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Marcos 6 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Marcos 6

1 Salió de allí y vino a su patria, siguiéndole sus discípulos.

2 Llegado el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga; y la muchedumbre que le oía se maravillaba, diciendo: ¿De dónde le vienen a éste tales cosas, y qué sabiduría es esta que le ha sido dada, y cómo se hacen por su mano tales milagros?'

3 ¿No es acaso el artesano, hijo de María, y el hermano de Santiago, y de José, y de Judas, y de Simón? Y sus hermanas, ¿no viven aquí entre nosotros? y se escandalizaban de El.

4 Jesús les decía: Ningún profeta es tenido en poco sino en su patria y entre sus parientes y en su familia.

5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de que a algunos enfermos les impuso las manos y los curó.

6 El se admiraba de su incredulidad. Recorría las aldeas del contorno enseñando.

7 Llamando a sí a los Doce, comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros,

8 y les encargó que no tomasen para el camino nada más que un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturón,

9 y se calzasen con sandalias y no llevasen dos túnicas.

10 Les decía: Dondequiera que entréis en una casa, quedaos en ella hasta que salgáis de aquel lugar;'

11 y si un lugar, no os recibe ni os escucha, al salir de allí sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.

12 Partidos, predicaron que se arrepintiesen,

13 y echaban muchos demonios, y, ungiendo con óleo a muchos enfermos, los curaban.

14 Llegó esto a oídos del rey Herodes, porque se había divulgado mucho su nombre, y decía: Este es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por esto obra en él el poder de hacer milagros;'

15 pero otros decían: Es Elías; y otros decían que era un profeta, como uno de tantos profetas.'

16 Pero Herodes, oyendo esto, decía: Es Juan, a quien yo degollé, que ha resucitado.

17 Porque, en efecto, Herodes se había apoderado de Juan y le había puesto en prisión a causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado.

18 Pues decía Juan a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.

19 Y Herodías estaba enojada contra él y quería matarle, pero no podía,

20 porque Herodes sentía respeto por Juan, conociendo ser hombre justo y santo, y le amparaba, y, oyéndole, vacilaba, pero le escuchaba con gusto.

21 Llegado un día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños ofrecía un banquete a sus magnates, y a los tribunos, y a los principales de Galilea,

22 entró la hija de Herodías y, danzando, gustó a Herodes y a los comensales. El rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras y te lo daré.

23 Y le juró: Cualquier cosa que me pidieras, te la daré, aunque sea la mitad de mi reino.

24 Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué quieres que pida? Ella le contestó: La cabeza de Juan el Bautista.

25 Entrando luego con presteza, hizo su petición al rey, diciendo: Quiero que al instante me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.

26 El rey, entristecido por su juramento y por los convidados, no quiso desairarla.

27 Al instante envió el rey un verdugo, ordenándole traer la cabeza de Juan. Aquél se fue y le degolló en la cárcel,

28 trayendo su cabeza en una bandeja, y se la entregó a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.

29 Sus discípulos que lo supieron, vinieron y tomaron el cadáver y lo pusieron en un monumento.

30 Volvieron los apóstoles a reunirse con Jesús y le contaron cuanto habían hecho y enseñado.

31 El les dijo: Venid, retirémonos a un lugar desierto para que descanséis un poco, pues eran muchos los que iban y venían y ni espacio les dejaban para comer.

32 Fuéronse en la barca a un sitio desierto y apartado.

33 Pero les vieron ir, y muchos supieron dónde iban, y, a pie, de todas las ciudades concurrieron a aquel sitio y se les adelantaron.

34 Al desembarcar vio una gran muchedumbre, y se compadeció de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles largamente.

35 Siendo ya hora avanzada, se le acercaron los discípulos y le dijeron: El sitio es desierto y avanzada la hora;'

36 despídelos para que vayan a las alquerías y aldeas del contorno y se compren algo que comer.

37 El, respondiendo, les dijo: Dadles vosotros de comer. Y le dijeron: ¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?

38 El les contestó: ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Habiéndose informado, le dijeron: Cinco y dos peces.

39 Les mandó que les hicieran recostarse por grupos sobre la hierba verde.

40 Se recostaron por grupos de ciento y de cincuenta.

41 El, tomando los cinco panes y los dos peces, alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y se los entregó a los discípulos para que se los sirvieran, y los dos peces los repartió entre todos.

42 Comieron todos y se hartaron,

43 y recogieron doce canastos llenos de las sobras de los panes y de los peces.

44 Los que comieron de los panes eran cinco mil hombres.

45 En seguida mandó a sus discípulos subir a la barca y precederle al otro lado frente a Betsaida, mientras El despedía a la muchedumbre.

46 Después de haberlos despedido, se fue a un monte a orar.

47 Llegando el anochecer, se hallaba la barca en medio del mar y El solo en tierra.

48 Viéndolos fatigados de remar, porque el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar e hizo ademán de pasar de largo.

49 Pero ellos, así que le vieron andar sobre el mar, creyendo que era un fantasma, comenzaron a dar gritos,

50 porque todos le veían y estaban espantados. Pero Él les habló enseguida y les dijo: Animo, soy yo, no temáis.

51 Subió con ellos a la barca, y el viento se calmó, y se quedaron en extremo estupefactos,

52 pues no se habían dado cuenta de lo de los panes; su corazón estaba embotado.'

53 Hecha la travesía, llegaron a tierra de Genesaret y atracaron.

54 En cuanto salieron de la barca le conocieron,

55 y corrieron de toda aquella región, y comenzaron a traer en camillas a los enfermos donde oían que El estaba.

56 Adondequiera que llegaba, en las aldeas, o en las ciudades, o en las alquerías, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su vestido; y cuantos le tocaban quedaban sanos.'

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Marcos 6

Marco 6 - Introducción

Cristo despreciado en su propio país. (1-6) Los apóstoles enviados. (7-13) Juan el Bautista es condenado a muerte. (14-29) Los apóstoles vuelven, Cinco mil alimentados por un milagro. (30-44) Cristo camina sobre el mar, Cura a los que le tocan. (45-56)

Marco 6:1-6

1-6 Los compatriotas de nuestro Señor trataron de prejuzgar la mente de la gente contra él. ¿No es éste el carpintero? Nuestro Señor Jesús probablemente había trabajado en ese negocio con su padre. De este modo, honró a los mecánicos y alentó a todas las personas que comen con el trabajo de sus manos. A los seguidores de Cristo les conviene contentarse con la satisfacción de hacer el bien, aunque se les niegue la alabanza de ello. ¡Cuánto perdieron estos nazarenos por sus obstinados prejuicios contra Jesús! Que la gracia divina nos libre de esa incredulidad, que hace de Cristo un sabor a muerte, más que a vida para el alma. Vayamos, como nuestro Maestro, a enseñar a los campesinos el camino de la salvación.

Marco 6:7-13

7-13 Aunque los apóstoles eran conscientes de su gran debilidad, y no esperaban ninguna ventaja mundana, sin embargo, en obediencia a su Maestro, y en dependencia de su fuerza, salieron. No entretenían a la gente con asuntos curiosos, sino que les decían que debían arrepentirse de sus pecados y volverse a Dios. Los siervos de Cristo pueden esperar convertir a muchos de las tinieblas a Dios, y sanar las almas por el poder del Espíritu Santo.

Marco 6:14-29

14-29 Herodes temía a Juan mientras vivía, y lo temía aún más cuando estaba muerto. Herodes hizo muchas de las cosas que Juan en su predicación le enseñó; pero no basta con hacer muchas cosas, hay que tener respeto a todos los mandamientos. Herodes respetó a Juan, hasta que le tocó en su Herodías. Así muchos aman la buena predicación, si se aleja de su amado pecado. Pero es mejor que los pecadores persigan ahora a los ministros por su fidelidad, que maldecirlos eternamente por su infidelidad. Los caminos de Dios son inescrutables; pero podemos estar seguros de que nunca le faltará la recompensa a sus siervos por lo que soportan o pierden por su causa. La muerte no pudo llegar a sorprender a este hombre santo; y el triunfo de los malvados fue breve.

Marco 6:30-44

30-44 Que los ministros no hagan nada ni enseñen nada, sino lo que están dispuestos a decir a su Señor. Cristo se da cuenta de los sustos de unos y de los trabajos de otros de sus discípulos, y proporciona descanso a los que están cansados, y refugio a los que están aterrorizados. El pueblo buscaba el alimento espiritual de la palabra de Cristo, y luego él cuidaba de que no quisieran el alimento corporal. Si Cristo y sus discípulos soportaron cosas mezquinas, seguramente nosotros podremos hacerlo. Y este milagro muestra que Cristo vino al mundo, no sólo para restaurar, sino para preservar y alimentar la vida espiritual; en él hay suficiente para todos los que vienen. Nadie se aleja de Cristo con las manos vacías, sino los que vienen a él llenos de sí mismos. Aunque Cristo tenía pan suficiente a su disposición, nos enseña a no desperdiciar ninguna de las bondades de Dios, recordando cuántos están necesitados. Es posible que alguna vez necesitemos los fragmentos que ahora desechamos.

Marco 6:45-56

45-56 La iglesia es a menudo como un barco en el mar, sacudido por las tempestades, y sin consuelo: podemos tener a Cristo a nuestro favor, pero el viento y la marea en contra; pero es un consuelo para los discípulos de Cristo en una tormenta, que su Maestro está en el monte celestial, intercediendo por ellos. Y ninguna dificultad puede impedir la aparición de Cristo por su pueblo, cuando llegue el tiempo establecido. Él acalló sus temores, dándose a conocer a ellos. Nuestros temores se satisfacen pronto, si nuestros errores se corrigen, especialmente nuestros errores en cuanto a Cristo. Que los discípulos tengan a su Maestro con ellos, y todo estará bien. Es por falta de comprensión de las obras anteriores de Cristo, que vemos sus obras actuales como si nunca hubieran existido antes. Si los ministros de Cristo pudieran ahora curar las enfermedades corporales de la gente, ¡qué multitudes acudirían a ellos! Es triste pensar que la mayoría se preocupa más por sus cuerpos que por sus almas.


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Biblia Nácar-Colunga

Alberto Colunga Cueto, y Eloíno Nácar Fúster. 1944©

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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