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Lucas 18 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Lucas 18

1 Les dijo una parábola para mostrar que es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer,

2 diciendo: Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres.

3 Había asimismo en aquella ciudad una viuda que vino a él diciendo: Hazme justicia contra mi adversario.

4 Por mucho tiempo no le hizo caso; pero luego se dijo para sí: Aunque, a la verdad, yo no tengo temor de Dios ni respeto a los hombres,'

5 mas, porque esta viuda me está cargando, le haré justicia, para que no acabe por molerme.

6 Dijo el Señor: Oíd lo que dice este juez inicuo.

7 ¿Y Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a El día y noche, aun cuando los haga esperar?

8 Os digo que hará justicia prontamente. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?

9 Dijo también esta parábola a algunos que confiaban mucho en sí mismos, teniéndose por justos, y despreciaban a los demás.

10 Dos hombres subieron al templo a orar, el uno fariseo, el otro publicano.

11 El fariseo, en pie, oraba para sí de esta manera: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, adúlteros, injustos, ni como este publicano.

12 Ayuno dos veces en la semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo.

13 El publicano se quedó allá lejos, y ni se atrevía a levantar los ojos al cielo, y hería su pecho diciendo: ¡Oh Dios!, sé propicio a mí, pecador.

14 Os digo que bajó éste justificado a su casa, y no aquél. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

15 También le presentaban niños para que los tocase; viendo lo cual, los discípulos los reprendían.'

16 Jesús los llamó a sí, diciendo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo prohibáis, que de ellos es el reino de Dios.

17 En verdad os digo, quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

18 Cierto personaje le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para alcanzar la vida eterna?

19 Jesús le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.

20 Ya sabes los preceptos: No adulterarás, no matarás, no robarás, no levantarás falsos testimonios, honra a tu padre y a tu madre.

21 Díjole él: Todos esos preceptos los he guardado desde la juventud.

22 Oyendo esto Jesús, le dijo: Aún te queda una cosa: Vende cuanto tienes y repártelo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.

23 El, oyendo esto, se entristeció, porque era muy rico.

24 Viéndolo Jesús, dijo: ¡Qué difícilmente entran en el reino de Dios los que tienen riquezas!

25 Porque más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios.

26 Dijeron los que le oían: Entonces, ¿quién puede salvarse?

27 El respondió: Lo que es imposible a los hombres, es posible para Dios.

28 Díjole Pedro: Pues nosotros, dejando todo lo que teníamos, te hemos seguido.

29 El les dijo: En verdad os digo que ninguno que haya dejado casa, mujer, hermanos, padre o hijos por amor a Dios,

30 dejará de recibir mucho más en este siglo, y la vida eterna en el venidero.

31 Tomando aparte a los Doce, les dijo: Mirad, subimos a Jerusalén y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas del Hijo del hombre, que

32 será entregado a los gentiles, y escarnecido, e insultado, y escupido,

33 y después de haberle azotado, le quitarán la vida, y al tercer día resucitará.

34 Pero ellos no entendían nada de esto; eran cosas ininteligibles para ellos, no entendían lo que les decía.'

35 Acercándose a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna.

36 Oyendo a la muchedumbre que pasaba, preguntó qué era aquello.

37 Lc contestaron que era Jesús Nazareno que pasaba.

38 El se puso a gritar, diciendo: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí.

39 Los que iban en cabeza le reprendían para que callase, pero él gritaba cada vez más fuerte: Hijo de David, ten piedad de mí.

40 Deteniéndose Jesús, mandó que se lo llevasen, y cuando se le hubo acercado, le preguntó:

41 ¿Qué quieres que te haga? Dijo él : Señor, que vea.

42 Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha salvado,

43 y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Todo el pueblo que esto vio, daba gloria a Dios.

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Lucas 18

Lucas 18 - Introducción

La parábola de la viuda importuna. (1-8) El fariseo y el publicano. (9-14) Niños traídos a Cristo. (15-17) el gobernante obstaculizado por sus riquezas. (18-30) Cristo predice su muerte. (31-34) Un ciego restaurado.  (35-43)

Lucas 18:1-8

1-8 Todo el pueblo de Dios es un pueblo que ora. Aquí se enseña la firmeza en la oración por las misericordias espirituales. La seriedad de la viuda prevaleció incluso con el juez injusto: ella podía temer que lo pusiera más en su contra; pero nuestra oración ferviente es agradable a nuestro Dios. Incluso hasta el final habrá motivos para la misma queja de debilidad de fe.

Lucas 18:9-14

9-14 Esta parábola fue para convencer a algunos que confiaban en sí mismos que eran justos, y despreciaban a los demás. Dios ve con qué disposición y designio acudimos a él en las santas ordenanzas. Lo que dijo el fariseo muestra que confiaba en sí mismo que era justo. Podemos suponer que estaba libre de pecados graves y escandalosos. Todo esto estaba muy bien y era encomiable. Miserable es la condición de los que no alcanzan la justicia de este fariseo, pero no fue aceptado; ¿y por qué no? Subió al templo a orar, pero estaba lleno de sí mismo y de su propia bondad; el favor y la gracia de Dios no le parecieron dignos de pedir. Guardémonos de presentar devociones orgullosas al Señor, y de despreciar a los demás. El discurso del publicano a Dios estaba lleno de humildad, y de arrepentimiento por el pecado, y deseo hacia Dios. Su oración era corta, pero al fin: "Dios, sé misericordioso conmigo, pecador. Bendito sea Dios porque tenemos constancia de esta breve oración, como una oración contestada; y porque estamos seguros de que el que la rezó se fue a su casa justificado; porque así seremos nosotros, si la rezamos, como él lo hizo, por medio de Jesucristo. Se reconocía pecador por naturaleza, por práctica, culpable ante Dios. No dependía más que de la misericordia de Dios; sólo en eso se apoyaba. Y la gloria de Dios es resistir a los soberbios y dar gracia a los humildes. La justificación es de Dios en Cristo; por lo tanto, los autocondenados, y no los autojustificados, son justificados ante Dios.

Lucas 18:15-17

15-17 Nadie es demasiado pequeño, demasiado joven, para ser llevado a Cristo, que sabe mostrar bondad a los que no son capaces de hacerle un servicio. La intención de Cristo es que los niños pequeños sean llevados a él. La promesa es para nosotros y para nuestra descendencia, por lo que les dará la bienvenida con nosotros. Y debemos recibir su reino como niños, no por compra, y debemos llamarlo el regalo de nuestro Padre.

Lucas 18:18-30

18-30 Muchos tienen muchas cosas muy loables en ellos, pero perecen por falta de alguna cosa; así este gobernante no pudo soportar las condiciones de Cristo, que lo separarían de su hacienda. Muchos que se resisten a dejar a Cristo, sin embargo lo dejan. Después de una larga lucha entre sus convicciones y sus corrupciones, sus corrupciones se imponen. Lamentan mucho no poder servir a ambos; pero si hay que dejar a uno, será a su Dios, no a su ganancia mundana. Su presumida obediencia será un mero espectáculo externo; el amor al mundo, de una u otra forma, está en la raíz. Los hombres suelen hablar demasiado de lo que han dejado y perdido, de lo que han hecho y sufrido por Cristo, como hizo Pedro. Pero más bien deberíamos avergonzarnos de que haya habido algún arrepentimiento o dificultad en hacerlo.

Lucas 18:31-34

31-34 El Espíritu de Cristo, en los profetas del Antiguo Testamento, testificó de antemano sus sufrimientos, y la gloria que debía seguir, 1 Pedro 1:11.  Los prejuicios de los discípulos eran tan fuertes que no querían entender estas cosas literalmente. Estaban tan concentrados en las profecías que hablaban de la gloria de Cristo, que pasaron por alto las que hablaban de sus sufrimientos. La gente se equivoca, porque lee sus Biblias a medias, y se queda sólo con las cosas suaves. Estamos tan atrasados para aprender las lecciones apropiadas de los sufrimientos, la crucifixión y la resurrección de Cristo, como lo estaban los discípulos a lo que él les dijo en cuanto a esos eventos; y por la misma razón; el amor propio, y el deseo de objetos mundanos, cierran nuestros entendimientos.

Lucas 18:35-43

35-43 Este pobre ciego estaba sentado al borde del camino, mendigando. No sólo era ciego, sino pobre, el emblema más adecuado del mundo de la humanidad que Cristo vino a curar y salvar. La oración de la fe, guiada por las promesas alentadoras de Cristo, y fundamentada en ellas, no será en vano. La gracia de Cristo debe ser reconocida con gratitud, para gloria de Dios. Es para la gloria de Dios si seguimos a Jesús, como lo harán aquellos cuyos ojos son abiertos. Debemos alabar a Dios por sus misericordias para con los demás, así como por las misericordias para con nosotros mismos. Si queremos entender bien estas cosas, debemos acudir a Cristo, como el ciego, suplicándole encarecidamente que nos abra los ojos y nos muestre claramente la excelencia de sus preceptos y el valor de su salvación.


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Biblia Nácar-Colunga

Alberto Colunga Cueto, y Eloíno Nácar Fúster. 1944©

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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