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Hageo 1 - Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

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Hageo 1

Exhortación a edificar el templo

1 En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, diciendo:

2 Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada.

3 Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo:

4 ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta?

5 Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos.

6 Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.

7 Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos.

8 Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová.

9 Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa.

10 Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos.

11 Y llamé la sequía sobre esta tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos.

12 Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo, la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Hageo, como le había enviado Jehová su Dios; y temió el pueblo delante de Jehová.

13 Entonces Hageo, enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros, dice Jehová.

14 Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios,

15 en el día veinticuatro del mes sexto, en el segundo año del rey Darío.

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Hageo 1

¿Cuál casa primero? El libro empieza estableciendo la fecha (520 a. de J.C.), el pueblo al que la palabra de Dios fue enviada, y por medio de quién fue enviada. (Para mayores detalles véase la Introducción.) Aunque afectaba a toda la comunidad, la palabra fue dada solamente a los dos dirigentes en esta etapa.

El pueblo estaba en contra de construir el templo. Anteriormente había habido intentos de parte delsus vecinos para desalentarlos y atemorizarlos (Esd. 4:4, 5). Sin embargo, no hay indicación de que este fuera todavía el caso. Para este entonces el pueblo estaba viviendo en casas enmaderadas. Esta frase implica prosperidad y comodidad, y que la construcción de sus casas estaba completa.

La respuesta del Señor toma las propias palabras del pueblo tiempo y casa. ¿Por qué era tiempo de trabajar en sus casas pero no en la casa de Dios? Al construir para ellos mismos pero no para él, a la gente aparentemente no le importaba si el Señor vivía entre ellos o no. Su actitud revelaba sus prioridades.

Las palabras “ruinas” (9) y “sequía” (11) son muy similares en el heb. En Israel se pensaba que la lluvia era una bendición (ver Sal. 65:9, 10), y la falta de lluvia era igual a la falta de atención prestada a la casa de Dios.



Abrid vuestros ojos. La gente estaba bajo maldición (Deut. 28:15-68). Un efecto de estar bajo maldición es entrar en confusión, y así dejar de reconocer lo que está sucediendo (Deut. 28:28). Este era el caso aquí. La maldición afectaba su comida, su bebida, su vestido y el dinero. Esta experiencia de dejar de ver la mano de Dios en nuestros problemas es común entre los creyentes hoy en día; no comprendemos los efectos del pecado que toleramos en nuestras vidas (Amós 4). Esto no significa que todos los desastres son por causa del pecado, sino más bien que el pecado tiene consecuencias (Ose. 8:7).

El problema de la gente con el dinero no era que le faltara, puesto que tenían casas enmaderadas y ganaban jornales (4, 6). Más bien, era que su dinero perdía rápidamente su valor. El efecto dañino de la inflación se ve aquí como de origen espiritual, un hecho que a menudo es ignorado hoy cuando se hacen intentos por enfrentar la inflación sin investigar las causas subyacentes.

La sequía alcanzó hasta al rocío (ver Deut. 11:10-17; 28:23). Los efectos marcados de la maldición resaltan más (cf. Deut. 28:18, 38-40). La desobediencia del pueblo había hecho que la clase de vida que se describe en el Sal. 104:10-23 pareciera un sueño distante.

La palabra de Dios sugiere que su casa había de ser reconstruida en el mismo sitio y con el mismo plan (2:20-23). Este propósito era tal que Dios se complacería en él y recibiría honra de él. Este sigue siendo su deseo hoy para su pueblo, que funciona como un edificio espiritual (1 Cor. 3:9-17).



la Respuesta Del Pueblo: “empieza la Reconstruccion.”

Los dirigentes y el pueblo aceptaron el mensaje de Hageo y actuaron por él. Se nos ha dicho que la gente estaba en contra de la construcción del templo, pero no sabemos si esto se aplicaba también a Josué y a Zorobabel. Si ellos compartían el criterio del pueblo, entonces su cambio de corazón fue notable, puesto que sus antepasados se habían opuesto a los profetas desde que seguían a Moisés en el desierto. Hageo debe haber sabido cómo hablar al pueblo tan bien como a Dios. Parece más fácil ver a los dirigentes como hombres piadosos, capaces de aceptar la palabra de Dios y también capaces de llevar al pueblo con ellos. No es de extrañar que Dios tuviera tan alta opinión de Zorobabel y de Josué (2:23; Zac. 6:11-13).

Una vez que obedecieron, vino un corto mensaje de Dios para el pueblo por medio de Hageo. En vista de la maldición, ellos podrían haber esperado: “Yo estoy en contra de vosotros”; en lugar de eso, escucharon a Dios decirles: Yo estoy con vosotros. La maldición de Dios no es una señal de que él haya rechazado a su pueblo; más bien muestra su amor por ellos. El quiere acercarlos de nuevo a sí mismo, y usa el desastre para despertarlos (Amós 4:6-11; cf. Amós 3:2; Isa. 7:13-25, donde Emanuel significa “Dios con nosotros”).

Cuando ellos humildemente obedecieron la palabra de Dios y empezaron a trabajar, éste los ayudó. Nosotros participamos en obtener la bendición de Dios decidiendo actuar en sumisión a su voluntad (2 Tim. 1:6, 7). En heb. las palabras mensajero y obra son similares. Su uso tan juntas aquí nos recuerda que una profecía no es una “bendición” por la cual uno debe estar complacido, sino una instrucción que debe llevar a la acción.

Algunos piensan que la repetición de en el día 24 (15) en 2:10 es una indicación de que el texto esté alterado, pero no hay razón para dudar de su autenticidad.



¿Cuál casa primero? El libro empieza estableciendo la fecha (520 a. de J.C.), el pueblo al que la palabra de Dios fue enviada, y por medio de quién fue enviada. (Para mayores detalles véase la Introducción.) Aunque afectaba a toda la comunidad, la palabra fue dada solamente a los dos dirigentes en esta etapa.

El pueblo estaba en contra de construir el templo. Anteriormente había habido intentos de parte delsus vecinos para desalentarlos y atemorizarlos (Esd. 4:4, 5). Sin embargo, no hay indicación de que este fuera todavía el caso. Para este entonces el pueblo estaba viviendo en casas enmaderadas. Esta frase implica prosperidad y comodidad, y que la construcción de sus casas estaba completa.

La respuesta del Señor toma las propias palabras del pueblo tiempo y casa. ¿Por qué era tiempo de trabajar en sus casas pero no en la casa de Dios? Al construir para ellos mismos pero no para él, a la gente aparentemente no le importaba si el Señor vivía entre ellos o no. Su actitud revelaba sus prioridades.

Las palabras “ruinas” (9) y “sequía” (11) son muy similares en el heb. En Israel se pensaba que la lluvia era una bendición (ver Sal. 65:9, 10), y la falta de lluvia era igual a la falta de atención prestada a la casa de Dios.



Abrid vuestros ojos. La gente estaba bajo maldición (Deut. 28:15-68). Un efecto de estar bajo maldición es entrar en confusión, y así dejar de reconocer lo que está sucediendo (Deut. 28:28). Este era el caso aquí. La maldición afectaba su comida, su bebida, su vestido y el dinero. Esta experiencia de dejar de ver la mano de Dios en nuestros problemas es común entre los creyentes hoy en día; no comprendemos los efectos del pecado que toleramos en nuestras vidas (Amós 4). Esto no significa que todos los desastres son por causa del pecado, sino más bien que el pecado tiene consecuencias (Ose. 8:7).

El problema de la gente con el dinero no era que le faltara, puesto que tenían casas enmaderadas y ganaban jornales (4, 6). Más bien, era que su dinero perdía rápidamente su valor. El efecto dañino de la inflación se ve aquí como de origen espiritual, un hecho que a menudo es ignorado hoy cuando se hacen intentos por enfrentar la inflación sin investigar las causas subyacentes.

La sequía alcanzó hasta al rocío (ver Deut. 11:10-17; 28:23). Los efectos marcados de la maldición resaltan más (cf. Deut. 28:18, 38-40). La desobediencia del pueblo había hecho que la clase de vida que se describe en el Sal. 104:10-23 pareciera un sueño distante.

La palabra de Dios sugiere que su casa había de ser reconstruida en el mismo sitio y con el mismo plan (2:20-23). Este propósito era tal que Dios se complacería en él y recibiría honra de él. Este sigue siendo su deseo hoy para su pueblo, que funciona como un edificio espiritual (1 Cor. 3:9-17).



la Respuesta Del Pueblo: “empieza la Reconstruccion.”

Los dirigentes y el pueblo aceptaron el mensaje de Hageo y actuaron por él. Se nos ha dicho que la gente estaba en contra de la construcción del templo, pero no sabemos si esto se aplicaba también a Josué y a Zorobabel. Si ellos compartían el criterio del pueblo, entonces su cambio de corazón fue notable, puesto que sus antepasados se habían opuesto a los profetas desde que seguían a Moisés en el desierto. Hageo debe haber sabido cómo hablar al pueblo tan bien como a Dios. Parece más fácil ver a los dirigentes como hombres piadosos, capaces de aceptar la palabra de Dios y también capaces de llevar al pueblo con ellos. No es de extrañar que Dios tuviera tan alta opinión de Zorobabel y de Josué (2:23; Zac. 6:11-13).

Una vez que obedecieron, vino un corto mensaje de Dios para el pueblo por medio de Hageo. En vista de la maldición, ellos podrían haber esperado: “Yo estoy en contra de vosotros”; en lugar de eso, escucharon a Dios decirles: Yo estoy con vosotros. La maldición de Dios no es una señal de que él haya rechazado a su pueblo; más bien muestra su amor por ellos. El quiere acercarlos de nuevo a sí mismo, y usa el desastre para despertarlos (Amós 4:6-11; cf. Amós 3:2; Isa. 7:13-25, donde Emanuel significa “Dios con nosotros”).

Cuando ellos humildemente obedecieron la palabra de Dios y empezaron a trabajar, éste los ayudó. Nosotros participamos en obtener la bendición de Dios decidiendo actuar en sumisión a su voluntad (2 Tim. 1:6, 7). En heb. las palabras mensajero y obra son similares. Su uso tan juntas aquí nos recuerda que una profecía no es una “bendición” por la cual uno debe estar complacido, sino una instrucción que debe llevar a la acción.

Algunos piensan que la repetición de en el día 24 (15) en 2:10 es una indicación de que el texto esté alterado, pero no hay razón para dudar de su autenticidad.



¿Cuál casa primero? El libro empieza estableciendo la fecha (520 a. de J.C.), el pueblo al que la palabra de Dios fue enviada, y por medio de quién fue enviada. (Para mayores detalles véase la Introducción.) Aunque afectaba a toda la comunidad, la palabra fue dada solamente a los dos dirigentes en esta etapa.

El pueblo estaba en contra de construir el templo. Anteriormente había habido intentos de parte delsus vecinos para desalentarlos y atemorizarlos (Esd. 4:4, 5). Sin embargo, no hay indicación de que este fuera todavía el caso. Para este entonces el pueblo estaba viviendo en casas enmaderadas. Esta frase implica prosperidad y comodidad, y que la construcción de sus casas estaba completa.

La respuesta del Señor toma las propias palabras del pueblo tiempo y casa. ¿Por qué era tiempo de trabajar en sus casas pero no en la casa de Dios? Al construir para ellos mismos pero no para él, a la gente aparentemente no le importaba si el Señor vivía entre ellos o no. Su actitud revelaba sus prioridades.

Las palabras “ruinas” (9) y “sequía” (11) son muy similares en el heb. En Israel se pensaba que la lluvia era una bendición (ver Sal. 65:9, 10), y la falta de lluvia era igual a la falta de atención prestada a la casa de Dios.



Abrid vuestros ojos. La gente estaba bajo maldición (Deut. 28:15-68). Un efecto de estar bajo maldición es entrar en confusión, y así dejar de reconocer lo que está sucediendo (Deut. 28:28). Este era el caso aquí. La maldición afectaba su comida, su bebida, su vestido y el dinero. Esta experiencia de dejar de ver la mano de Dios en nuestros problemas es común entre los creyentes hoy en día; no comprendemos los efectos del pecado que toleramos en nuestras vidas (Amós 4). Esto no significa que todos los desastres son por causa del pecado, sino más bien que el pecado tiene consecuencias (Ose. 8:7).

El problema de la gente con el dinero no era que le faltara, puesto que tenían casas enmaderadas y ganaban jornales (4, 6). Más bien, era que su dinero perdía rápidamente su valor. El efecto dañino de la inflación se ve aquí como de origen espiritual, un hecho que a menudo es ignorado hoy cuando se hacen intentos por enfrentar la inflación sin investigar las causas subyacentes.

La sequía alcanzó hasta al rocío (ver Deut. 11:10-17; 28:23). Los efectos marcados de la maldición resaltan más (cf. Deut. 28:18, 38-40). La desobediencia del pueblo había hecho que la clase de vida que se describe en el Sal. 104:10-23 pareciera un sueño distante.

La palabra de Dios sugiere que su casa había de ser reconstruida en el mismo sitio y con el mismo plan (2:20-23). Este propósito era tal que Dios se complacería en él y recibiría honra de él. Este sigue siendo su deseo hoy para su pueblo, que funciona como un edificio espiritual (1 Cor. 3:9-17).



la Respuesta Del Pueblo: “empieza la Reconstruccion.”

Los dirigentes y el pueblo aceptaron el mensaje de Hageo y actuaron por él. Se nos ha dicho que la gente estaba en contra de la construcción del templo, pero no sabemos si esto se aplicaba también a Josué y a Zorobabel. Si ellos compartían el criterio del pueblo, entonces su cambio de corazón fue notable, puesto que sus antepasados se habían opuesto a los profetas desde que seguían a Moisés en el desierto. Hageo debe haber sabido cómo hablar al pueblo tan bien como a Dios. Parece más fácil ver a los dirigentes como hombres piadosos, capaces de aceptar la palabra de Dios y también capaces de llevar al pueblo con ellos. No es de extrañar que Dios tuviera tan alta opinión de Zorobabel y de Josué (2:23; Zac. 6:11-13).

Una vez que obedecieron, vino un corto mensaje de Dios para el pueblo por medio de Hageo. En vista de la maldición, ellos podrían haber esperado: “Yo estoy en contra de vosotros”; en lugar de eso, escucharon a Dios decirles: Yo estoy con vosotros. La maldición de Dios no es una señal de que él haya rechazado a su pueblo; más bien muestra su amor por ellos. El quiere acercarlos de nuevo a sí mismo, y usa el desastre para despertarlos (Amós 4:6-11; cf. Amós 3:2; Isa. 7:13-25, donde Emanuel significa “Dios con nosotros”).

Cuando ellos humildemente obedecieron la palabra de Dios y empezaron a trabajar, éste los ayudó. Nosotros participamos en obtener la bendición de Dios decidiendo actuar en sumisión a su voluntad (2 Tim. 1:6, 7). En heb. las palabras mensajero y obra son similares. Su uso tan juntas aquí nos recuerda que una profecía no es una “bendición” por la cual uno debe estar complacido, sino una instrucción que debe llevar a la acción.

Algunos piensan que la repetición de en el día 24 (15) en 2:10 es una indicación de que el texto esté alterado, pero no hay razón para dudar de su autenticidad.




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