no será inútil, pues Dios es un dador generoso. Tampoco está limitada su generosidad por algún espíritu crítico que exclame: “¿Qué? ¡Tú otra vez!, ¿qué has hecho con lo que te di la vez pasada?” Lejos de tener una actitud de ese tipo, Dios simplemente da a todos los que piden de él, vez tras vez.

Pero hay un requisito si hemos de recibir la sabiduría: el pedido debe fluir de la fe en Dios, o más bien de un compromiso con él. La “duda” sobre la cual advierte Santiago no es la de la persona que se pregunta si Dios contestará un pedido en particular, o la de un dudoso introspectivo luchando con la fe. Al contrario, es la de una persona de doble ánimo (DHH, “que hoy piensa una cosa y mañana otra”), frase que tiene un estrecho equivalente en los Sal. (Sal. 12:1, 2) y que es lo opuesto de confiar en Dios desde lo profundo del propio corazón (Deut. 6:5; 8:3). En otras palabras, este tipo de persona que du da es el de quien no se ha comprometido plenamente con Dios, sino que juega a estar seguro por medio de la oración. Su verdadero interés está en su progreso en este mundo, pero también quiere disfru tar de algunas bendiciones de Dios ahora e ir al cielo cuando muera. Santiago dice que tal persona no alcanzará la sabiduría. De hecho, no recibirá nada en absoluto de parte de Dios.



Riqueza. Después de hablar de una devoción plena a Dios y de gozarse en la prueba, Santiago pasa a un ejemplo de lo que es tal persona. El hermano de humilde condición es alentado a verse desde la perspectiva de Dios y gloriarse en su exaltación. El mundo considera a esta persona como pobre (el término “humilde” en heb. tiene el concepto de un pobre humilde u oprimido). Sin embargo, Dios ha declarado que son ricos. El punto de vista divino es más verdadero, de modo que la persona puede gozarse en esta realidad aun cuando sus circunstancias exteriores no hayan cambiado todavía.

En contraste, la persona rica debe gloriarse en su humillación. Probablemente, esto sea una afirmación irónica deliberada. El término rico (gr. plousios) en Stg. se usa sólo para los incrédulos. Santiago no conocía de algunos creyentes ricos (2:2; 4:13), pero habla de ellos sin usar la palabra “ricos”. Si bien el v. puede significar que un rico puede enorgullecerse honradamente al haber sido humillado por Dios y llevado a asociarse como igual con cristianos pobres, es más probable que el autor esté diciendo que si el rico contempla el mismo futuro que el hermano “humilde”, lo único que tiene de que enorgullecerse es en su “humillación” o en el hecho de que ha de morir. Ciertamente, en esta era el hombre rico es honrado y cortejado (como en el Sal. 73) porque parece muy exal tado, pero cuando se contempla a la luz del futuro que pertenece a Dios, aun cuando llegue a la ancianidad, la extensión de su vida y toda su gloria aparente serán de tan corta duración como la flor que brota al alba y es marchitada por el sol del mediodía; no quedará nada (el cuadro es tomado de Isa. 40:6-8). Santiago vuelve al tema de la caída del rico en 5:1-6.

Esta “inversión de fortuna” se encuentra a menudo como tema en la literatura judía (p. ej. 1 Sam. 2:1-10; Luc. 1:46-55). Cuando Dios actúa, los de baja condición serán levantados y los de alta condición serán rebajados. José fue de la prisión a la prominencia; Nabucodonosor fue del trono al campo. Dios declara sus propios valores y los valores humanos son negados. Así es como ocurrirá al fin de los tiempos. Santiago quiere que sus lectores se regocijen en su realidad venidera.



Prueba. El autor vuelve al tema de la prueba dando una promesa. Bienaventurado o feliz es la persona que persevera bajo la prueba. ¿Có mo puede decirse que tales personas sean felices? No lo pueden ser de acuerdo con la perspectiva del mundo, pero sí de acuerdo con la de Dios. El ha prometido la corona de vida, o sea la vida misma (como en Apoc. 2:10) porque tales personas han mostrado que aman a Dios en verdad al soportar la prueba. Es como ocurrió con Abraham, que perseveró en la prueba y entonces recibió lo prometido por el Señor (Gén. 22:15-18) porque él puede decir: “ahora conozco que temes a Dios” (Gén. 22:12).

No todos demostrarán que son genuinos cuando sean probados. Los que fracasen o quieran ceder al ser probados quizá lo hagan echando la culpa a Dios: “Dios me está tentando”. (Las palabras traducidas “tentación”, “prueba” o “tribulación” son la misma en gr.) Esto es precisamente lo que Israel hizo en el desierto; se quejaban de que Dios era responsable y le echaban la culpa a él (Exo. 17:2, 7). De hecho, lo hicieron diez veces (Núm. 14:22). Los creyentes a los que se estaba dirigiendo Santiago no debían hacer lo mismo, porque, en primer lugar, ¡Dios no debe ser puesto a prueba por los pecadores! (Eso sería una mejor traducción que Dios no es tentado por el mal). Esto es precisamente lo que fue enseñado a Israel en Deut. 6:16.

La segunda razón por la cual los creyentes no deben echar la culpa a Dios es porque él no tienta a nadie. ¿Cómo podría escribir eso Santiago cuando en Gén. 22:1 dice: “Dios probó (o “tentó”, que es la misma palabra) a Abraham”? La respuesta está en que, comenzado en el AT y continuando en el judaísmo entre ambos Testamentos, historias como la de Abraham eran interpretadas como si dejaran fuera la verdadera causa de la prueba, o sea el de monio (p. ej. 2 Sam. 24:1 dice que Dios “incitó a David contra ellos”, mientras que 1 Crón. 21:1 dice que “Satanás … incitó a David”). Por ello, en el libro intertestamentario de los Jubileos, el relato de Gén. 22 sobre Abraham está reconstruido de manera similar al de Job. Debido a esta tradición interpretativa, Santiago, que en 2:21 cita Gén. 22 explícitamente, podía decir que la verdadera causa de la prueba no era Dios. La historia del AT es verda dera, pero es una forma simplificada de la realidad.

Sin embargo, Santiago no quiere que se eche tampoco la culpa al demonio (aunque lo menciona en 4:7), sino que se acepte la responsabilidad sobre los propios hombros. Es la propia pasión lo que hace que una prueba o tentación sea tal. Esta pasión es lo que los judíos llamaban un “mal impulso”, o lo que los psicólogos llaman “estímulos”, o lo que en Rom. 7 Pablo llama “pecado”; es tan simplemente el “Yo quiero” sin hacer di ferencia alguna. Incita como una prostituta y da nacimiento al pecado, el que termina en la muerte. Esta cadena deseo-pecado-muerte establece el patrón para la sección siguiente.



Dones. En contraste con las malas cosas producidas por la pasión, Dios sólo nos dará un don bueno y perfecto. Un ejemplo de ese don bueno es la sabiduría que se menciona en el v. 5, o sea la sección paralela. En el v. 17 Dios se describe como el Padre de las luces o Creador del universo. Pero a diferencia de la luna y otras luces celestiales que él ha creado, Dios mismo nunca cambia. Es siempre el mismo. De modo que si él da bienes hoy, no dará males mañana. Su bondad se ve en que actuó por su propia voluntad (no fue un accidente) y así nos hizo nacer por la palabra de verdad, o sea que nos dio un nuevo nacimiento por me dio del evangelio. Su meta era la de hacernos primicias de todo lo creado. Las primicias se consideraban como lo mejor de la cosecha, de modo que Dios está convirtiendo a los seres humanos redimidos en la cumbre de la creación. Aquí vemos otras cadenas: Dios-palabra de verdad-nacimiento. La pasión y el demonio llevan a la muerte. Al contrario, Dios produce vida.



El escuchar y el hacer. ¿Cuál será el resultado de esta vida o sabiduría que proviene de Dios? Será una lengua controlada. La ira humana, llámesela justa o no, no produce el tipo de justicia que es de Dios. Por lo tanto, la persona sabia será lenta en abrir su boca y aun más lenta para expresar ira. Por cierto, Santiago argumenta que una aceptación humilde del evangelio (la palabra implantada) significará librarse de toda expresión airada (como muestran 3:9 y 4:1, 2, o sea que es el estallido airado y no el sentimiento íntimo lo que está en consideración) y de todos los otros tipos de mal, aun si son plenamente aceptadas por el mundo.

Pasando al tercer punto, Santiago señala que no basta con conocer la Escritura o la enseñanza piadosa. El simple conocimiento es algo inútil. Es peor aun que algo inútil, porque quien piensa que conocer la Biblia convierte a alguien en piadoso se engaña a sí mismo. Al contrario, lo que le hace piadoso es el ser hacedores. ¿Cuál es la fuente de esta enseñanza para Santiago? La perfecta ley de la libertad es lo que debe ser obedecido, y eso es el AT interpretado por Jesús junto con sus demás enseñanzas. Como él también dijo, lo que produce bendición no es el oír de palabras sino el obedecerlas (Mat. 7:24-27).

Esto significa que uno puede reconocer a los que son realmente piadosos por su estilo de vida. Los que tienen lenguas incontrolables (y así explotan a menudo en ira o rencillas) sólo realizan prácticas religiosas indignas. Realmente no aman a Dios en sus corazones. El tipo de piedad que Dios busca tiene dos características, que son los dos lados de una misma moneda. Primera, cuida del pobre (los huérfanos y las viudas son dos de los cuatro grupos principales de pobres en el AT). Segunda, se ha guardado sin mancha del mundo, lo que quiere decir que no está buscando seguridad o progreso en términos de lo que es valorado por los que están en el mundo. Como no ama al mundo, no hay necesidad de retener el dinero. Por lo tanto, esas personas pueden ser generosas y dar con liberalidad.



Saludos

Santiago comienza identificándose como autor y luego se dirige a los lectores. En cuanto a sí mismo, usa la simple designación de siervo de Dios y del Señor Jesucristo. Por supuesto, este es un título honroso lo que se comprueba en que Moisés es designado repetidamente como “Siervo del Señor” en Jos. y Apoc., así como también Jos. mismo en Jue. Pero al mismo tiempo es un título simple, que cualquier cristiano podría usar. Stg. va más allá del uso del AT al agregar y del Señor Jesucristo al título siervo de Dios. Esto muestra la tendencia de la iglesia primitiva de reconocer la igualdad de Cristo con Dios.

Los lectores son las doce tribus de la dispersión. Probablemente la expresión las doce tribus no significa que todos los lectores eran judíos, sino que Santiago pensaba en ellos como el pueblo de Dios, el verdadero Israel, fueran judíos o gentiles (así también Gál. 6:16; 1 Ped. 2:9). Los lectores estaban esparcidos tal como lo estaban los judíos du rante el exilio, lo que probablemente indica que no vivían en Tierra Santa. Sin embargo, la palabra dispersión tiene otro uso. 1 Ped. 1:1 usa el mismo término para indicar que, desde que llegaron a ser cristianos, sus lectores gentiles ya no estaban “en casa” en sus tierras natales, pues su verdadero hogar era el cielo.



Prueba. Los cristianos a los que se dirigía Stg. estaban enfrentando diversas pruebas. Estas no eran una persecución severa (y ciertamente no en fermedades, para las que se usan otros términos), sino más bien persecuciones de bajo nivel, tales como el rechazo social o el boicot económico. Eso ocurría simplemente porque eran cristianos. Aunque sus pruebas eran penosas Santiago llama a los cristianos a gozarse, no porque el dolor sea agradable, sino porque deberían tener una perspectiva que mirase más allá de la vida presente hacia la recompensa celestial. El sumo gozo no es una felicidad presente, sino anticipación del futuro de Dios.

La razón por la cual podían gozarse es que esta prueba de su fe produciría perseverancia o paciencia. La perseverancia es una importante virtud cristiana, mencionada a menudo por Jesús (Luc. 8:15; 21:19; cf. Mat. 10:22) y por Pablo (Rom. 5:3, 4; 8:25; 2 Cor. 6:4; 12:12). Para aquellos lectores que conocían su Biblia, como ciertamente era el caso de Santiago, la importancia de esta virtud se subraya por el hecho de que Abraham fue la primera persona de la Escritura en ser probada (Gén. 22:1) y Dios recompensó su fidelidad. Además, Job también fue probado por Satanás y, en las historias que circulaban en el judaísmo del primer siglo sobre Job, él era el ejemplo supremo de perseverancia. Seguramente, estos cristianos podían esperar una recompensa similar.

Sin embargo, la perseverancia en sí misma tiene un efecto. Es como mantener una fina espada de metal en el fuego hasta que esté templada. En este caso, la espada es el creyente, el fuego es la prueba y el temple es que los creyentes llegan a estar completos y cabales, no quedando atrás en nada (v. 4). El término gr. para completa también se traduce a menudo como “perfectos”. Esta es la virtud que Noé exhibió en Gén. 6:9. Esto es lo que Jesús qui so decir cuando llama a sus seguidores a ser “perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48). Indica un carácter como el de Dios. Este tipo de madurez se produce por afe rrarse firmemente a la fe y virtud cristianas durante el fuego de la persecución. Las impurezas del carácter serán quemadas. El resultado final no será sólo la madurez, sino la plenitud, lo que significa que no faltará nada en absoluto de un carácter semejante al de Dios. Si éste es el resultado final de las pruebas de los lectores, por difíciles que parezcan, ciertamente hay motivo para gozarse.

La estructura de estos versículos es la de una “cadena de dichos” (“a” produce “b”, que produce “c”, etc.). Debe haber sido un dicho tradicional en la iglesia porque encontramos versiones de ella en Rom. 5:3-6 y 1 Ped. 1:6, 7.



Oración. Pero ¿qué se supone que debe hacer una persona si no es perfecta y cabal? ¿Qué ocurre si uno teme fallar en la prueba? La respuesta de Pablo hubiera sido que deben vivir, o ser guiados, por el Espíritu (p. ej. Gál. 5:16-18, 25). La respuesta de Santiago es que deben pedir sabiduría a Dios, porque la sabiduría divina es el poder que él cree que contrarresta el mal en la vida humana. Tal oración no será inútil, pues Dios es un dador generoso. Tampoco está limitada su generosidad por algún espíritu crítico que exclame: “¿Qué? ¡Tú otra vez!, ¿qué has hecho con lo que te di la vez pasada?” Lejos de tener una actitud de ese tipo, Dios simplemente da a todos los que piden de él, vez tras vez.

Pero hay un requisito si hemos de recibir la sabiduría: el pedido debe fluir de la fe en Dios, o más bien de un compromiso con él. La “duda” sobre la cual advierte Santiago no es la de la persona que se pregunta si Dios contestará un pedido en particular, o la de un dudoso introspectivo luchando con la fe. Al contrario, es la de una persona de doble ánimo (DHH, “que hoy piensa una cosa y mañana otra”), frase que tiene un estrecho equivalente en los Sal. (Sal. 12:1, 2) y que es lo opuesto de confiar en Dios desde lo profundo del propio corazón (Deut. 6:5; 8:3). En otras palabras, este tipo de persona que du da es el de quien no se ha comprometido plenamente con Dios, sino que juega a estar seguro por medio de la oración. Su verdadero interés está en su progreso en este mundo, pero también quiere disfru tar de algunas bendiciones de Dios ahora e ir al cielo cuando muera. Santiago dice que tal persona no alcanzará la sabiduría. De hecho, no recibirá nada en absoluto de parte de Dios.



Riqueza. Después de hablar de una devoción plena a Dios y de gozarse en la prueba, Santiago pasa a un ejemplo de lo que es tal persona. El hermano de humilde condición es alentado a verse desde la perspectiva de Dios y gloriarse en su exaltación. El mundo considera a esta persona como pobre (el término “humilde” en heb. tiene el concepto de un pobre humilde u oprimido). Sin embargo, Dios ha declarado que son ricos. El punto de vista divino es más verdadero, de modo que la persona puede gozarse en esta realidad aun cuando sus circunstancias exteriores no hayan cambiado todavía.

En contraste, la persona rica debe gloriarse en su humillación. Probablemente, esto sea una afirmación irónica deliberada. El término rico (gr. plousios) en Stg. se usa sólo para los incrédulos. Santiago no conocía de algunos creyentes ricos (2:2; 4:13), pero habla de ellos sin usar la palabra “ricos”. Si bien el v. puede significar que un rico puede enorgullecerse honradamente al haber sido humillado por Dios y llevado a asociarse como igual con cristianos pobres, es más probable que el autor esté diciendo que si el rico contempla el mismo futuro que el hermano “humilde”, lo único que tiene de que enorgullecerse es en su “humillación” o en el hecho de que ha de morir. Ciertamente, en esta era el hombre rico es honrado y cortejado (como en el Sal. 73) porque parece muy exal tado, pero cuando se contempla a la luz del futuro que pertenece a Dios, aun cuando llegue a la ancianidad, la extensión de su vida y toda su gloria aparente serán de tan corta duración como la flor que brota al alba y es marchitada por el sol del mediodía; no quedará nada (el cuadro es tomado de Isa. 40:6-8). Santiago vuelve al tema de la caída del rico en 5:1-6.

Esta “inversión de fortuna” se encuentra a menudo como tema en la literatura judía (p. ej. 1 Sam. 2:1-10; Luc. 1:46-55). Cuando Dios actúa, los de baja condición serán levantados y los de alta condición serán rebajados. José fue de la prisión a la prominencia; Nabucodonosor fue del trono al campo. Dios declara sus propios valores y los valores humanos son negados. Así es como ocurrirá al fin de los tiempos. Santiago quiere que sus lectores se regocijen en su realidad venidera.



Prueba. El autor vuelve al tema de la prueba dando una promesa. Bienaventurado o feliz es la persona que persevera bajo la prueba. ¿Có mo puede decirse que tales personas sean felices? No lo pueden ser de acuerdo con la perspectiva del mundo, pero sí de acuerdo con la de Dios. El ha prometido la corona de vida, o sea la vida misma (como en Apoc. 2:10) porque tales personas han mostrado que aman a Dios en verdad al soportar la prueba. Es como ocurrió con Abraham, que perseveró en la prueba y entonces recibió lo prometido por el Señor (Gén. 22:15-18) porque él puede decir: “ahora conozco que temes a Dios” (Gén. 22:12).

No todos demostrarán que son genuinos cuando sean probados. Los que fracasen o quieran ceder al ser probados quizá lo hagan echando la culpa a Dios: “Dios me está tentando”. (Las palabras traducidas “tentación”, “prueba” o “tribulación” son la misma en gr.) Esto es precisamente lo que Israel hizo en el desierto; se quejaban de que Dios era responsable y le echaban la culpa a él (Exo. 17:2, 7). De hecho, lo hicieron diez veces (Núm. 14:22). Los creyentes a los que se estaba dirigiendo Santiago no debían hacer lo mismo, porque, en primer lugar, ¡Dios no debe ser puesto a prueba por los pecadores! (Eso sería una mejor traducción que Dios no es tentado por el mal). Esto es precisamente lo que fue enseñado a Israel en Deut. 6:16.

La segunda razón por la cual los creyentes no deben echar la culpa a Dios es porque él no tienta a nadie. ¿Cómo podría escribir eso Santiago cuando en Gén. 22:1 dice: “Dios probó (o “tentó”, que es la misma palabra) a Abraham”? La respuesta está en que, comenzado en el AT y continuando en el judaísmo entre ambos Testamentos, historias como la de Abraham eran interpretadas como si dejaran fuera la verdadera causa de la prueba, o sea el de monio (p. ej. 2 Sam. 24:1 dice que Dios “incitó a David contra ellos”, mientras que 1 Crón. 21:1 dice que “Satanás … incitó a David”). Por ello, en el libro intertestamentario de los Jubileos, el relato de Gén. 22 sobre Abraham está reconstruido de manera similar al de Job. Debido a esta tradición interpretativa, Santiago, que en 2:21 cita Gén. 22 explícitamente, podía decir que la verdadera causa de la prueba no era Dios. La historia del AT es verda dera, pero es una forma simplificada de la realidad.

Sin embargo, Santiago no quiere que se eche tampoco la culpa al demonio (aunque lo menciona en 4:7), sino que se acepte la responsabilidad sobre los propios hombros. Es la propia pasión lo que hace que una prueba o tentación sea tal. Esta pasión es lo que los judíos llamaban un “mal impulso”, o lo que los psicólogos llaman “estímulos”, o lo que en Rom. 7 Pablo llama “pecado”; es tan simplemente el “Yo quiero” sin hacer di ferencia alguna. Incita como una prostituta y da nacimiento al pecado, el que termina en la muerte. Esta cadena deseo-pecado-muerte establece el patrón para la sección siguiente.



Dones. En contraste con las malas cosas producidas por la pasión, Dios sólo nos dará un don bueno y perfecto. Un ejemplo de ese don bueno es la sabiduría que se menciona en el v. 5, o sea la sección paralela. En el v. 17 Dios se describe como el Padre de las luces o Creador del universo. Pero a diferencia de la luna y otras luces celestiales que él ha creado, Dios mismo nunca cambia. Es siempre el mismo. De modo que si él da bienes hoy, no dará males mañana. Su bondad se ve en que actuó por su propia voluntad (no fue un accidente) y así nos hizo nacer por la palabra de verdad, o sea que nos dio un nuevo nacimiento por me dio del evangelio. Su meta era la de hacernos primicias de todo lo creado. Las primicias se consideraban como lo mejor de la cosecha, de modo que Dios está convirtiendo a los seres humanos redimidos en la cumbre de la creación. Aquí vemos otras cadenas: Dios-palabra de verdad-nacimiento. La pasión y el demonio llevan a la muerte. Al contrario, Dios produce vida.



El escuchar y el hacer. ¿Cuál será el resultado de esta vida o sabiduría que proviene de Dios? Será una lengua controlada. La ira humana, llámesela justa o no, no produce el tipo de justicia que es de Dios. Por lo tanto, la persona sabia será lenta en abrir su boca y aun más lenta para expresar ira. Por cierto, Santiago argumenta que una aceptación humilde del evangelio (la palabra implantada) significará librarse de toda expresión airada (como muestran 3:9 y 4:1, 2, o sea que es el estallido airado y no el sentimiento íntimo lo que está en consideración) y de todos los otros tipos de mal, aun si son plenamente aceptadas por el mundo.

Pasando al tercer punto, Santiago señala que no basta con conocer la Escritura o la enseñanza piadosa. El simple conocimiento es algo inútil. Es peor aun que algo inútil, porque quien piensa que conocer la Biblia convierte a alguien en piadoso se engaña a sí mismo. Al contrario, lo que le hace piadoso es el ser hacedores. ¿Cuál es la fuente de esta enseñanza para Santiago? La perfecta ley de la libertad es lo que debe ser obedecido, y eso es el AT interpretado por Jesús junto con sus demás enseñanzas. Como él también dijo, lo que produce bendición no es el oír de palabras sino el obedecerlas (Mat. 7:24-27).

Esto significa que uno puede reconocer a los que son realmente piadosos por su estilo de vida. Los que tienen lenguas incontrolables (y así explotan a menudo en ira o rencillas) sólo realizan prácticas religiosas indignas. Realmente no aman a Dios en sus corazones. El tipo de piedad que Dios busca tiene dos características, que son los dos lados de una misma moneda. Primera, cuida del pobre (los huérfanos y las viudas son dos de los cuatro grupos principales de pobres en el AT). Segunda, se ha guardado sin mancha del mundo, lo que quiere decir que no está buscando seguridad o progreso en términos de lo que es valorado por los que están en el mundo. Como no ama al mundo, no hay necesidad de retener el dinero. Por lo tanto, esas personas pueden ser generosas y dar con liberalidad.




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