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Santiago 2 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Santiago 2

Santiago 2 - Introducción

* Todas las profesiones de fe son vanas, si no producen amor y justicia para los demás. (1-13) La necesidad de buenas obras para probar la sinceridad de la fe, que de otra manera no sería más ventajosa que la fe de los demonios. (14-26)

Santiago 2:1-13

1-13 Los que profesan la fe en Cristo como el Señor de la gloria, no deben respetar a las personas a causa de meras circunstancias y apariencias externas, de una manera que no concuerda con su profesión de ser discípulos del humilde Jesús. Santiago no alienta aquí la grosería o el desorden: se debe tener un respeto civil, pero nunca tal que influya en los procedimientos de los cristianos al disponer de los oficios de la iglesia de Cristo, o al aprobar las censuras de la iglesia, o en cualquier asunto de religión. Cuestionarnos a nosotros mismos es de gran utilidad en todas las partes de la vida santa. Seamos más frecuentes en esto, y en todo aprovechemos la ocasión para hablar con nuestras almas. Como los lugares de culto no pueden ser construidos o mantenidos sin gastos, puede ser apropiado que los que contribuyen a ellos sean acomodados en consecuencia; pero si todas las personas tuvieran una mentalidad más espiritual, los pobres serían tratados con más atención de lo que suele ser el caso en las congregaciones de culto. Un estado humilde es el más favorable para la paz interior y para el crecimiento en la santidad. Dios daría a todos los creyentes las riquezas y los honores de este mundo, si éstos les hicieran bien, ya que los ha elegido para ser ricos en la fe, y los ha hecho herederos de su reino, que prometió conceder a todos los que le aman. Considera cuántas veces las riquezas conducen al vicio y al mal, y qué grandes reproches se lanzan a Dios y a la religión, por parte de los hombres de la riqueza, del poder y de la grandeza mundana; y hará que este pecado parezca muy pecaminoso y necio. La Escritura da como ley el amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esta ley es una ley real, viene del Rey de reyes; y si los cristianos actúan injustamente, son condenados por la ley como transgresores. Pensar que nuestras buenas acciones expiarán nuestras malas acciones, nos pone claramente en la búsqueda de otra expiación. De acuerdo con el pacto de las obras, una infracción de cualquier mandamiento pone a un hombre bajo la condenación, de la cual ninguna obediencia, pasada, presente o futura, puede librarlo. Esto nos muestra la felicidad de los que están en Cristo. Podemos servirle sin temor servil. Las restricciones de Dios no son una esclavitud, pero nuestras propias corrupciones sí lo son. La condena de los pecadores impenitentes será finalmente un juicio sin misericordia. Pero Dios considera que es su gloria y su alegría perdonar y bendecir a los que podrían ser condenados justamente en su tribunal; y su gracia enseña a los que participan de su misericordia a copiarla en su conducta.

Santiago 2:14-26

14-26 Se equivocan aquellos que ponen una mera creencia nocional del evangelio por toda la religión evangélica, como muchos hacen ahora. Sin duda, la fe verdadera, por la cual los hombres tienen parte en la justicia, la expiación y la gracia de Cristo, salva sus almas; pero produce frutos santos, y se demuestra que es real por su efecto en sus obras; mientras que el mero asentimiento a cualquier forma de doctrina, o la mera creencia histórica de cualquier hecho, difiere totalmente de esta fe salvadora. Una mera profesión puede ganar la buena opinión de las personas piadosas; y puede procurar, en algunos casos, cosas buenas mundanas; pero ¿de qué le servirá a alguien ganar todo el mundo, y perder su alma? ¿Puede esta fe salvarle? Todas las cosas deben ser consideradas provechosas o no provechosas para nosotros, según tiendan a adelantar o impedir la salvación de nuestras almas. Este lugar de la Escritura muestra claramente que una opinión o asentimiento al evangelio, sin obras, no es fe. No hay manera de demostrar que realmente creemos en Cristo, sino siendo diligentes en las buenas obras, por motivos evangélicos y con fines evangélicos. Los hombres pueden jactarse ante los demás, y presumir de lo que realmente no tienen. No sólo debe haber asentimiento en la fe, sino consentimiento; no sólo un asentimiento a la verdad de la palabra, sino un consentimiento para tomar a Cristo. La verdadera creencia no es un acto del entendimiento solamente, sino una obra de todo el corazón. Que una fe justificadora no puede ser sin obras, se muestra en dos ejemplos, Abraham y Rahab. Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. La fe, al producir tales obras, lo hizo acreedor a favores peculiares. Vemos entonces,  Santiago 2:24, que el hombre es justificado por las obras, no por una simple opinión o profesión, o por creer sin obedecer, sino por tener una fe que produce buenas obras. Y tener que negar su propia razón, afectos e intereses, es una acción digna de probar a un creyente. Observe aquí el maravilloso poder de la fe para cambiar a los pecadores. La conducta de Rahab demostró que su fe era viva, o que tenía poder; demostró que creía con su corazón, no simplemente por un asentimiento del entendimiento. Prestemos, pues, atención, porque las mejores obras, sin la fe, están muertas; les falta la raíz y el principio. Por la fe cualquier cosa que hagamos es realmente buena; como hecha en obediencia a Dios, y con miras a su aceptación: la raíz es como si estuviera muerta, cuando no hay fruto. La fe es la raíz, las buenas obras son los frutos; y debemos procurar tener ambos. Esta es la gracia de Dios en la que estamos, y debemos mantenernos en ella. No hay un estado intermedio. Cada uno debe vivir como amigo de Dios, o como enemigo de Dios. Vivir para Dios, como  consecuencia de la fe, que justifica y salva, nos obliga a no hacer nada contra él, sino todo por él y para él.


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Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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