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Números 1 - Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

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Números 1

Censo de Israel en Sinaí

1 Habló Jehová a Moisés en el desierto de Sinaí, en el tabernáculo de reunión, en el día primero del mes segundo, en el segundo año de su salida de la tierra de Egipto, diciendo:

2 Tomad el censo de toda la congregación de los hijos de Israel por sus familias, por las casas de sus padres, con la cuenta de los nombres, todos los varones por sus cabezas.

3 De veinte años arriba, todos los que pueden salir a la guerra en Israel, los contaréis tú y Aarón por sus ejércitos.

4 Y estará con vosotros un varón de cada tribu, cada uno jefe de la casa de sus padres.

5 Estos son los nombres de los varones que estarán con vosotros: De la tribu de Rubén, Elisur hijo de Sedeur.

6 De Simeón, Selumiel hijo de Zurisadai.

7 De Judá, Naasón hijo de Aminadab.

8 De Isacar, Natanael hijo de Zuar.

9 De Zabulón, Eliab hijo de Helón.

10 De los hijos de José: de Efraín, Elisama hijo de Amiud; de Manasés, Gamaliel hijo de Pedasur.

11 De Benjamín, Abidán hijo de Gedeoni.

12 De Dan, Ahiezer hijo de Amisadai.

13 De Aser, Pagiel hijo de Ocrán.

14 De Gad, Eliasaf hijo de Deuel.

15 De Neftalí, Ahira hijo de Enán.

16 Estos eran los nombrados de entre la congregación, príncipes de las tribus de sus padres, capitanes de los millares de Israel.

17 Tomaron, pues, Moisés y Aarón a estos varones que fueron designados por sus nombres,

18 y reunieron a toda la congregación en el día primero del mes segundo, y fueron agrupados por familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres por cabeza, de veinte años arriba.

19 Como Jehová lo había mandado a Moisés, los contó en el desierto de Sinaí.

20 De los hijos de Rubén, primogénito de Israel, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres por cabeza, todos los varones de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

21 los contados de la tribu de Rubén fueron cuarenta y seis mil quinientos.

22 De los hijos de Simeón, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, fueron contados conforme a la cuenta de los nombres por cabeza, todos los varones de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

23 los contados de la tribu de Simeón fueron cincuenta y nueve mil trescientos.

24 De los hijos de Gad, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

25 los contados de la tribu de Gad fueron cuarenta y cinco mil seiscientos cincuenta.

26 De los hijos de Judá, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

27 los contados de la tribu de Judá fueron setenta y cuatro mil seiscientos.

28 De los hijos de Isacar, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

29 los contados de la tribu de Isacar fueron cincuenta y cuatro mil cuatrocientos.

30 De los hijos de Zabulón, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de sus nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

31 los contados de la tribu de Zabulón fueron cincuenta y siete mil cuatrocientos.

32 De los hijos de José; de los hijos de Efraín, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

33 los contados de la tribu de Efraín fueron cuarenta mil quinientos.

34 Y de los hijos de Manasés, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

35 los contados de la tribu de Manasés fueron treinta y dos mil doscientos.

36 De los hijos de Benjamín, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

37 los contados de la tribu de Benjamín fueron treinta y cinco mil cuatrocientos.

38 De los hijos de Dan, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

39 los contados de la tribu de Dan fueron sesenta y dos mil setecientos.

40 De los hijos de Aser, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

41 los contados de la tribu de Aser fueron cuarenta y un mil quinientos.

42 De los hijos de Neftalí, por su descendencia, por sus familias, según las casas de sus padres, conforme a la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra;

43 los contados de la tribu de Neftalí fueron cincuenta y tres mil cuatrocientos.

44 Estos fueron los contados, los cuales contaron Moisés y Aarón, con los príncipes de Israel, doce varones, uno por cada casa de sus padres.

45 Y todos los contados de los hijos de Israel por las casas de sus padres, de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra en Israel,

46 fueron todos los contados seiscientos tres mil quinientos cincuenta.

Nombramiento de los levitas

47 Pero los levitas, según la tribu de sus padres, no fueron contados entre ellos;

48 porque habló Jehová a Moisés, diciendo:

49 Solamente no contarás la tribu de Leví, ni tomarás la cuenta de ellos entre los hijos de Israel,

50 sino que pondrás a los levitas en el tabernáculo del testimonio, y sobre todos sus utensilios, y sobre todas las cosas que le pertenecen; ellos llevarán el tabernáculo y todos sus enseres, y ellos servirán en él, y acamparán alrededor del tabernáculo.

51 Y cuando el tabernáculo haya de trasladarse, los levitas lo desarmarán, y cuando el tabernáculo haya de detenerse, los levitas lo armarán; y el extraño que se acercare morirá.

52 Los hijos de Israel acamparán cada uno en su campamento, y cada uno junto a su bandera, por sus ejércitos;

53 pero los levitas acamparán alrededor del tabernáculo del testimonio, para que no haya ira sobre la congregación de los hijos de Israel; y los levitas tendrán la guarda del tabernáculo del testimonio.

54 E hicieron los hijos de Israel conforme a todas las cosas que mandó Jehová a Moisés; así lo hicieron.

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Números 1

El Señor ordena a Moisés que cense al pueblo. Las primeras palabras del libro, El Señor habló, muestran que la palabra de Dios dirigió todo lo que fue hecho en preparación para el viaje (cf. 4:49; 7:89; 9:18-23). Ya se ha explicado en la Introducción cómo este libro alterna entre la palabra de Dios y las palabras del hombre. Inmediatamente que comienzan a hablar, su incredulidad y descontento se revelan y comienzan los problemas (11:1-3). Los detalles del tabernáculo de reunión se dan en Exo. 25-31 y 35-40 (ver material sobre 4:1-33). Este era el lugar donde Dios moraba en medio de su pueblo (Exo. 25:8).

Es sabido que aproximadamente 600.000 hombres salieron a pie de Egipto, juntamente con mujeres, niños y gentiles que se unieron a ellos (Exo. 12:37, 38). Ahora se toma un censo. El censo siguió ciertos principios. Respeta la estructura tribal y familiar. Sólo los hombres arriba de 20 años son contados. Aparentemente, a la edad de 20 se convertían en adultos (v. 3). Las mujeres no eran contadas porque no tenían una posición independiente, sino estaban bajo la autoridad del padre o del esposo (ver material sobre el cap. 30). En base a esto es obvio que la autoridad del hombre sobre la mujer era incuestionable. Los hijos también estaban sujetos a sus padres. Israel no era una sociedad de iguales; tal idea es completamente extraña a la Biblia. Entre los hombres había líderes; y entre los levitas encontramos una jerarquía. Dios requiere que el pueblo respete las diferencias que él ha establecido entre ellos. Esto también es verdad en la iglesia actual, cuyos miembros tienen dones que difieren de acuerdo con la gracia y voluntad de Dios (Rom. 12:3-8). Sin embargo, esto no debe convertirse en una excusa para imponer distinciones hechas por los hombres, las cuales no son de Dios.

En Exo. 30:12-16 se provee una idea sobre cómo se llevó a cabo el censo: Mientras eran contados, los israelitas cruzaban cierta línea y se unían a los que ya habían sido contados del pueblo de Dios (ver también Exo. 38:25-28). Este es un cuadro bastante gráfico. La lista del censo se asemeja de alguna manera al libro de la vida que menciona Moisés. ¡Qué terrible ser borrado de la lista del pue blo de Dios! (Exo. 32:32, 33; Sal. 69:28). El libro de la vida se menciona varias veces en las Escrituras. Más tarde se denomina “el libro de la vida del Cordero”. Cualquiera cuyo nombre no se encuentre inscrito ahí no entrará a la presencia de Dios, sino será echado fuera para siempre (Apoc. 13:8; 20:11-15). Existe una analogía entre Israel preparándose para Canaán y el pueblo de Dios actual preparándose para el reino que no puede ser conmovido. Así como el campamento fue purificado de toda inmundicia (5:1-4), igualmente sólo los puros serán registrados en el libro de la vida y entrarán a la ciudad celestial (Apoc. 3:5; 21:27). Uno de los propósitos del censo era conformar un ejército. Este sería el medio para conducir al pueblo a su herencia: la tierra prometida. De esta manera, el censo inmediatamente introduce la meta última de Núm., establecida por la promesa de Dios. La palabra escuadrones o “ejército” también significa “multitudes”; un recordatorio más de que Dios estaba cumpliendo su promesa de que los descendientes de Abraham se multiplicarían. Los israelitas ya eran tantos que los egipcios tenían miedo de ellos. La promesa de Dios era que llegarían a ser tan numerosos que no podrían ser contados. El censo, entonces, indica que la promesa aún no había sido cumplida. De esta manera se presagia un censo mucho más grande, cuando todo el pueblo de Dios se congregará ante él (Apoc. 7:4-9).



Los líderes de las tribus. Los hombres designados para contar al pueblo eran líderes entre las tribus, jefes de familias (v. 4). Las tribus de Israel estaban formadas de clanes y … casas paternas (familias; v. 20). Al designar a estos hombres para que condujeran el censo, Dios escogió respetar el orden social que él mismo había establecido. Aunque Dios trata con la gente de acuerdo con su posición (p. ej. los maestros serán juzgados más rigurosamente), sin embargo, esto es balanceado por una estricta imparcialidad. La Biblia advierte que Dios no muestra favoritismo, lo cual algunos han comprobado, sufriendo la consecuencia (caps. 16-17; Lev. 10). Los nombres incluidos en la lista de líderes son interesantes. Ocho nombres incluyen la palabra El, que significa “Dios” (p. ej. Elisur en el v. 5 significa “mi Dios es una roca”); otros tienen el nombre de Dios, shaddai, como parte de su nombre (p. ej. Amisadai en el v. 12). Ninguno usa el nombre divino que se le reveló a Moisés en la zarza ardiendo, lo cual contrasta con nombres posteriores como Josafat (Yeho-shapat) o Jeremías (Jeremi-Yah). El nombre de Dios revelado a Moisés en Exo. 3:13-15 se escribe en heb. haciendo uso de cuatro letras YHWH. Dado que la pronunciación es incierta, la mayoría de las versiones bíblicas tienden a traducirla como Señor. El hecho de que ninguno de los nombres de los líderes se forma usando este nombre divino indica que la lista es genuinamente antigua. Nótese que estos líderes más tarde presentan las ofrendas de las tribus para dedicar el tabernáculo de la reunión (7:1-89).



El censo. Las cantidades son impresionantes. Sólo 70 personas habían entrado en Egipto (Exo. 1:1-5) pero se habían multiplicado hasta el punto que el faraón tenía temor de ellos (Exo. 1:7-9). Aun en lo más duro de la esclavitud, Dios había guardado su promesa de hacer que los descendientes de Abraham fueran como las estrellas, imposible de contarse. Sin embargo, después de 40 años, el segundo censo revela que sus números habían caído de 603.550 a 601.730 (1:46; 26:51). Esto quizá manifestaba que Dios había retenido sus bendiciones de la generación malvada, la cual pereció en el desierto. Aun así, no fueron totalmente abandonados, y cuando Moisés repasó la historia pudo recordarles: “Jehovah tu Dios te ha bendecido en toda la obra de tus manos. El conoce tu caminar por este gran desierto. Jehovah tu Dios ha estado contigo estos 40 años, y ninguna cosa te ha faltado” (Deut. 2:7). Por supuesto, el pueblo había sido alimentado con maná del cielo desde el día que salieron de Egipto (Exo. 16:35). Nótese también que algunas tribus habían crecido mientras que otras decrecieron, pero Judá se mantuvo como la más numerosa. A través de toda la historia de Israel, Judá fue favorecida por Dios. De esta tribu vendría oportunamente el Mesías (ver material sobre 2:1-34). El registro del censo sigue una fórmula y las mismas palabras se repiten para cada tribu. Una y otra vez se lee que estos hombres podían ir a la guerra. Aquí hay un recordatorio de la responsa bilidad. La Biblia siempre une el privilegio con el deber. Entrar a Canaán era el privilegio; pero mientras que cada hombre era contado y cruzaba la línea, sabía que se estaba convirtiendo en un soldado (Exo. 23:20-33). De igual manera, la responsabilidad de ser soldados espirituales cae sobre la iglesia del NT (Ef. 6:10-17; 1 Tim. 6:12; Heb. 4:11). Ningún miembro está exento de este deber. El camino al reino es angosto y difícil (Mat. 7:14).

Los eruditos han observado cuatro dificultades con las cantidades registradas en el texto.

1. El problema del tamaño. Si había arriba de 600.000 hombres de guerra, toda la multitud debe haber sido de más de dos millones de personas. ¿Cómo pudieron sobrevivir todos estos en el desierto por 40 años? La realidad de este problema lo enfrentó Israel desde el principio (Exo. 16:3) y la provisión del maná se recordó a través de toda la historia (Deut. 29:5, 6; Juan 6:31). Además, el pueblo salió de Egipto con sus rebaños y ganados suficientemente grandes como para ofrecer sacrificios (Exo. 12:32; Núm. 32:16; 7:1-89), bebieron agua de la roca, y se mudaron repetidamente a diferentes sitios. También tomaron botín en las batallas (31:25-54; Exo. 17:8-16).

Tabla 6. Los dos censos

Tribu

Primer censo

Segundo censo

(1:20-46)

(26:5-51)

Rubén

46.500

43.730

Simeón

59.300

22.200

Gad

45.650

40.500

Judá

74.600

76.500

Isacar

54.400

64.300

Zabulón

57.400

60.500

Efraín

40.500

32.5001

Manasés

32.200

52.7001

Benjamín

35.400

45.600

Dan

62.700

64.400

Aser

41.500

53.400

Neftalí

53.400

45.400

Total

603.550

601.730

2. Supuesta incongruencia en las Escrituras. Algunos textos dicen que las cantidades eran pequeñas; se dice que eran insignificantes entre los pueblos (Exo. 23:29, 30; Deut. 7:7). Tales declaracio nes no incluyen la cuenta de las personas sino que son evaluaciones para enseñarle humildad a Israel; ellos no eran merecedores del amor de Dios. Estas declaraciones son balanceadas por la evidencia de que, a pesar de todo, Israel era una fuerza substancial (Exo. 1:7).

3. Los totales son figuras redondas y, por lo mismo, parecen artificiales. El texto declara que los hombres contados “podían ir a la guerra”. Es posible que los hombres fueran puestos en grupos y que los números impares no fueran incluidos, pero debemos evitar la especulación. Simplemente no se nos dice el porqué los números son redondos. Sin embargo, una cosa es clara: En este tiempo Moisés había organizado a Israel bajo “jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez” (Exo. 18:21). Esta puede ser la razón más obvia de por qué el censo produjo totales que se acercaban a los 100, 50 y 10.

4. Los relativamente pocos primogénitos. Había 22.273 hijos primogénitos (3:43), pero 603.550 adultos hombres, una proporción de 1 por 27. Si había un número similar de hijas, las cantidades sugerirían que las familias tenían 50 o más hijos, y sólo uno era el “primogénito”. Se han presentado varias sugerencias para resolver este problema; p. ej. quizá sólo se contaron los que habían nacido desde la Pascua, o la familia puede haber incluido hijos, esclavos nacidos en casa y siervos comprados con dinero (p. ej. la familia de Abraham en Gén. 14:14; 15:2; 17:13 incluía todos estos, pero Isaac era su heredero). El término “primogénito” puede referirse al hijo que, con el tiempo, sucedería a su padre como cabeza de la familia. Otras consideraciones pueden incluir la política egipcia de matar a los varones al momento de nacer, pero esto sucedió muchos años antes y fracasó en reducir los números de Israel (Exo. 1:22).

Inquietos por dichas aparentes dificultades con las cantidades, algunos han pensado que los números no son reales sino que requieren una interpretación; p. ej. el término “mil” puede significar un clan o grupo, no exactamente 1.000 personas. Sin embargo, Exo. 38:25-28 no favorece dicho punto de vista porque confirma el total de 603.550. Además, en otros lugares en Núm. donde se presentan las cantidades y medidas, parece ser que los totales dados tienen el fin de ser matemáticamente exactos y congruentes (3:21, 22; 31:32-47; 35:4, 5). ¿Debemos, entonces, tomar los números en estos censos literalmente? Esta es la manera natural de entender un censo (por persona) a menos que descubramos fuerte evidencia al contrario. Las cuatro objeciones observadas anteriormente no deben sobreestimarse. Las primeras dos no son suficientemente fuertes para imponerse sobre la interpretación lite ral. No podemos saber con certeza si los totales eran figuras redondas; sin embargo, esta característica puede alertarnos para buscar algún postulado subyacente que se daba por hecho en el antiguo Israel que nosotros no conocemos. La evidencia de Exo. 18:21 apunta a esto. La cuarta objeción, que proporcionalmente hay pocos primogénitos, puede apuntar en la misma dirección. Debemos tener cuidado de no rechazar una interpretación literal simplemente porque no podemos comprenderla completamente. Una cosa sí es clara: el texto no hace ningún esfuerzo por conciliar estas figuras. No presentaba ningún problema para el autor.



La tribu de Leví. Leví fue uno de los 12 hijos de Jacob (Gén. 29:34) y era conocido por su violencia (Gén. 34:25-31; 49:5-7). La fiereza de los levitas por una causa justa permitió que fueran apartados como sacerdotes. Después del pecado del becerro de oro, estuvieron listos para matar con la espada a cerca de 3.000 de su propia raza (Exo. 32:25-29). Ahora se confirma su separación para el sacerdocio. No se les debía contar en el censo ni servirían en el ejército. Al contrario, ellos estaban a cargo del tabernáculo. Esta era una gran tarea y no dejaba lugar para tareas adicionales. El apóstol Pablo aplica el mismo principio al ministerio cristiano (2 Tim. 2:1-7). Lo levitas no debían acampar con las otras tribus sino alrededor del tabernáculo de reunión (v. 53), también conocido como el tabernáculo del testimonio (refiriéndose a las tablas del testimonio, Exo. 34:29).

Aunque Israel fue llamado a ser un reino de sacerdotes, no todos podían acercarse al tabernáculo. Sólo la tribu de Leví fue escogida para este servicio. Cualquier otra persona (descrita en el heb. como “el extraño” a la tribu de Leví) que se atreviera a acercarse sería condenada a muerte (v. 51). Dios nunca permitiría que su santidad fuera olvidada. Su pueblo debía temerle todo el tiempo con reverencia y respeto. La exagerada familiaridad con Dios era demasiada insensatez y pecado. De aquí que el monte Sinaí no debía tocarse (Exo. 19:11-13, 21-24), y Moisés tuvo que quitarse las sandalias ante la zarza ardiendo (Exo. 3:5, 6). Debe sorprendernos en gran manera el hecho de que la belleza del santuario estaba vedada a los ojos de casi todo Israel. Aun entre los sacerdotes, sólo el sumo sacerdote podía entrar al lugar santísimo, y sólo una vez al año (Lev. 16:2). El NT usa esto para mostrar que el sumo sacerdocio de Cristo es muy superior que el de Aarón; Cristo abrió el camino hacia el cielo mismo. Por supuesto, esto no quita el deber de temer al Señor; al contrario, lo enfatiza más (Heb. 10:19-22; 12:18-29). Sin embargo, la separación de Leví no redujo el número de las tribus. Los dos hijos de José, Efraín y Manasés, formaron dos tribus para completar e

Plan del campamento



El Señor ordena a Moisés que cense al pueblo. Las primeras palabras del libro, El Señor habló, muestran que la palabra de Dios dirigió todo lo que fue hecho en preparación para el viaje (cf. 4:49; 7:89; 9:18-23). Ya se ha explicado en la Introducción cómo este libro alterna entre la palabra de Dios y las palabras del hombre. Inmediatamente que comienzan a hablar, su incredulidad y descontento se revelan y comienzan los problemas (11:1-3). Los detalles del tabernáculo de reunión se dan en Exo. 25-31 y 35-40 (ver material sobre 4:1-33). Este era el lugar donde Dios moraba en medio de su pueblo (Exo. 25:8).

Es sabido que aproximadamente 600.000 hombres salieron a pie de Egipto, juntamente con mujeres, niños y gentiles que se unieron a ellos (Exo. 12:37, 38). Ahora se toma un censo. El censo siguió ciertos principios. Respeta la estructura tribal y familiar. Sólo los hombres arriba de 20 años son contados. Aparentemente, a la edad de 20 se convertían en adultos (v. 3). Las mujeres no eran contadas porque no tenían una posición independiente, sino estaban bajo la autoridad del padre o del esposo (ver material sobre el cap. 30). En base a esto es obvio que la autoridad del hombre sobre la mujer era incuestionable. Los hijos también estaban sujetos a sus padres. Israel no era una sociedad de iguales; tal idea es completamente extraña a la Biblia. Entre los hombres había líderes; y entre los levitas encontramos una jerarquía. Dios requiere que el pueblo respete las diferencias que él ha establecido entre ellos. Esto también es verdad en la iglesia actual, cuyos miembros tienen dones que difieren de acuerdo con la gracia y voluntad de Dios (Rom. 12:3-8). Sin embargo, esto no debe convertirse en una excusa para imponer distinciones hechas por los hombres, las cuales no son de Dios.

En Exo. 30:12-16 se provee una idea sobre cómo se llevó a cabo el censo: Mientras eran contados, los israelitas cruzaban cierta línea y se unían a los que ya habían sido contados del pueblo de Dios (ver también Exo. 38:25-28). Este es un cuadro bastante gráfico. La lista del censo se asemeja de alguna manera al libro de la vida que menciona Moisés. ¡Qué terrible ser borrado de la lista del pue blo de Dios! (Exo. 32:32, 33; Sal. 69:28). El libro de la vida se menciona varias veces en las Escrituras. Más tarde se denomina “el libro de la vida del Cordero”. Cualquiera cuyo nombre no se encuentre inscrito ahí no entrará a la presencia de Dios, sino será echado fuera para siempre (Apoc. 13:8; 20:11-15). Existe una analogía entre Israel preparándose para Canaán y el pueblo de Dios actual preparándose para el reino que no puede ser conmovido. Así como el campamento fue purificado de toda inmundicia (5:1-4), igualmente sólo los puros serán registrados en el libro de la vida y entrarán a la ciudad celestial (Apoc. 3:5; 21:27). Uno de los propósitos del censo era conformar un ejército. Este sería el medio para conducir al pueblo a su herencia: la tierra prometida. De esta manera, el censo inmediatamente introduce la meta última de Núm., establecida por la promesa de Dios. La palabra escuadrones o “ejército” también significa “multitudes”; un recordatorio más de que Dios estaba cumpliendo su promesa de que los descendientes de Abraham se multiplicarían. Los israelitas ya eran tantos que los egipcios tenían miedo de ellos. La promesa de Dios era que llegarían a ser tan numerosos que no podrían ser contados. El censo, entonces, indica que la promesa aún no había sido cumplida. De esta manera se presagia un censo mucho más grande, cuando todo el pueblo de Dios se congregará ante él (Apoc. 7:4-9).



Los líderes de las tribus. Los hombres designados para contar al pueblo eran líderes entre las tribus, jefes de familias (v. 4). Las tribus de Israel estaban formadas de clanes y … casas paternas (familias; v. 20). Al designar a estos hombres para que condujeran el censo, Dios escogió respetar el orden social que él mismo había establecido. Aunque Dios trata con la gente de acuerdo con su posición (p. ej. los maestros serán juzgados más rigurosamente), sin embargo, esto es balanceado por una estricta imparcialidad. La Biblia advierte que Dios no muestra favoritismo, lo cual algunos han comprobado, sufriendo la consecuencia (caps. 16-17; Lev. 10). Los nombres incluidos en la lista de líderes son interesantes. Ocho nombres incluyen la palabra El, que significa “Dios” (p. ej. Elisur en el v. 5 significa “mi Dios es una roca”); otros tienen el nombre de Dios, shaddai, como parte de su nombre (p. ej. Amisadai en el v. 12). Ninguno usa el nombre divino que se le reveló a Moisés en la zarza ardiendo, lo cual contrasta con nombres posteriores como Josafat (Yeho-shapat) o Jeremías (Jeremi-Yah). El nombre de Dios revelado a Moisés en Exo. 3:13-15 se escribe en heb. haciendo uso de cuatro letras YHWH. Dado que la pronunciación es incierta, la mayoría de las versiones bíblicas tienden a traducirla como Señor. El hecho de que ninguno de los nombres de los líderes se forma usando este nombre divino indica que la lista es genuinamente antigua. Nótese que estos líderes más tarde presentan las ofrendas de las tribus para dedicar el tabernáculo de la reunión (7:1-89).



El censo. Las cantidades son impresionantes. Sólo 70 personas habían entrado en Egipto (Exo. 1:1-5) pero se habían multiplicado hasta el punto que el faraón tenía temor de ellos (Exo. 1:7-9). Aun en lo más duro de la esclavitud, Dios había guardado su promesa de hacer que los descendientes de Abraham fueran como las estrellas, imposible de contarse. Sin embargo, después de 40 años, el segundo censo revela que sus números habían caído de 603.550 a 601.730 (1:46; 26:51). Esto quizá manifestaba que Dios había retenido sus bendiciones de la generación malvada, la cual pereció en el desierto. Aun así, no fueron totalmente abandonados, y cuando Moisés repasó la historia pudo recordarles: “Jehovah tu Dios te ha bendecido en toda la obra de tus manos. El conoce tu caminar por este gran desierto. Jehovah tu Dios ha estado contigo estos 40 años, y ninguna cosa te ha faltado” (Deut. 2:7). Por supuesto, el pueblo había sido alimentado con maná del cielo desde el día que salieron de Egipto (Exo. 16:35). Nótese también que algunas tribus habían crecido mientras que otras decrecieron, pero Judá se mantuvo como la más numerosa. A través de toda la historia de Israel, Judá fue favorecida por Dios. De esta tribu vendría oportunamente el Mesías (ver material sobre 2:1-34). El registro del censo sigue una fórmula y las mismas palabras se repiten para cada tribu. Una y otra vez se lee que estos hombres podían ir a la guerra. Aquí hay un recordatorio de la responsa bilidad. La Biblia siempre une el privilegio con el deber. Entrar a Canaán era el privilegio; pero mientras que cada hombre era contado y cruzaba la línea, sabía que se estaba convirtiendo en un soldado (Exo. 23:20-33). De igual manera, la responsabilidad de ser soldados espirituales cae sobre la iglesia del NT (Ef. 6:10-17; 1 Tim. 6:12; Heb. 4:11). Ningún miembro está exento de este deber. El camino al reino es angosto y difícil (Mat. 7:14).

Los eruditos han observado cuatro dificultades con las cantidades registradas en el texto.

1. El problema del tamaño. Si había arriba de 600.000 hombres de guerra, toda la multitud debe haber sido de más de dos millones de personas. ¿Cómo pudieron sobrevivir todos estos en el desierto por 40 años? La realidad de este problema lo enfrentó Israel desde el principio (Exo. 16:3) y la provisión del maná se recordó a través de toda la historia (Deut. 29:5, 6; Juan 6:31). Además, el pueblo salió de Egipto con sus rebaños y ganados suficientemente grandes como para ofrecer sacrificios (Exo. 12:32; Núm. 32:16; 7:1-89), bebieron agua de la roca, y se mudaron repetidamente a diferentes sitios. También tomaron botín en las batallas (31:25-54; Exo. 17:8-16).

Tabla 6. Los dos censos

Tribu

Primer censo

Segundo censo

(1:20-46)

(26:5-51)

Rubén

46.500

43.730

Simeón

59.300

22.200

Gad

45.650

40.500

Judá

74.600

76.500

Isacar

54.400

64.300

Zabulón

57.400

60.500

Efraín

40.500

32.5001

Manasés

32.200

52.7001

Benjamín

35.400

45.600

Dan

62.700

64.400

Aser

41.500

53.400

Neftalí

53.400

45.400

Total

603.550

601.730

2. Supuesta incongruencia en las Escrituras. Algunos textos dicen que las cantidades eran pequeñas; se dice que eran insignificantes entre los pueblos (Exo. 23:29, 30; Deut. 7:7). Tales declaracio nes no incluyen la cuenta de las personas sino que son evaluaciones para enseñarle humildad a Israel; ellos no eran merecedores del amor de Dios. Estas declaraciones son balanceadas por la evidencia de que, a pesar de todo, Israel era una fuerza substancial (Exo. 1:7).

3. Los totales son figuras redondas y, por lo mismo, parecen artificiales. El texto declara que los hombres contados “podían ir a la guerra”. Es posible que los hombres fueran puestos en grupos y que los números impares no fueran incluidos, pero debemos evitar la especulación. Simplemente no se nos dice el porqué los números son redondos. Sin embargo, una cosa es clara: En este tiempo Moisés había organizado a Israel bajo “jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez” (Exo. 18:21). Esta puede ser la razón más obvia de por qué el censo produjo totales que se acercaban a los 100, 50 y 10.

4. Los relativamente pocos primogénitos. Había 22.273 hijos primogénitos (3:43), pero 603.550 adultos hombres, una proporción de 1 por 27. Si había un número similar de hijas, las cantidades sugerirían que las familias tenían 50 o más hijos, y sólo uno era el “primogénito”. Se han presentado varias sugerencias para resolver este problema; p. ej. quizá sólo se contaron los que habían nacido desde la Pascua, o la familia puede haber incluido hijos, esclavos nacidos en casa y siervos comprados con dinero (p. ej. la familia de Abraham en Gén. 14:14; 15:2; 17:13 incluía todos estos, pero Isaac era su heredero). El término “primogénito” puede referirse al hijo que, con el tiempo, sucedería a su padre como cabeza de la familia. Otras consideraciones pueden incluir la política egipcia de matar a los varones al momento de nacer, pero esto sucedió muchos años antes y fracasó en reducir los números de Israel (Exo. 1:22).

Inquietos por dichas aparentes dificultades con las cantidades, algunos han pensado que los números no son reales sino que requieren una interpretación; p. ej. el término “mil” puede significar un clan o grupo, no exactamente 1.000 personas. Sin embargo, Exo. 38:25-28 no favorece dicho punto de vista porque confirma el total de 603.550. Además, en otros lugares en Núm. donde se presentan las cantidades y medidas, parece ser que los totales dados tienen el fin de ser matemáticamente exactos y congruentes (3:21, 22; 31:32-47; 35:4, 5). ¿Debemos, entonces, tomar los números en estos censos literalmente? Esta es la manera natural de entender un censo (por persona) a menos que descubramos fuerte evidencia al contrario. Las cuatro objeciones observadas anteriormente no deben sobreestimarse. Las primeras dos no son suficientemente fuertes para imponerse sobre la interpretación lite ral. No podemos saber con certeza si los totales eran figuras redondas; sin embargo, esta característica puede alertarnos para buscar algún postulado subyacente que se daba por hecho en el antiguo Israel que nosotros no conocemos. La evidencia de Exo. 18:21 apunta a esto. La cuarta objeción, que proporcionalmente hay pocos primogénitos, puede apuntar en la misma dirección. Debemos tener cuidado de no rechazar una interpretación literal simplemente porque no podemos comprenderla completamente. Una cosa sí es clara: el texto no hace ningún esfuerzo por conciliar estas figuras. No presentaba ningún problema para el autor.



La tribu de Leví. Leví fue uno de los 12 hijos de Jacob (Gén. 29:34) y era conocido por su violencia (Gén. 34:25-31; 49:5-7). La fiereza de los levitas por una causa justa permitió que fueran apartados como sacerdotes. Después del pecado del becerro de oro, estuvieron listos para matar con la espada a cerca de 3.000 de su propia raza (Exo. 32:25-29). Ahora se confirma su separación para el sacerdocio. No se les debía contar en el censo ni servirían en el ejército. Al contrario, ellos estaban a cargo del tabernáculo. Esta era una gran tarea y no dejaba lugar para tareas adicionales. El apóstol Pablo aplica el mismo principio al ministerio cristiano (2 Tim. 2:1-7). Lo levitas no debían acampar con las otras tribus sino alrededor del tabernáculo de reunión (v. 53), también conocido como el tabernáculo del testimonio (refiriéndose a las tablas del testimonio, Exo. 34:29).

Aunque Israel fue llamado a ser un reino de sacerdotes, no todos podían acercarse al tabernáculo. Sólo la tribu de Leví fue escogida para este servicio. Cualquier otra persona (descrita en el heb. como “el extraño” a la tribu de Leví) que se atreviera a acercarse sería condenada a muerte (v. 51). Dios nunca permitiría que su santidad fuera olvidada. Su pueblo debía temerle todo el tiempo con reverencia y respeto. La exagerada familiaridad con Dios era demasiada insensatez y pecado. De aquí que el monte Sinaí no debía tocarse (Exo. 19:11-13, 21-24), y Moisés tuvo que quitarse las sandalias ante la zarza ardiendo (Exo. 3:5, 6). Debe sorprendernos en gran manera el hecho de que la belleza del santuario estaba vedada a los ojos de casi todo Israel. Aun entre los sacerdotes, sólo el sumo sacerdote podía entrar al lugar santísimo, y sólo una vez al año (Lev. 16:2). El NT usa esto para mostrar que el sumo sacerdocio de Cristo es muy superior que el de Aarón; Cristo abrió el camino hacia el cielo mismo. Por supuesto, esto no quita el deber de temer al Señor; al contrario, lo enfatiza más (Heb. 10:19-22; 12:18-29). Sin embargo, la separación de Leví no redujo el número de las tribus. Los dos hijos de José, Efraín y Manasés, formaron dos tribus para completar e

Plan del campamento



El Señor ordena a Moisés que cense al pueblo. Las primeras palabras del libro, El Señor habló, muestran que la palabra de Dios dirigió todo lo que fue hecho en preparación para el viaje (cf. 4:49; 7:89; 9:18-23). Ya se ha explicado en la Introducción cómo este libro alterna entre la palabra de Dios y las palabras del hombre. Inmediatamente que comienzan a hablar, su incredulidad y descontento se revelan y comienzan los problemas (11:1-3). Los detalles del tabernáculo de reunión se dan en Exo. 25-31 y 35-40 (ver material sobre 4:1-33). Este era el lugar donde Dios moraba en medio de su pueblo (Exo. 25:8).

Es sabido que aproximadamente 600.000 hombres salieron a pie de Egipto, juntamente con mujeres, niños y gentiles que se unieron a ellos (Exo. 12:37, 38). Ahora se toma un censo. El censo siguió ciertos principios. Respeta la estructura tribal y familiar. Sólo los hombres arriba de 20 años son contados. Aparentemente, a la edad de 20 se convertían en adultos (v. 3). Las mujeres no eran contadas porque no tenían una posición independiente, sino estaban bajo la autoridad del padre o del esposo (ver material sobre el cap. 30). En base a esto es obvio que la autoridad del hombre sobre la mujer era incuestionable. Los hijos también estaban sujetos a sus padres. Israel no era una sociedad de iguales; tal idea es completamente extraña a la Biblia. Entre los hombres había líderes; y entre los levitas encontramos una jerarquía. Dios requiere que el pueblo respete las diferencias que él ha establecido entre ellos. Esto también es verdad en la iglesia actual, cuyos miembros tienen dones que difieren de acuerdo con la gracia y voluntad de Dios (Rom. 12:3-8). Sin embargo, esto no debe convertirse en una excusa para imponer distinciones hechas por los hombres, las cuales no son de Dios.

En Exo. 30:12-16 se provee una idea sobre cómo se llevó a cabo el censo: Mientras eran contados, los israelitas cruzaban cierta línea y se unían a los que ya habían sido contados del pueblo de Dios (ver también Exo. 38:25-28). Este es un cuadro bastante gráfico. La lista del censo se asemeja de alguna manera al libro de la vida que menciona Moisés. ¡Qué terrible ser borrado de la lista del pue blo de Dios! (Exo. 32:32, 33; Sal. 69:28). El libro de la vida se menciona varias veces en las Escrituras. Más tarde se denomina “el libro de la vida del Cordero”. Cualquiera cuyo nombre no se encuentre inscrito ahí no entrará a la presencia de Dios, sino será echado fuera para siempre (Apoc. 13:8; 20:11-15). Existe una analogía entre Israel preparándose para Canaán y el pueblo de Dios actual preparándose para el reino que no puede ser conmovido. Así como el campamento fue purificado de toda inmundicia (5:1-4), igualmente sólo los puros serán registrados en el libro de la vida y entrarán a la ciudad celestial (Apoc. 3:5; 21:27). Uno de los propósitos del censo era conformar un ejército. Este sería el medio para conducir al pueblo a su herencia: la tierra prometida. De esta manera, el censo inmediatamente introduce la meta última de Núm., establecida por la promesa de Dios. La palabra escuadrones o “ejército” también significa “multitudes”; un recordatorio más de que Dios estaba cumpliendo su promesa de que los descendientes de Abraham se multiplicarían. Los israelitas ya eran tantos que los egipcios tenían miedo de ellos. La promesa de Dios era que llegarían a ser tan numerosos que no podrían ser contados. El censo, entonces, indica que la promesa aún no había sido cumplida. De esta manera se presagia un censo mucho más grande, cuando todo el pueblo de Dios se congregará ante él (Apoc. 7:4-9).



Los líderes de las tribus. Los hombres designados para contar al pueblo eran líderes entre las tribus, jefes de familias (v. 4). Las tribus de Israel estaban formadas de clanes y … casas paternas (familias; v. 20). Al designar a estos hombres para que condujeran el censo, Dios escogió respetar el orden social que él mismo había establecido. Aunque Dios trata con la gente de acuerdo con su posición (p. ej. los maestros serán juzgados más rigurosamente), sin embargo, esto es balanceado por una estricta imparcialidad. La Biblia advierte que Dios no muestra favoritismo, lo cual algunos han comprobado, sufriendo la consecuencia (caps. 16-17; Lev. 10). Los nombres incluidos en la lista de líderes son interesantes. Ocho nombres incluyen la palabra El, que significa “Dios” (p. ej. Elisur en el v. 5 significa “mi Dios es una roca”); otros tienen el nombre de Dios, shaddai, como parte de su nombre (p. ej. Amisadai en el v. 12). Ninguno usa el nombre divino que se le reveló a Moisés en la zarza ardiendo, lo cual contrasta con nombres posteriores como Josafat (Yeho-shapat) o Jeremías (Jeremi-Yah). El nombre de Dios revelado a Moisés en Exo. 3:13-15 se escribe en heb. haciendo uso de cuatro letras YHWH. Dado que la pronunciación es incierta, la mayoría de las versiones bíblicas tienden a traducirla como Señor. El hecho de que ninguno de los nombres de los líderes se forma usando este nombre divino indica que la lista es genuinamente antigua. Nótese que estos líderes más tarde presentan las ofrendas de las tribus para dedicar el tabernáculo de la reunión (7:1-89).



El censo. Las cantidades son impresionantes. Sólo 70 personas habían entrado en Egipto (Exo. 1:1-5) pero se habían multiplicado hasta el punto que el faraón tenía temor de ellos (Exo. 1:7-9). Aun en lo más duro de la esclavitud, Dios había guardado su promesa de hacer que los descendientes de Abraham fueran como las estrellas, imposible de contarse. Sin embargo, después de 40 años, el segundo censo revela que sus números habían caído de 603.550 a 601.730 (1:46; 26:51). Esto quizá manifestaba que Dios había retenido sus bendiciones de la generación malvada, la cual pereció en el desierto. Aun así, no fueron totalmente abandonados, y cuando Moisés repasó la historia pudo recordarles: “Jehovah tu Dios te ha bendecido en toda la obra de tus manos. El conoce tu caminar por este gran desierto. Jehovah tu Dios ha estado contigo estos 40 años, y ninguna cosa te ha faltado” (Deut. 2:7). Por supuesto, el pueblo había sido alimentado con maná del cielo desde el día que salieron de Egipto (Exo. 16:35). Nótese también que algunas tribus habían crecido mientras que otras decrecieron, pero Judá se mantuvo como la más numerosa. A través de toda la historia de Israel, Judá fue favorecida por Dios. De esta tribu vendría oportunamente el Mesías (ver material sobre 2:1-34). El registro del censo sigue una fórmula y las mismas palabras se repiten para cada tribu. Una y otra vez se lee que estos hombres podían ir a la guerra. Aquí hay un recordatorio de la responsa bilidad. La Biblia siempre une el privilegio con el deber. Entrar a Canaán era el privilegio; pero mientras que cada hombre era contado y cruzaba la línea, sabía que se estaba convirtiendo en un soldado (Exo. 23:20-33). De igual manera, la responsabilidad de ser soldados espirituales cae sobre la iglesia del NT (Ef. 6:10-17; 1 Tim. 6:12; Heb. 4:11). Ningún miembro está exento de este deber. El camino al reino es angosto y difícil (Mat. 7:14).

Los eruditos han observado cuatro dificultades con las cantidades registradas en el texto.

1. El problema del tamaño. Si había arriba de 600.000 hombres de guerra, toda la multitud debe haber sido de más de dos millones de personas. ¿Cómo pudieron sobrevivir todos estos en el desierto por 40 años? La realidad de este problema lo enfrentó Israel desde el principio (Exo. 16:3) y la provisión del maná se recordó a través de toda la historia (Deut. 29:5, 6; Juan 6:31). Además, el pueblo salió de Egipto con sus rebaños y ganados suficientemente grandes como para ofrecer sacrificios (Exo. 12:32; Núm. 32:16; 7:1-89), bebieron agua de la roca, y se mudaron repetidamente a diferentes sitios. También tomaron botín en las batallas (31:25-54; Exo. 17:8-16).

Tabla 6. Los dos censos

Tribu

Primer censo

Segundo censo

(1:20-46)

(26:5-51)

Rubén

46.500

43.730

Simeón

59.300

22.200

Gad

45.650

40.500

Judá

74.600

76.500

Isacar

54.400

64.300

Zabulón

57.400

60.500

Efraín

40.500

32.5001

Manasés

32.200

52.7001

Benjamín

35.400

45.600

Dan

62.700

64.400

Aser

41.500

53.400

Neftalí

53.400

45.400

Total

603.550

601.730

2. Supuesta incongruencia en las Escrituras. Algunos textos dicen que las cantidades eran pequeñas; se dice que eran insignificantes entre los pueblos (Exo. 23:29, 30; Deut. 7:7). Tales declaracio nes no incluyen la cuenta de las personas sino que son evaluaciones para enseñarle humildad a Israel; ellos no eran merecedores del amor de Dios. Estas declaraciones son balanceadas por la evidencia de que, a pesar de todo, Israel era una fuerza substancial (Exo. 1:7).

3. Los totales son figuras redondas y, por lo mismo, parecen artificiales. El texto declara que los hombres contados “podían ir a la guerra”. Es posible que los hombres fueran puestos en grupos y que los números impares no fueran incluidos, pero debemos evitar la especulación. Simplemente no se nos dice el porqué los números son redondos. Sin embargo, una cosa es clara: En este tiempo Moisés había organizado a Israel bajo “jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez” (Exo. 18:21). Esta puede ser la razón más obvia de por qué el censo produjo totales que se acercaban a los 100, 50 y 10.

4. Los relativamente pocos primogénitos. Había 22.273 hijos primogénitos (3:43), pero 603.550 adultos hombres, una proporción de 1 por 27. Si había un número similar de hijas, las cantidades sugerirían que las familias tenían 50 o más hijos, y sólo uno era el “primogénito”. Se han presentado varias sugerencias para resolver este problema; p. ej. quizá sólo se contaron los que habían nacido desde la Pascua, o la familia puede haber incluido hijos, esclavos nacidos en casa y siervos comprados con dinero (p. ej. la familia de Abraham en Gén. 14:14; 15:2; 17:13 incluía todos estos, pero Isaac era su heredero). El término “primogénito” puede referirse al hijo que, con el tiempo, sucedería a su padre como cabeza de la familia. Otras consideraciones pueden incluir la política egipcia de matar a los varones al momento de nacer, pero esto sucedió muchos años antes y fracasó en reducir los números de Israel (Exo. 1:22).

Inquietos por dichas aparentes dificultades con las cantidades, algunos han pensado que los números no son reales sino que requieren una interpretación; p. ej. el término “mil” puede significar un clan o grupo, no exactamente 1.000 personas. Sin embargo, Exo. 38:25-28 no favorece dicho punto de vista porque confirma el total de 603.550. Además, en otros lugares en Núm. donde se presentan las cantidades y medidas, parece ser que los totales dados tienen el fin de ser matemáticamente exactos y congruentes (3:21, 22; 31:32-47; 35:4, 5). ¿Debemos, entonces, tomar los números en estos censos literalmente? Esta es la manera natural de entender un censo (por persona) a menos que descubramos fuerte evidencia al contrario. Las cuatro objeciones observadas anteriormente no deben sobreestimarse. Las primeras dos no son suficientemente fuertes para imponerse sobre la interpretación lite ral. No podemos saber con certeza si los totales eran figuras redondas; sin embargo, esta característica puede alertarnos para buscar algún postulado subyacente que se daba por hecho en el antiguo Israel que nosotros no conocemos. La evidencia de Exo. 18:21 apunta a esto. La cuarta objeción, que proporcionalmente hay pocos primogénitos, puede apuntar en la misma dirección. Debemos tener cuidado de no rechazar una interpretación literal simplemente porque no podemos comprenderla completamente. Una cosa sí es clara: el texto no hace ningún esfuerzo por conciliar estas figuras. No presentaba ningún problema para el autor.



La tribu de Leví. Leví fue uno de los 12 hijos de Jacob (Gén. 29:34) y era conocido por su violencia (Gén. 34:25-31; 49:5-7). La fiereza de los levitas por una causa justa permitió que fueran apartados como sacerdotes. Después del pecado del becerro de oro, estuvieron listos para matar con la espada a cerca de 3.000 de su propia raza (Exo. 32:25-29). Ahora se confirma su separación para el sacerdocio. No se les debía contar en el censo ni servirían en el ejército. Al contrario, ellos estaban a cargo del tabernáculo. Esta era una gran tarea y no dejaba lugar para tareas adicionales. El apóstol Pablo aplica el mismo principio al ministerio cristiano (2 Tim. 2:1-7). Lo levitas no debían acampar con las otras tribus sino alrededor del tabernáculo de reunión (v. 53), también conocido como el tabernáculo del testimonio (refiriéndose a las tablas del testimonio, Exo. 34:29).

Aunque Israel fue llamado a ser un reino de sacerdotes, no todos podían acercarse al tabernáculo. Sólo la tribu de Leví fue escogida para este servicio. Cualquier otra persona (descrita en el heb. como “el extraño” a la tribu de Leví) que se atreviera a acercarse sería condenada a muerte (v. 51). Dios nunca permitiría que su santidad fuera olvidada. Su pueblo debía temerle todo el tiempo con reverencia y respeto. La exagerada familiaridad con Dios era demasiada insensatez y pecado. De aquí que el monte Sinaí no debía tocarse (Exo. 19:11-13, 21-24), y Moisés tuvo que quitarse las sandalias ante la zarza ardiendo (Exo. 3:5, 6). Debe sorprendernos en gran manera el hecho de que la belleza del santuario estaba vedada a los ojos de casi todo Israel. Aun entre los sacerdotes, sólo el sumo sacerdote podía entrar al lugar santísimo, y sólo una vez al año (Lev. 16:2). El NT usa esto para mostrar que el sumo sacerdocio de Cristo es muy superior que el de Aarón; Cristo abrió el camino hacia el cielo mismo. Por supuesto, esto no quita el deber de temer al Señor; al contrario, lo enfatiza más (Heb. 10:19-22; 12:18-29). Sin embargo, la separación de Leví no redujo el número de las tribus. Los dos hijos de José, Efraín y Manasés, formaron dos tribus para completar e

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