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Hechos 3 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Hechos 3

1 Pedro y Juan subían a la hora de la oración, que era la de nona.

2 Había un hombre tullido desde el seno de su madre, que traían y ponían cada día a la puerta del templo llamada la Hermosa para pedir limosna a los que entraban en el templo.

3 Este, viendo a Pedro y a Juan que se disponían a entrar en el templo, extendió la mano pidiendo limosna.

4 Pedro y Juan, fijando en él los ojos, le dijeron: Míranos.

5 El los miró esperando recibir de ellos alguna cosa.

6 Pero Pedro le dijo: No tengo oro ni plata; lo que tengo, eso te doy: En nombre de Jesucristo Nazareno, anda.'

7 Y tomándole de la diestra, le levantó, y al punto sus pies y sus talones se consolidaron;'

8 y de un brinco se puso en pie, y comenzando a andar entró con ellos en el templo, saltando y brincando y alabando a Dios.

9 Todo el pueblo, que lo vio andar y alabar a Dios,

10 reconoció ser el mismo que se sentaba a pedir limosna en la puerta Hermosa del templo, y quedaron llenos de admiración y espanto por lo sucedido.

11 El no se separaba de Pedro y Juan, y todo el pueblo, espantado, concurrió a ellos en el pórtico llamado de Salomón.

12 Visto lo cual por Pedro, habló así al pueblo: Varones israelitas, ¿qué os admiráis de esto o qué nos miráis a nosotros, como si por nuestro propio poder o por nuestra piedad hubiéramos hecho andar a éste?

13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis en presencia de Pilato, cuando éste juzgaba que debía soltarLc.

14 Vosotros negasteis al Santo y al Justo y pedisteis que se os hiciera gracia de un homicida.

15 Disteis la muerte al autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.

16 Por la fe de su nombre, éste, a quien veis y conocéis, ha sido por su nombre consolidado, y la fe que de El nos viene dio a éste la plena salud en presencia de todos vosotros.

17 Ahora bien, hermanos, ya sé que por ignorancia habéis hecho esto, como también vuestros príncipes.

18 Dios ha dado así cumplimiento a lo que había anunciado por boca de todos los profetas, la pasión de su Cristo.

19 Arrepentios, pues, y convertios, para que sean borrados vuestros pecados,

20 a fin de que lleguen los tiempos del refrigerio de parte del Señor y envíe a Jesús, el Cristo, que os ha sido destinado,

21 a quien el cielo debía recibir hasta llegar los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas.

22 Dice, en efecto, Moisés: “Un profeta hará surgir el Señor Dios de entre vuestros hermanos, corno yo; vosotros le escucharéis todo lo que os hablare;'

23 toda persona que no escuchare a ese profeta, será exterminada de su pueblo.”

24 Y todos los profetas, desde Samuel y los siguientes, cuantos hablaron, anunciaron también estos días.

25 Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres cuando dijo a Abraham: “En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra.”

26 Dios, resucitando a su Siervo, os lo envía a vosotros primero para que os bendiga, al convertirse cada uno de sus maldades.

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Hechos 3

Hechos 3 - Introducción

Un hombre cojo curado por Pedro y Juan. (1-11) el discurso de Pedro a los judíos. (12-26)

Hechos 3:1-11

1-11 Los apóstoles y los primeros creyentes asistían al culto del templo a las horas de oración. Pedro y Juan parecen haber sido guiados por una dirección divina, para hacer un milagro en un hombre de más de cuarenta años, que había sido un lisiado desde su nacimiento. Pedro, en nombre de Jesús de Nazaret, le ordenó levantarse y caminar. Así, si queremos intentar con buen propósito la cura de las almas de los hombres, debemos salir en el nombre y el poder de Jesucristo, llamando a los pecadores indefensos a levantarse y caminar en el camino de la santidad, por la fe en Él. Cuán dulce es el pensamiento para nuestras almas, de que con respecto a todas las facultades lisiadas de nuestra naturaleza caída, el nombre de Jesucristo de Nazaret puede hacernos completos. Con qué santa alegría y éxtasis pisaremos los santos atrios, cuando Dios el Espíritu nos haga entrar en ellos por su fuerza.

Hechos 3:12-18

12-18 Obsérvese la diferencia en la forma de obrar los milagros. Nuestro Señor siempre habló como si tuviera un poder omnipotente, nunca dudó en recibir los mayores honores que se le concedían a causa de sus milagros divinos. Pero los apóstoles se referían a su Señor, y se negaban a recibir cualquier honor, excepto como sus inmerecidos instrumentos. Esto demuestra que Jesús era uno con el Padre, y co-igual con Él; mientras que los apóstoles sabían que eran hombres débiles y pecadores, y que dependían para todo de Jesús, cuyo poder efectuaba la cura. Los hombres útiles deben ser muy humildes. No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre, da la gloria. Toda corona debe ser arrojada a los pies de Cristo. El apóstol mostró a los judíos la grandeza de su crimen, pero no quiso enfurecerlos ni llevarlos a la desesperación. Ciertamente, los que rechazan, desechan o niegan a Cristo, lo hacen por ignorancia; pero esto no puede ser en ningún caso una excusa.

Hechos 3:19-21

19-21 La necesidad absoluta del arrepentimiento debe ser cargada solemnemente en las conciencias de todos los que desean que sus pecados sean borrados, y que puedan compartir el refrigerio que nada más que el sentido del amor perdonador de Cristo puede proporcionar. Bienaventurados los que han sentido esto. No era necesario que el Espíritu Santo diera a conocer los tiempos y las estaciones de estas dispensaciones. Estos temas siguen siendo oscuros. Pero cuando los pecadores estén convencidos de sus pecados, clamarán al Señor por el perdón; y a los penitentes, convertidos y creyentes, les llegarán tiempos de refrigerio de la presencia del Señor. En un estado de prueba y de libertad condicional, el Redentor glorificado estará fuera de la vista, porque debemos vivir por la fe en él.

Hechos 3:22-26

22-26 He aquí un poderoso discurso para advertir a los judíos de las terribles consecuencias de su incredulidad, en las mismas palabras de Moisés, su profeta favorito, por cuyo pretendido celo estaban dispuestos a rechazar el cristianismo y a tratar de destruirlo. Cristo vino al mundo para traer una bendición con él. Y envió su Espíritu para ser la gran bendición. Cristo vino a bendecirnos, convirtiéndonos de nuestras iniquidades, y salvándonos de nuestros pecados. Nosotros, por naturaleza, nos apegamos al pecado; el propósito de la gracia divina es apartarnos de él, para que no sólo lo abandonemos, sino que lo odiemos. Que nadie piense que puede ser feliz continuando en el pecado, cuando Dios declara que la bendición está en ser apartado de toda iniquidad. Que nadie piense que entiende o cree en el evangelio, que sólo busca la liberación del castigo del pecado, pero no espera la felicidad en ser liberado del pecado mismo. Y que nadie espere ser apartado de su pecado, sino creyendo y recibiendo a Cristo el Hijo de Dios, como su sabiduría, justicia, santificación y redención.


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Biblia Nácar-Colunga

Alberto Colunga Cueto, y Eloíno Nácar Fúster. 1944©

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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