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2 Corintios 1 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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2 Corintios 1

1 PABLO, apóstol de Jesu Cristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están por toda la Acaya.

2 Gracia a vosotros, y paz de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesu Cristo.

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesu Cristo, el Padre de misericordias, y el Dios de toda consolación.

4 El que nos consuela en todas nuestras tribulaciones; para que podamos nosotros consolar a los que están en cualquiera angustia, con la consolación con que nosotros mismos somos consolados de Dios.

5 Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por Cristo nuestra consolación.

6 Y si somos atribulados, es por vuestra consolación y salvación, la cual es eficiente en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos; o si somos consolados, es por vuestra consolación y salvación.

7 Y nuestra esperanza de vosotros es firme, estando ciertos que como sois participantes de las aflicciones, así también lo seréis de la consolación.

8 Porque, hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos fué hecha en Asia, que sobre manera fuimos cargados sobre nuestras fuerzas, de tal manera que aun dudábamos de la vida.

9 Mas nosotros tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios, que levanta los muertos:

10 El cual nos libró de tamaña muerte, y nos libra: en el cual esperamos que aun nos librará;

11 Ayudándonos también vosotros con oración por nosotros, para que por el don alcanzado para nosotros por medio de muchas personas, por muchas también sean dadas gracias por nosotros.

12 Porque nuestra gloria es esta, es a saber, el testimonio de nuestra conciencia, que en simplicidad y sinceridad de Dios, no en sabiduría carnal, mas en la gracia de Dios, hemos conversado en el mundo, y más con vosotros.

13 Porque no os escribimos otras cosas de las que leeis, o también reconocéis; y espero que aun hasta el fin las reconoceréis:

14 Como también en parte nos habéis reconocido que somos vuestra gloria, como también vosotros sois la nuestra, en el día del Señor Jesús.

15 Y en esta confianza quise primero venir a vosotros, porque tuviéseis otro segundo beneficio:

16 Y pasar por vosotros a Macedonia; y de Macedonia venir otra vez a vosotros, y ser llevado por vosotros a Judea.

17 Así que pretendiendo esto, ¿usé quizá de liviandad? ¿o lo que pienso hacer, piénsolo según la carne, para que haya en mí sí, sí, y no, no?

18 Ántes como Dios es fiel, nuestra palabra para con vosotros no ha sido sí y no.

19 Porque el Hijo de Dios, Jesu Cristo, que por nosotros ha sido entre vosotros predicado por mí, y Silvano, y Timoteo, no ha sido sí y no; mas en él ha sido sí.

20 Porque todas las promesas de Dios son en él sí, y en él Amén para gloria de Dios por nosotros.

21 Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios:

22 El cual también nos selló, y nos dió las arras del Espíritu en nuestros corazones.

23 Mas yo llamo a Dios por testigo sobre mi alma, de que por perdonaros, no he venido hasta ahora a Corinto:

24 No que nos enseñoreamos de vuestra fé; ántes somos ayudadores de vuestro gozo, porque por la fé estáis en pié.

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2 Corintios 1

2 Corintios 1:1-11

1-11 Se nos anima a acudir con valentía al trono de la gracia, para obtener misericordia y encontrar gracia para ayudar en el momento de necesidad. El Señor es capaz de dar paz a la conciencia turbada y de calmar las pasiones del alma. Estas bendiciones las da él, como Padre de su familia redimida. Es nuestro Salvador quien dice: No se turbe vuestro corazón. Todos los consuelos vienen de Dios, y nuestros más dulces consuelos están en él. Él habla de paz a las almas concediendo la remisión gratuita de los pecados; y las conforta con las influencias vivificantes del Espíritu Santo, y con las ricas misericordias de su gracia. Es capaz de vendar a los corazones rotos, de curar las heridas más dolorosas, y también de dar esperanza y alegría bajo las penas más pesadas. Los favores que Dios nos concede no son sólo para alegrarnos, sino también para que seamos útiles a los demás. Él envía consuelos suficientes para sostener a quienes simplemente confían en él y le sirven. Si nos sentimos tan abatidos como para desesperar incluso de la vida, entonces podemos confiar en Dios, que puede rescatarnos incluso de la muerte. Su esperanza y confianza no fueron en vano; ni se avergonzarán los que confían en el Señor. Las experiencias pasadas alientan la fe y la esperanza, y nos obligan a confiar en Dios para el tiempo venidero. Y es nuestro deber, no sólo ayudarnos unos a otros con la oración, sino también con la alabanza y la acción de gracias, y así retribuir adecuadamente los beneficios recibidos. Así, tanto las pruebas como las misericordias terminarán en un bien para nosotros y para los demás.

2 Corintios 1:12-14

12-14 Aunque, como pecador, el apóstol sólo podía regocijarse y gloriarse en Cristo Jesús, sin embargo, como creyente, podía regocijarse y gloriarse de ser realmente lo que profesaba. La conciencia da testimonio del curso y el tenor constantes de la vida. De este modo podemos juzgarnos a nosotros mismos, y no por este o aquel acto individual. Nuestra conversación será bien ordenada, cuando vivamos y actuemos bajo tal principio de gracia en el corazón. Teniendo esto, podemos dejar nuestros caracteres en manos del Señor, pero usando los medios apropiados para limpiarlos, cuando el crédito del evangelio, o nuestra utilidad, lo requieran.

2 Corintios 1:15-24

15-24 El apóstol se libra de la acusación de frivolidad e inconstancia, al no acudir a Corinto. Los hombres de bien deben cuidarse de mantener la reputación de sinceridad y constancia; no deben resolverse, sino con una cuidadosa reflexión; y no cambiarán a menos que sea por razones de peso. Nada puede hacer que las promesas de Dios sean más seguras: el hecho de que las haya dado por medio de Cristo, nos asegura que son sus promesas; así como las maravillas que Dios realizó en la vida, resurrección y ascensión de su Hijo, confirman la fe. El Espíritu Santo hace que los cristianos se mantengan firmes en la fe del Evangelio: la vivificación del Espíritu es una garantía de vida eterna; y los consuelos del Espíritu son una garantía de alegría eterna. El apóstol deseaba ahorrarse la culpa que temía sería inevitable, si hubiera ido a Corinto antes de saber el efecto que produjo su anterior carta. Nuestra fuerza y capacidad se deben a la fe; y nuestro consuelo y gozo deben fluir de la fe. Los santos temperamentos y los frutos de gracia que acompañan a la fe, aseguran que no haya engaño en un asunto tan importante.


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Reina Valera 1865

Casiodoro de Reina © Versión de Dominio Público.

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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