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Hechos 8 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Hechos 8

Saulo persigue a la iglesia

1 Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.

2 Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él.

3 Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.

Predicación del evangelio en Samaria

4 Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.

5 Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo.

6 Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.

7 Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían estos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados;

8 así que había gran gozo en aquella ciudad.

9 Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande.

10 A este oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios.

11 Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo.

12 Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.

13 También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.

14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan;

15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo;

16 porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.

17 Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.

18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,

19 diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.

20 Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.

21 No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.

22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón;

23 porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.

24 Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.

25 Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.

Felipe y el etíope

26 Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto.

27 Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar,

28 volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías.

29 Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro.

30 Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees?

31 Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.

32 El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca.

33 En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida.

34 Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?

35 Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús.

36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?

37 Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.

38 Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.

39 Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino.

40 Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.

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Hechos 8

Hechos 8 - Introducción

Saulo persigue a la iglesia. (1-4) El éxito de Felipe en Samaria. Bautismo de Simón el hechicero. (5-13) Se detecta la hipocresía de Simón. (14-25) Felipe y el etíope. (26-40)

Hechos 8:1-4

1-4 Aunque la persecución no debe apartarnos de nuestro trabajo, puede enviarnos a trabajar a otra parte. Dondequiera que el creyente establecido sea conducido, él lleva el conocimiento del evangelio y da a conocer la preciosidad de Cristo en cada lugar. Cuando un simple deseo de hacer el bien influye en el corazón, será imposible excluir a un hombre de todas las oportunidades de utilidad.

Hechos 8:5-13

5-13 En la medida en que el evangelio prevalece, los espíritus malignos son desalojados, particularmente los espíritus inmundos. Todas las inclinaciones a las lujurias de la carne que guerrean contra el alma son tales. Se nombran aquí los destemplos, los más difíciles de curar por el curso de la naturaleza, y los más expresivos de la enfermedad del pecado. El orgullo, la ambición y el deseo de grandeza siempre han causado abundantes males, tanto al mundo como a la iglesia. El pueblo dijo de Simón: Este hombre es el gran poder de Dios. Ved cómo se equivoca la gente ignorante e irreflexiva. Pero ¡qué fuerte es el poder de la gracia divina, por el que fueron llevados a Cristo, que es la Verdad misma! La gente no sólo prestó atención a lo que dijo Felipe, sino que se convenció plenamente de que era de Dios y no de los hombres, y se entregó a ser dirigida por él. Incluso los hombres malos, y aquellos cuyos corazones todavía van tras la codicia, pueden presentarse ante Dios como su pueblo, y por un tiempo continuar con ellos. Y muchos se maravillan de las pruebas de las verdades divinas, que nunca experimentan su poder. El evangelio predicado puede tener una operación común sobre un alma, donde nunca produjo la santidad interior. No todos los que profesan creer en el Evangelio se convierten salvíficamente.

Hechos 8:14-25

14-25 El Espíritu Santo aún no había descendido sobre ninguna de estas zonas, en los poderes extraordinarios transmitidos por el descenso del Espíritu en el día de Pentecostés. Podemos alentarnos con este ejemplo, al orar a Dios para que conceda las gracias renovadoras del Espíritu Santo a todos aquellos por cuyo bienestar espiritual nos preocupamos; porque eso incluye todas las bendiciones. Ningún hombre puede dar el Espíritu Santo por la imposición de sus manos; pero debemos hacer nuestros mejores esfuerzos para instruir a aquellos por quienes oramos. Simón el Mago ambicionaba tener el honor de un apóstol, pero no le importaba en absoluto tener el espíritu y la disposición de un cristiano. Deseaba más ganar honores para sí mismo, que hacer el bien a los demás. Pedro le muestra su crimen. Estimaba las riquezas de este mundo, como si respondieran a las cosas relacionadas con la otra vida, y compraran el perdón de los pecados, el don del Espíritu Santo y la vida eterna. Este era un error tan condenatorio que de ninguna manera podía consistir en un estado de gracia. Nuestros corazones son lo que son a los ojos de Dios, que no puede ser engañado. Y si no son correctos a sus ojos, nuestra religión es vana y no nos servirá de nada. Un corazón orgulloso y codicioso no puede estar bien con Dios. Es posible que un hombre continúe bajo el poder del pecado, y sin embargo se revista de una apariencia de piedad. Cuando seas tentado por el dinero para hacer el mal, mira qué cosa perecedera es el dinero, y despréndete de él. No penséis que el cristianismo es un oficio para vivir en este mundo. Hay mucha maldad en el pensamiento del corazón, sus falsas nociones, y afectos corruptos, y proyectos perversos, de los que hay que arrepentirse, o estamos perdidos. Pero será perdonado, cuando nos arrepintamos. La duda aquí es sobre la sinceridad del arrepentimiento de Simón, no sobre su perdón, si su arrepentimiento fue sincero. Concédenos, Señor, otra clase de fe que la que hizo que Simón sólo se maravillara y no santificara su corazón. Que aborrezcamos todo pensamiento de hacer que la religión sirva a los propósitos del orgullo o de la ambición. Y guárdanos de ese sutil veneno del orgullo espiritual, que busca la gloria para sí mismo incluso desde la humildad. Que busquemos sólo el honor que viene de Dios.

Hechos 8:26-40

26-40 A Felipe se le indicó que fuera a un desierto. A veces Dios abre una puerta de oportunidad a sus ministros en lugares muy improbables. Deberíamos estudiar para hacer el bien a aquellos con los que nos relacionamos al viajar. No debemos ser tan tímidos con todos los extraños como algunos parecen serlo. En cuanto a aquellos de los que no sabemos nada más, sabemos que tienen alma. Es sabio que los hombres de negocios reduzcan el tiempo a los deberes sagrados; que ocupen cada minuto con algo que les resulte provechoso. Al leer la palabra de Dios, deberíamos detenernos a menudo para preguntar de quién y de qué hablaron los escritores sagrados; pero especialmente nuestros pensamientos deberían emplearse en el Redentor. El etíope fue convencido por la enseñanza del Espíritu Santo, del exacto cumplimiento de la Escritura, se le hizo comprender la naturaleza del reino y la salvación del Mesías, y deseó ser contado entre los discípulos de Cristo. Los que buscan la verdad, y emplean su tiempo en escudriñar las Escrituras, estarán seguros de cosechar ventajas. La declaración del etíope debe entenderse como una expresión de simple confianza en Cristo para la salvación, y una devoción sin reservas a él. No estemos satisfechos hasta que obtengamos la fe, como lo hizo el etíope, mediante el estudio diligente de las Sagradas Escrituras y la enseñanza del Espíritu de Dios; no estemos satisfechos hasta que la fijemos como un principio en nuestros corazones. Tan pronto como fue bautizado, el Espíritu de Dios apartó a Felipe de él, de modo que no lo vio más; pero esto tendió a confirmar su fe. Cuando el buscador de la salvación conoce a Jesús y su evangelio, sigue su camino con alegría, y ocupa su puesto en la sociedad, y cumple con sus deberes, por otros motivos y de otra manera que antes. Aunque sea bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, con agua, no es suficiente sin el bautismo del Espíritu Santo. Señor, concede esto a cada uno de nosotros; entonces seguiremos nuestro camino con alegría.


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Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Copyright © 1960 by American Bible Society

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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