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Habacuc 1 - Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

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Habacuc 1

Habacuc se queja de injusticia

1 La profecía que vio el profeta Habacuc.

2 ¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás?

3 ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan.

4 Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia.

Los caldeos castigarán a Judá

5 Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis.

6 Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas.

7 Formidable es y terrible; de ella misma procede su justicia y su dignidad.

8 Sus caballos serán más ligeros que leopardos, y más feroces que lobos nocturnos, y sus jinetes se multiplicarán; vendrán de lejos sus jinetes, y volarán como águilas que se apresuran a devorar.

9 Toda ella vendrá a la presa; el terror va delante de ella, y recogerá cautivos como arena.

10 Escarnecerá a los reyes, y de los príncipes hará burla; se reirá de toda fortaleza, y levantará terraplén y la tomará.

11 Luego pasará como el huracán, y ofenderá atribuyendo su fuerza a su dios.

Protesta de Habacuc

12 ¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar.

13 Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él,

14 y haces que sean los hombres como los peces del mar, como reptiles que no tienen quien los gobierne?

15 Sacará a todos con anzuelo, los recogerá con su red, y los juntará en sus mallas; por lo cual se alegrará y se regocijará.

16 Por esto hará sacrificios a su red, y ofrecerá sahumerios a sus mallas; porque con ellas engordó su porción, y engrasó su comida.

17 ¿Vaciará por eso su red, y no tendrá piedad de aniquilar naciones continuamente?

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Habacuc 1

Titulo

En una de las introducciones proféticas más cortas, Habacuc, conocido en la Biblia solamente aquí, es un profeta, un vocero de Dios. Dios no se menciona específicamente (cf. Jon. 1:1; Miq. 1:1; Sof. 1:1; Mal. 1:1), pero una profecía en este contexto indica un mensaje profético de Dios (cf. p. ej. Eze. 12:10; Nah. 1:1). Este no es necesariamente un mensaje oral, sino más bien una revelación más general, recibida por el profeta en una visión (cf. Miq. 1:1).



Problema: ¿Por qué queda sin castigo la maldad?

En una forma tradicional de lamento, el profeta pregunta a Dios hasta cuándo debe rogar por su causa antes de que él responda (cf. Sal. 13:1, 2). ¿Es Dios capaz o está dispuesto a librarlo de la violencia opresiva? Habacuc, como Job, no vacila en preguntarle a Dios si su comprensión teológica de él y de su forma de obrar no corresponden con la realidad experimentada.

La desgracia golpea severamente al siervo de Dios en una cadena de sinónimos desagradables. Lo que es particularmente molesto para el escritor no es la desgracia, sino su fuente. Por lo general los enemigos externos, enemigos personales o nacionales, son la fuente de la aflicción, pero aquí el pro blema es interno, la iniquidad, elemento sin arrepentimiento dentro del mismo Israel. Aunque algunos proponen a los asirios como los inicuos, ajustándose al contexto histórico de la profecía, una alternativa explica la parálisis de la ley que es desenfrenada. Esta influencia reguladora vino al propio pueblo de Dios para ordenar la sociedad (Exo. 18:16, 20; Isa. 2:3), y Asiria no estaba sujeta a su dirección. Ahora en la justicia de Israel, en lugar de ser un sello distintivo de un vivir piadoso (Amós 5:24), está notablemente ausente o, todavía más serio, está pervertida.

En el tiempo de Habacuc, como lo es hoy, se pueden encontrar grandes problemas de injusticia entre el pueblo de Dios. En vez de condonar el pecado, o de pedir que sea ignorado, el profeta clama por el castigo, como es requerido por el propio pac to de Dios. Aunque la maldad de los vecinos paganos necesita ser confrontada, el pueblo de Dios hoy, como en el tiempo de Habacuc, es demasiado tolerante de cosas entre ellos mismos que son explícitamente contrarias a la voluntad de Dios como se revela en las Escrituras y en la creación. Al procurar restaurar al pecador demasiado a menudo condonamos el pecado, o cuando menos procuramos reducir la severidad de sus consecuencias ne gativas. Una falta de confrontación, en lugar de restaurar al malhechor, tácitamente da permiso de continuar en el pecado (cf. 1 Cor. 5). Un hijo de Dios es llamado a oponerse a la injusticia pública, sea colectiva, social o política, pero la confrontación es en vano si el mal es desenfrenado dentro de la comunidad de creyentes. Aun ahora hay necesidad de profetas que no defiendan el “pecado seguro”, sino insistan más bien en que el pecado sea erradicado.



Respuesta: El juicio venidero sobre los malvados

El clamor de Habacuc por justicia será contestado pronto, incluso en sus propios días, y la respuesta será aterradora. Tendrá lugar entre las naciones. La LXX, al alterar una letra heb., traduce aquí “burladores; traidores”. La incredulidad del escritor surge de la identificación del instrumento de castigo de Dios como los caldeos. Conocidos por su impulsiva ferocidad, ellos despojarán completamente a todos.

El problema de Habacuc con los caldeos es doble. Son un pueblo arrogante, que no admite dirección de otros ni teme oposición militar. Ellos buscan su propia dignidad, siguiendo su propio derecho. Manejando poderosamente fuerzas ofensivas, sus caballos se comparan a las bestias y aves conocidas por su ferocidad, su voracidad y su rapidez. Estos dos elementos, orgullo y ferocidad, son integrantes de su propia identidad, puesto que ellos adoran su propio poder.



Problema: ¿No es el remedio peor que la enfermedad?

En vez de regocijarse por la respuesta de Dios a su salmo de lamento, Habacuc inicia otro salmo semejante. El pregunta cómo, a la luz de su carácter de santidad y justicia, Dios puede tolerar un castigo que en sí mismo parece injusto.

Habacuc comienza desde la creencia fundamental de que Dios no es solamente Santo y eterno, sino también está relacionado con su pueblo Israel por medio del pacto. Esto es evidente por el uso de su nombre personal del pacto, Jehovah (Exo. 6:2-8). El apelativo Dios mío muestra no solamente que él es personalmente cercano al escritor, sino también una deidad objetiva que existe aparte de su pueblo. Esto está en completo contraste con los caldeos, cuyo objeto de veneración no existe más allá de sí mismos, sino que es más bien su propio poder militar (11). Dios es la Roca inamovible (cf. Deut. 32:18) para Habacuc. Aunque cuestiona la elección de esta nación malvada para castigar y juzgar el propio pueblo de Dios, él no cuestiona que Dios tiene una razón. El está listo a discutir el asunto, confiado en que Dios sí busca finalmente preservar para él a su pueblo del pacto.

El problema teológico que enfrenta Habacuc es cómo un Dios que es limpio en todas las cosas y completamente separado del pecado, puede ver el agravio y la perfidia como la practican los caldeos, instrumentos de su castigo (13). Aunque los pecadores en Israel son impíos (4), en comparación son eclipsados por la mayor perversidad de Babilonia. Al lado de Babilonia el pecaminoso Israel puede ser llamado justo, un término relativo y no absoluto. Se han apartado tanto de las normas esperadas por Dios, que el profeta solamente puede expresar asombro de que él pueda mirar siquiera su mal.

Habacuc no solamente es lo suficientemente audaz para confrontar a Dios respecto a sus acciones, sino hasta para culparlo por deshumanizar a la humanidad (14-17). Dios originalmente creó a la humanidad a su propia imagen (Gén. 1:26; 5:1) y ellos eran la cumbre de su creación. Ahora, metafóricamente, él los degrada a criaturas menores, peces y criaturas subhumanas que se arrastran (cf. Gén. 1:26-28). Si Dios priva a Israel de humani dad, Babilonia no puede ser condenada por tratarlos ahora como objetos de deporte, peces para la red o anzuelo. Ellos hasta adoran las herramientas de su manía destructiva puesto que ellas le traen su comida suculenta: la carne de sus cautivos. ¿Pueden continuar desenfrenadas esta blasfemia y crueldad?

Todavía es una perversión cuando la gente es deshumanizada, ya sea por placer propio o por ganancia económica. La adoración de lo material, de las ganancias en aumento sin importar el precio en términos de dignidad humana, puede ser hasta más odiosa hoy en día que la barbarie manifiesta de los babilonios.



Titulo

En una de las introducciones proféticas más cortas, Habacuc, conocido en la Biblia solamente aquí, es un profeta, un vocero de Dios. Dios no se menciona específicamente (cf. Jon. 1:1; Miq. 1:1; Sof. 1:1; Mal. 1:1), pero una profecía en este contexto indica un mensaje profético de Dios (cf. p. ej. Eze. 12:10; Nah. 1:1). Este no es necesariamente un mensaje oral, sino más bien una revelación más general, recibida por el profeta en una visión (cf. Miq. 1:1).



Problema: ¿Por qué queda sin castigo la maldad?

En una forma tradicional de lamento, el profeta pregunta a Dios hasta cuándo debe rogar por su causa antes de que él responda (cf. Sal. 13:1, 2). ¿Es Dios capaz o está dispuesto a librarlo de la violencia opresiva? Habacuc, como Job, no vacila en preguntarle a Dios si su comprensión teológica de él y de su forma de obrar no corresponden con la realidad experimentada.

La desgracia golpea severamente al siervo de Dios en una cadena de sinónimos desagradables. Lo que es particularmente molesto para el escritor no es la desgracia, sino su fuente. Por lo general los enemigos externos, enemigos personales o nacionales, son la fuente de la aflicción, pero aquí el pro blema es interno, la iniquidad, elemento sin arrepentimiento dentro del mismo Israel. Aunque algunos proponen a los asirios como los inicuos, ajustándose al contexto histórico de la profecía, una alternativa explica la parálisis de la ley que es desenfrenada. Esta influencia reguladora vino al propio pueblo de Dios para ordenar la sociedad (Exo. 18:16, 20; Isa. 2:3), y Asiria no estaba sujeta a su dirección. Ahora en la justicia de Israel, en lugar de ser un sello distintivo de un vivir piadoso (Amós 5:24), está notablemente ausente o, todavía más serio, está pervertida.

En el tiempo de Habacuc, como lo es hoy, se pueden encontrar grandes problemas de injusticia entre el pueblo de Dios. En vez de condonar el pecado, o de pedir que sea ignorado, el profeta clama por el castigo, como es requerido por el propio pac to de Dios. Aunque la maldad de los vecinos paganos necesita ser confrontada, el pueblo de Dios hoy, como en el tiempo de Habacuc, es demasiado tolerante de cosas entre ellos mismos que son explícitamente contrarias a la voluntad de Dios como se revela en las Escrituras y en la creación. Al procurar restaurar al pecador demasiado a menudo condonamos el pecado, o cuando menos procuramos reducir la severidad de sus consecuencias ne gativas. Una falta de confrontación, en lugar de restaurar al malhechor, tácitamente da permiso de continuar en el pecado (cf. 1 Cor. 5). Un hijo de Dios es llamado a oponerse a la injusticia pública, sea colectiva, social o política, pero la confrontación es en vano si el mal es desenfrenado dentro de la comunidad de creyentes. Aun ahora hay necesidad de profetas que no defiendan el “pecado seguro”, sino insistan más bien en que el pecado sea erradicado.



Respuesta: El juicio venidero sobre los malvados

El clamor de Habacuc por justicia será contestado pronto, incluso en sus propios días, y la respuesta será aterradora. Tendrá lugar entre las naciones. La LXX, al alterar una letra heb., traduce aquí “burladores; traidores”. La incredulidad del escritor surge de la identificación del instrumento de castigo de Dios como los caldeos. Conocidos por su impulsiva ferocidad, ellos despojarán completamente a todos.

El problema de Habacuc con los caldeos es doble. Son un pueblo arrogante, que no admite dirección de otros ni teme oposición militar. Ellos buscan su propia dignidad, siguiendo su propio derecho. Manejando poderosamente fuerzas ofensivas, sus caballos se comparan a las bestias y aves conocidas por su ferocidad, su voracidad y su rapidez. Estos dos elementos, orgullo y ferocidad, son integrantes de su propia identidad, puesto que ellos adoran su propio poder.



Problema: ¿No es el remedio peor que la enfermedad?

En vez de regocijarse por la respuesta de Dios a su salmo de lamento, Habacuc inicia otro salmo semejante. El pregunta cómo, a la luz de su carácter de santidad y justicia, Dios puede tolerar un castigo que en sí mismo parece injusto.

Habacuc comienza desde la creencia fundamental de que Dios no es solamente Santo y eterno, sino también está relacionado con su pueblo Israel por medio del pacto. Esto es evidente por el uso de su nombre personal del pacto, Jehovah (Exo. 6:2-8). El apelativo Dios mío muestra no solamente que él es personalmente cercano al escritor, sino también una deidad objetiva que existe aparte de su pueblo. Esto está en completo contraste con los caldeos, cuyo objeto de veneración no existe más allá de sí mismos, sino que es más bien su propio poder militar (11). Dios es la Roca inamovible (cf. Deut. 32:18) para Habacuc. Aunque cuestiona la elección de esta nación malvada para castigar y juzgar el propio pueblo de Dios, él no cuestiona que Dios tiene una razón. El está listo a discutir el asunto, confiado en que Dios sí busca finalmente preservar para él a su pueblo del pacto.

El problema teológico que enfrenta Habacuc es cómo un Dios que es limpio en todas las cosas y completamente separado del pecado, puede ver el agravio y la perfidia como la practican los caldeos, instrumentos de su castigo (13). Aunque los pecadores en Israel son impíos (4), en comparación son eclipsados por la mayor perversidad de Babilonia. Al lado de Babilonia el pecaminoso Israel puede ser llamado justo, un término relativo y no absoluto. Se han apartado tanto de las normas esperadas por Dios, que el profeta solamente puede expresar asombro de que él pueda mirar siquiera su mal.

Habacuc no solamente es lo suficientemente audaz para confrontar a Dios respecto a sus acciones, sino hasta para culparlo por deshumanizar a la humanidad (14-17). Dios originalmente creó a la humanidad a su propia imagen (Gén. 1:26; 5:1) y ellos eran la cumbre de su creación. Ahora, metafóricamente, él los degrada a criaturas menores, peces y criaturas subhumanas que se arrastran (cf. Gén. 1:26-28). Si Dios priva a Israel de humani dad, Babilonia no puede ser condenada por tratarlos ahora como objetos de deporte, peces para la red o anzuelo. Ellos hasta adoran las herramientas de su manía destructiva puesto que ellas le traen su comida suculenta: la carne de sus cautivos. ¿Pueden continuar desenfrenadas esta blasfemia y crueldad?

Todavía es una perversión cuando la gente es deshumanizada, ya sea por placer propio o por ganancia económica. La adoración de lo material, de las ganancias en aumento sin importar el precio en términos de dignidad humana, puede ser hasta más odiosa hoy en día que la barbarie manifiesta de los babilonios.



Titulo

En una de las introducciones proféticas más cortas, Habacuc, conocido en la Biblia solamente aquí, es un profeta, un vocero de Dios. Dios no se menciona específicamente (cf. Jon. 1:1; Miq. 1:1; Sof. 1:1; Mal. 1:1), pero una profecía en este contexto indica un mensaje profético de Dios (cf. p. ej. Eze. 12:10; Nah. 1:1). Este no es necesariamente un mensaje oral, sino más bien una revelación más general, recibida por el profeta en una visión (cf. Miq. 1:1).



Problema: ¿Por qué queda sin castigo la maldad?

En una forma tradicional de lamento, el profeta pregunta a Dios hasta cuándo debe rogar por su causa antes de que él responda (cf. Sal. 13:1, 2). ¿Es Dios capaz o está dispuesto a librarlo de la violencia opresiva? Habacuc, como Job, no vacila en preguntarle a Dios si su comprensión teológica de él y de su forma de obrar no corresponden con la realidad experimentada.

La desgracia golpea severamente al siervo de Dios en una cadena de sinónimos desagradables. Lo que es particularmente molesto para el escritor no es la desgracia, sino su fuente. Por lo general los enemigos externos, enemigos personales o nacionales, son la fuente de la aflicción, pero aquí el pro blema es interno, la iniquidad, elemento sin arrepentimiento dentro del mismo Israel. Aunque algunos proponen a los asirios como los inicuos, ajustándose al contexto histórico de la profecía, una alternativa explica la parálisis de la ley que es desenfrenada. Esta influencia reguladora vino al propio pueblo de Dios para ordenar la sociedad (Exo. 18:16, 20; Isa. 2:3), y Asiria no estaba sujeta a su dirección. Ahora en la justicia de Israel, en lugar de ser un sello distintivo de un vivir piadoso (Amós 5:24), está notablemente ausente o, todavía más serio, está pervertida.

En el tiempo de Habacuc, como lo es hoy, se pueden encontrar grandes problemas de injusticia entre el pueblo de Dios. En vez de condonar el pecado, o de pedir que sea ignorado, el profeta clama por el castigo, como es requerido por el propio pac to de Dios. Aunque la maldad de los vecinos paganos necesita ser confrontada, el pueblo de Dios hoy, como en el tiempo de Habacuc, es demasiado tolerante de cosas entre ellos mismos que son explícitamente contrarias a la voluntad de Dios como se revela en las Escrituras y en la creación. Al procurar restaurar al pecador demasiado a menudo condonamos el pecado, o cuando menos procuramos reducir la severidad de sus consecuencias ne gativas. Una falta de confrontación, en lugar de restaurar al malhechor, tácitamente da permiso de continuar en el pecado (cf. 1 Cor. 5). Un hijo de Dios es llamado a oponerse a la injusticia pública, sea colectiva, social o política, pero la confrontación es en vano si el mal es desenfrenado dentro de la comunidad de creyentes. Aun ahora hay necesidad de profetas que no defiendan el “pecado seguro”, sino insistan más bien en que el pecado sea erradicado.



Respuesta: El juicio venidero sobre los malvados

El clamor de Habacuc por justicia será contestado pronto, incluso en sus propios días, y la respuesta será aterradora. Tendrá lugar entre las naciones. La LXX, al alterar una letra heb., traduce aquí “burladores; traidores”. La incredulidad del escritor surge de la identificación del instrumento de castigo de Dios como los caldeos. Conocidos por su impulsiva ferocidad, ellos despojarán completamente a todos.

El problema de Habacuc con los caldeos es doble. Son un pueblo arrogante, que no admite dirección de otros ni teme oposición militar. Ellos buscan su propia dignidad, siguiendo su propio derecho. Manejando poderosamente fuerzas ofensivas, sus caballos se comparan a las bestias y aves conocidas por su ferocidad, su voracidad y su rapidez. Estos dos elementos, orgullo y ferocidad, son integrantes de su propia identidad, puesto que ellos adoran su propio poder.



Problema: ¿No es el remedio peor que la enfermedad?

En vez de regocijarse por la respuesta de Dios a su salmo de lamento, Habacuc inicia otro salmo semejante. El pregunta cómo, a la luz de su carácter de santidad y justicia, Dios puede tolerar un castigo que en sí mismo parece injusto.

Habacuc comienza desde la creencia fundamental de que Dios no es solamente Santo y eterno, sino también está relacionado con su pueblo Israel por medio del pacto. Esto es evidente por el uso de su nombre personal del pacto, Jehovah (Exo. 6:2-8). El apelativo Dios mío muestra no solamente que él es personalmente cercano al escritor, sino también una deidad objetiva que existe aparte de su pueblo. Esto está en completo contraste con los caldeos, cuyo objeto de veneración no existe más allá de sí mismos, sino que es más bien su propio poder militar (11). Dios es la Roca inamovible (cf. Deut. 32:18) para Habacuc. Aunque cuestiona la elección de esta nación malvada para castigar y juzgar el propio pueblo de Dios, él no cuestiona que Dios tiene una razón. El está listo a discutir el asunto, confiado en que Dios sí busca finalmente preservar para él a su pueblo del pacto.

El problema teológico que enfrenta Habacuc es cómo un Dios que es limpio en todas las cosas y completamente separado del pecado, puede ver el agravio y la perfidia como la practican los caldeos, instrumentos de su castigo (13). Aunque los pecadores en Israel son impíos (4), en comparación son eclipsados por la mayor perversidad de Babilonia. Al lado de Babilonia el pecaminoso Israel puede ser llamado justo, un término relativo y no absoluto. Se han apartado tanto de las normas esperadas por Dios, que el profeta solamente puede expresar asombro de que él pueda mirar siquiera su mal.

Habacuc no solamente es lo suficientemente audaz para confrontar a Dios respecto a sus acciones, sino hasta para culparlo por deshumanizar a la humanidad (14-17). Dios originalmente creó a la humanidad a su propia imagen (Gén. 1:26; 5:1) y ellos eran la cumbre de su creación. Ahora, metafóricamente, él los degrada a criaturas menores, peces y criaturas subhumanas que se arrastran (cf. Gén. 1:26-28). Si Dios priva a Israel de humani dad, Babilonia no puede ser condenada por tratarlos ahora como objetos de deporte, peces para la red o anzuelo. Ellos hasta adoran las herramientas de su manía destructiva puesto que ellas le traen su comida suculenta: la carne de sus cautivos. ¿Pueden continuar desenfrenadas esta blasfemia y crueldad?

Todavía es una perversión cuando la gente es deshumanizada, ya sea por placer propio o por ganancia económica. La adoración de lo material, de las ganancias en aumento sin importar el precio en términos de dignidad humana, puede ser hasta más odiosa hoy en día que la barbarie manifiesta de los babilonios.




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Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Copyright © 1960 by American Bible Society

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