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Génesis 24 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Génesis 24

1 Era Abraham ya viejo, muy entrado en años, y Yahvé le había bendecido en todo.

2 Dijo, pues, Abraham al más antiguo de los siervos de su casa, el que administraba cuanto tenía: “Pon, te ruego, tu mano bajo mi muslo,

3 y júrame por Yahvé, Dios de los cielos y de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en medio de los cuales habito,

4 sino que irás a mi tierra, a mi parentela, a buscar mujer para mi hijo Isaac.”

5 Y le dijo el siervo: “Y si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿habré de llevar allá a tu hijo a la tierra de donde saliste?”

6 Díjole Abraham: “Guárdate muy bien de llevar allá a mi hijo.

7 Yahvé, Dios de los cielos, que me sacó de la casa de mi padre y de la tierra de mi nacimiento, que me ha hablado y me juró, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, enviará a su ángel ante ti y traerás de allí mujer para mi hijo.

8 Si la mujer no quiere venir contigo, quedarás libre de este juramento; pero de ninguna manera volverás allá a mi hijo.”

9 Puso, pues, el siervo la mano bajo el muslo de Abraham, su señor, y le juró.

10 Tomó el siervo diez de los camellos de su señor y se puso en camino, llevando consigo cuanto de bueno tenía su señor, y se dirigió a Aram Naharayim, a la ciudad de Najor.

11 Hizo que los camellos doblasen sus rodillas fuera de la ciudad junto a un pozo de aguas, ya de tarde, a la hora de salir las que van a coger agua,

12 y dijo: “Yahvé, Dios de mi amo Abraham, haz que me salga ahora buen encuentro, y muéstrate benigno con mi señor Abraham.

13 Voy a ponerme junto al pozo de agua mientras las mujeres de la ciudad vienen a buscar agua;'

14 la joven a quien yo dijere: “Inclina tu cántaro, te ruego, para que yo beba,” y ella me respondiere: “Bebe tú y daré también de beber a tus camellos,” sea la que destinas a tu siervo Isaac, y conozca yo así que te muestras propicio a mi señor.”

15 Y sucedió que, antes que él acabara de hablar, salía con el cántaro al hombro Rebeca, hija de Batuel, hijo de Melca, la mujer de Najor, hermano de Abraham.

16 La joven era muy hermosa y virgen, que no había conocido varón. Bajó al pozo, llenó su cántaro y volvió a subir.

17 Salióle al encuentro el siervo, y le dijo: “Dame, por favor, a beber un poco de agua de tu cántaro.”

18 “Bebe, señor mío,” le contestó ella, y, bajando el cántaro, lo tomó con sus manos y le dio a beber.

19 Cuando hubo él bebido, le dijo: “También para tus camellos voy a sacar agua, hasta que hayan bebido lo que quieran.”

20 Y se apresuró a vaciar el cántaro en el abrevadero, y corrió de nuevo al pozo a sacar más agua, hasta que hubo sacado para todos los camellos.

21 El hombre la contemplaba en silencio y se preguntaba si había prosperado Yahvé su camino o no.

22 Cuando hubieron acabado de beber los camellos, tomó el siervo un arillo de oro de medio siclo de peso y dos brazaletes de diez siclos, también de oro, y, dándoselos,

23 le preguntó: “¿De quién eres hija tú? Dime, por favor, si no habría lugar en casa de tu padre para pasar allí la noche.

24 Ella contestó: “Soy hija de Batuel, el hijo que Melca dio a Najor.”

25 Y añadió: “Hay en nuestra casa paja y heno en abundancia y lugar para pernoctar.”

26 Postróse entonces el hombre y adoró a Yahvé,

27 diciendo: “Bendito sea Yahvé, Dios de mi señor Abraham, que no ha dejado de hacer gracia y mostrarse fiel a mi señor, y a mí me ha conducido derecho a la casa de los hermanos de mi señor.”

28 Corrió la joven a contar en casa de su madre lo que había pasado.

29 Tenía Rebeca un hermano de nombre Labán, que se apresuró a ir al pozo en busca del hombre.

30 Había visto el arillo y los brazaletes en la mano de su hermana y le había oído decir: “Así me ha hablado el hombre.” Vino, pues, a él, que seguía con sus camellos junto a la fuente,

31 y le dijo: “Ven, bendito de Yahvé; ¿por qué te estás ahí fuera? Ya he preparado yo la casa y lugar para los camellos.”

32 Fue, pues, el hombre a casa. Labán desaparejó los camellos, dio a éstos paja y heno, y agua al hombre y a los que le acompañaban, para lavarse los pies,

33 y después le sirvió de comer; pero el hombre dijo: “No comeré mientras no diga lo que tengo que decir.” Respondióle: “Di.”

34 Este dijo: “Yo soy siervo de Abraham.

35 Yahvé ha bendecido largamente a mi señor y le ha engrandecido, dándole ovejas y bueyes, plata y oro, siervos y siervas, camellos y asnos.

36 Parióle Sara, la mujer de mi señor, un hijo en su ancianidad, y a él le ha dado todos sus bienes.

37 Mi señor me ha hecho jurar: No tomarás para mi hijo mujer de entre los hijos de los cananeos, de la tierra en que habito;'

38 sino que irás a la casa de mi padre, a mi parentela, y de allí traerás mujer para mi hijo.

39 Yo dije a mi señor,: “Quizá no quiera venir conmigo la mujer”;'

40 y él me contestó: “Yahvé, ante quien yo ando, mandará contigo su ángel y hará que tu camino tenga buen éxito, y tomarás mujer para mi hijo de mi parentela y de la casa de mi padre.”

41 Quedarás desligado del juramento si fueses a mi parentela y no te la dieren; libre quedarás entonces.”

42 Llegué hoy a la fuente y dije: “Yahvé, Dios de mi señor Abraham, te ruego que, si en verdad quieres prosperar el camino que traigo,

43 hagas que, mientras yo me quedo junto a la fuente, la joven que salga a buscar agua y a quien diga yo: “Dame de beber, te ruego, un poco de agua de tu cántaro,”

44 y me diga ella: “Bebe, y sacaré también para tus camellos,” sea la mujer que Yahvé ha destinado para esposa del hijo de mi señor.”

45 No había yo acabado de decir esto en mi corazón, cuando salía Rebeca con su cántaro al hombro, bajó a la fuente y sacó agua. Yo le dije: “Dame de beber, te lo ruego.”

46 Bajó ella en seguida el cántaro de sobre su hombro y dijo: “Bebe, y daré también de beber a tus camellos;” y bebí yo, y ella dio también de beber a mis camellos.'

47 Yo le pregunté: “¿De quién eres hija?” Ella me respondió: “Soy hija de Batuel, el hijo de Najor, que le dio Melca.” Entonces puse yo el arillo en su nariz, y los brazaletes en sus manos,

48 y me incliné, postrándome ante Yahvé, y bendije a Yahvé, Dios de mi señor Abraham, que me había traído por camino derecho para tomar a la hija de su hermano para mujer de su hijo.”

49 Ahora, si queréis hacer gracia y fidelidad a mi señor, decídmelo; si no, decídmelo también, y me dirigiré a la derecha o a la izquierda.”

50 Labán y su casa contestaron, diciendo: “De Yahvé viene esto; nosotros no podemos decirte ni bien ni mal.'

51 Ahí tienes a Rebeca, tómala y vete, y sea la mujer del hijo de tu señor, como lo ha dicho Yahvé.”

52 Cuando el siervo de Abraham hubo oído estas palabras, se postró en tierra ante Yahvé;'

53 y, sacando objetos de plata y oro y vestidos, se los dio a Rebeca, e hizo también presentes a su hermano y a su madre.

54 Pusiéronse luego a comer y a beber, él y los que con él venían, y pasaron la noche. A la mañana, cuando se levantaron, dijo el siervo: “Dejad que me vaya a mi señor.”

55 El hermano y la madre de Rebeca dijeron: “Que esté la joven con nosotros todavía algunos días, unos diez, y después partirá.”

56 El les contestó: “No retraséis mi vuelta, ya que Yahvé ha hecho feliz el éxito de mi viaje; dejadme partir, para que vuelva a mi señor.”

57 Dijéronle, pues: “Llamemos a la joven y preguntémosle lo que ella quiere.”

58 Llamaron a Rebeca y le preguntaron: “¿Quieres partir luego con este hombre?” Y ella respondió: “Partiré.”

59 Dejaron, pues, ir a Rebeca, su hermana, y a su nodriza con el siervo de Abraham y sus hombres,

60 y bendecían a Rebeca, diciendo: “Hermana nuestra eres; que crezcas en millares de millares y se adueñe tu descendencia de las puertas de tus enemigos.”

61 Montaron, pues, Rebeca, sus doncellas y su nodriza en los camellos, y se fueron tras el hombre, y éste se partió con Rebeca.

62 Volvía un día Isaac del pozo de Jai-Roi, pues habitaba entonces en el Negueb,

63 y había salido por la tarde para pasearse por el campo, y, alzando los ojos, vio venir camellos.

64 También Rebeca alzó sus ojos, y, viendo a Isaac, se apeó del camello,

65 y preguntó al siervo: “¿Quién es aquel hombre que viene por el campo a nuestro encuentro?” El siervo le respondió: “Es mi señor.” Ella cogió el velo y se cubrió.

66 El siervo contó a Isaac cuanto había ocurrido,

67 e Isaac condujo a Rebeca a la tienda de Sara, su madre; la tomó por mujer y la amó, consolándose de la muerte de su madre.'

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Génesis 24

Génesis 24 - Introducción

* El cuidado de Abraham por el matrimonio de Isaac. (1-9)

El viaje del siervo de Abraham a Mesopotamia, su encuentro con Rebeca. (10-28)

Rebekah y sus parientes consienten en su matrimonio. (29-53)

El feliz encuentro y matrimonio de Isaac y Rebeca. (54-67)

Génesis 24:1-9

1-9 El efecto del buen ejemplo, la buena enseñanza y la adoración de Dios en una familia, generalmente aparecerá en la piedad, fidelidad, prudencia y afecto de los sirvientes. Vivir en tales familias, o tener tales sirvientes, ambas son bendiciones de Dios que deben ser altamente valoradas y agradecidas. Pero ninguna preocupación en la vida es de mayor importancia para nosotros mismos, para los demás o para la iglesia de Dios que el matrimonio. Por lo tanto, siempre debe llevarse a cabo con mucho cuidado y prudencia, especialmente con referencia a la voluntad de Dios, y con oración por su dirección y bendición. Donde los buenos padres no son consultados y considerados, no se puede esperar la bendición de Dios. Los padres, al deshacerse de sus hijos, deben consultar cuidadosamente el bienestar de sus almas y su avance en el camino al cielo. Observe la acusación que Abraham le dio a un buen sirviente, uno cuya conducta, fidelidad y afecto, a él y a su familia, él había conocido por mucho tiempo. Observe también que Abraham recuerda que Dios lo había sacado maravillosamente de la tierra de su nacimiento, por el llamado de su gracia; y por lo tanto no duda pero prosperará su cuidado, no para traer a su hijo allí otra vez. Dios hará que eso termine en nuestro consuelo, en el cual apuntamos sinceramente a su gloria.

Génesis 24:10-28

10-28 El siervo de Abraham reconoció devotamente a Dios. Tenemos permiso para ser particulares al recomendar nuestros asuntos al cuidado de la Divina Providencia. Propone una señal, no que pretendiera no continuar, si no está satisfecho con ella; pero es una oración que Dios provea una buena esposa para su joven maestro; y esa fue una buena oración. Ella debe ser sencilla, trabajadora, humilde, alegre, servicial y hospitalaria. Cualquiera que sea la moda, el sentido común y la piedad nos dicen que estas son las calificaciones apropiadas para una esposa y una madre; para alguien que debe ser el compañero de su esposo, el gerente de asuntos domésticos, y que confía en formar la mente de los niños. Cuando el mayordomo vino a buscar una esposa para su amo, no fue a lugares de diversión y placer pecaminoso, y rezó para que pudiera encontrar una allí, sino al pozo de agua, esperando encontrar una allí empleada correctamente. Rezó para que Dios quisiera abrirse camino en este asunto claro y claro ante él. Nuestros tiempos están en la mano de Dios; no solo los eventos en sí, sino también los tiempos de ellos.

Debemos prestar atención a ser demasiado audaces al instar a lo que Dios debe hacer, para que el evento no debilite nuestra fe, en lugar de fortalecerla. Pero Dios lo poseía dejando claro su camino. Rebeca, en todos los aspectos, respondió a los personajes que buscaba en la mujer que iba a ser la esposa de su amo. Cuando llegó al pozo, bajó y llenó su jarra, y subió para irse a casa con ella. No soportaba mirar al extraño hombre de sus camellos, sino que se preocupaba por sus asuntos y no se habría desviado de ellos sino por la oportunidad de hacer el bien. Ella no curiosamente ni con confianza entabló un discurso con él, sino que le respondió con modestia. Satisfecho de que el Señor había escuchado su oración, le dio a la damisela algunos adornos usados ​​en países del este; preguntando al mismo tiempo respetando a su parentela. Al enterarse de que ella era de las relaciones de su amo, él inclinó la cabeza y adoró, bendiciendo a Dios. Sus palabras fueron dirigidas al Señor, pero al ser escuchadas por Rebeca, ella podía percibir quién era y de dónde venía.

Génesis 24:29-53

29-53 La composición del matrimonio entre Isaac y Rebeca se cuenta muy particularmente. Debemos notar la providencia de Dios en los eventos comunes de la vida humana, y en ellos ejercer la prudencia y otras gracias. Labán fue a pedirle al criado de Abraham que entrara, pero no hasta que vio el pendiente y el brazalete en las manos de su hermana. Conocemos el carácter de Labán, por su conducta posterior, y podemos pensar que no habría sido tan libre para entretenerlo, si no hubiera esperado ser recompensado por ello. El sirviente estaba concentrado en sus asuntos. Aunque había salido de un viaje y había venido a una buena casa, no comería hasta que le dijera su recado. Hacer nuestro trabajo y cumplir con nuestros fideicomisos, ya sea para Dios o para el hombre, deberíamos preferirnos antes de nuestra comida: era la carne y bebida de nuestro Salvador, Juan 4:34.

Él les dice el cargo que su maestro le había dado, con la razón de ello. Él relata lo que sucedió en el pozo, para promover la propuesta, mostrando claramente el dedo de Dios en él. Aquellos eventos que nos parecen el efecto de la elección, la invención o el azar, son "designados" por Dios. Esto no obstaculiza, sino que alienta el uso de todos los medios adecuados. Cierran libre y alegremente con la propuesta; y es probable que cualquier asunto sea cómodo cuando procede del Señor. El siervo de Abraham agradece el buen éxito con el que se había encontrado. Era un hombre humilde, y los hombres humildes no se avergüenzan de ser dueños de su situación en la vida, sea lo que sea. Todas nuestras preocupaciones temporales son dulces si se mezclan con la piedad.

Génesis 24:54-67

54-67 El siervo de Abraham, como uno que eligió su trabajo antes que su placer, fue por apresurarse a casa. Permanecer y merodear de ninguna manera se convierte en un hombre sabio y bueno que sea fiel a su deber. Como los niños no deben casarse sin el consentimiento de sus padres, los padres no deben casarse con ellos sin el suyo. Rebeca consintió, no solo en irse, sino en irse de inmediato. La bondad del personaje de Rebeca muestra que no hubo nada malo en su respuesta, aunque no sería agradable para las costumbres modernas entre nosotros. Podemos esperar que ella tuviera una idea de la religión y la piedad de la familia a la que iba a ir, ya que estaba dispuesta a olvidar a su propia gente y la casa de su padre. Sus amigos la despiden con asistentes adecuados y con buenos deseos. Ellos bendijeron a Rebeca.

Cuando nuestras relaciones están entrando en una nueva condición, debemos por oración recomendarles la bendición y la gracia de Dios. Isaac estaba bien empleado cuando conoció a Rebeca. Salió para aprovechar una tarde silenciosa y un lugar solitario para meditar y rezar; esos ejercicios divinos por los cuales conversamos con Dios y nuestros propios corazones. Las almas santas aman la jubilación; nos hará bien estar a menudo solos, si trabajamos correctamente; y nunca estamos menos solos que cuando estamos solos. Observen que Isaac era un hijo cariñoso: habían pasado unos tres años desde la muerte de su madre, y sin embargo, hasta ahora no estaba consolado. Vea también qué esposo cariñoso era para su esposa. Los hijos obedientes prometen ser justos para ser maridos cariñosos; el que llena su primera estación en la vida con honor, es probable que haga lo mismo en los siguientes.


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Biblia Nácar-Colunga

Alberto Colunga Cueto, y Eloíno Nácar Fúster. 1944©

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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