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Deuteronomio 27 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Deuteronomio 27

1 Moisés con todos los ancianos de Israel dio al pueblo esta orden: “Guardad todo mandamiento que yo os prescribo hoy.

2 Cuando hayáis pasado el Jordán a la tierra que Yahvé, tu Dios, te dará, levantarás grandes piedras, que revocarás de cal,

3 y escribirás en ellas todas las palabras de esta Ley apenas hayas pasado para llegar a la tierra que Yahvé, tu Dios, te dará; tierra que mana leche y miel, como Yahvé, tu Dios, se lo prometió a tus padres.'

4 Cuando paséis el Jordán alzaréis esas piedras, como yo te lo mando hoy, sobre el monte Ebal y las revocarás con cal.

5 Alzarás allí un altar a Yahvé; un altar de piedras a las que no haya tocado el hierro;'

6 alzarás con piedras brutas el altar a Yahvé, tu Dios, y ofrecerás sobre él holocaustos a Yahvé, tu Dios;'

7 le ofrecerás sacrificios pacíficos y allí comerás y te regocijarás ante Yahvé, tu Dios;'

8 escribirás sobre esas piedras todas las palabras de esta Ley con caracteres bien claros.”

9 Moisés y los sacerdotes levitas hablaron a todo Israel, diciendo: “Guarda silencio, Israel, y escucha: Hoy eres el pueblo de Yahvé, tu Dios.

10 Obedece, pues, a la voz de Yahvé, tu Dios, y pon por obra sus mandamientos y sus leyes que yo hoy te prescribo.”

11 El mismo día dio Moisés al pueblo esta orden:

12 “Cuando hayáis pasado el Jordán, Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín se estarán sobre el monte Garizim para la bendición del pueblo;'

13 los otros, Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí, sobre el monte Ebal, para la maldición.

14 Los levitas alzarán la voz y dirán a todos los hombres de Israel:

15 “¡Maldito quien haga escultura o imagen fundida, abominación a Yahvé, obra de artífice, y la ponga en lugar oculto!” Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”

16 “¡Maldito quien deshonre a su padre o a su madre!” Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”

17 ”¡Maldito quien reduzca los términos de su prójimo!” Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”

18 “¡Maldito quien lleve al ciego fuera de su camino!” Y todo el pueblo responderá: “¡Arnén!”

19 “¡Maldito quien haga entuerto al extranjero, al huérfano y a la viuda!” Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”

20 “¡Maldito quien yace con la mujer de su padre para alzar la cubierta del lecho de su padre!” Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”

21 “¡Maldito quien tuviere parte con una bestia cualquiera!” Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”

22 ”¡Maldito quien yace con su hermana, hija de su padre o de su madre!” Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”

23 “¡Maldito quien yace con su suegra!” Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”

24 “¡Maldito quien ocultamente hiere a su prójimo !” Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”

25 “¡Maldito quien reciba dones para herir de muerte una vida, sangre inocente!” Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”

26 “¡Maldito quien no mantenga las palabras de esta Ley cumpliéndolas !” Y todo el pueblo responderá: “¡Amén!”

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Deuteronomio 27

Deuteronomio 27 - Introducción

* La ley que debe ser escrita en piedras en la tierra prometida (1-10). Las maldiciones que deben ser pronunciadas en el monte Ebal (11-26).

Deuteronomio 27:1-10

1-10 Tan pronto como entraron en Canaán, debían erigir un monumento en el cual debían escribir las palabras de esta ley. También debían levantar un altar. La palabra y la oración debían ir juntas. Aunque no podían, por su propia voluntad, erigir ningún altar aparte del que estaba en el tabernáculo, según la ordenanza de Dios, podían hacerlo en ocasiones especiales. Este altar debía estar hecho de piedras sin labrar, como las que encontraban en el campo. Cristo, nuestro Altar, es una piedra cortada de la montaña sin manos humanas, rechazada por los constructores por no tener forma ni hermosura, pero aceptada por Dios Padre y hecha la Piedra Principal del ángulo. En el Antiguo Testamento, las palabras de la ley están escritas, con la maldición adjunta; lo que nos sobrecogería de horror si no tuviéramos, en el Nuevo Testamento, un altar erigido cerca, que nos consuela. Bendito sea Dios, las copias impresas de las Escrituras entre nosotros eliminan la necesidad de los métodos que se presentaron a Israel. El propósito del ministerio del evangelio es, y el propósito de los predicadores debe ser, hacer la palabra de Dios lo más clara posible. Sin embargo, a menos que el Espíritu de Dios prospere tales esfuerzos con poder divino, no seremos hechos sabios para la salvación, ni siquiera por estos medios; por esto debemos orar diaria y fervientemente.

Deuteronomio 27:11-26

11-26 Las seis tribus designadas para la bendición eran todos hijos de las mujeres libres, porque a ellas pertenece la promesa, como se menciona en Gálatas 4:31. Leví también se encuentra entre los demás. Los ministros deben aplicar a sí mismos la bendición y la maldición que predican a otros, y por fe dar su propio Amén a ello. Y no deben solo persuadir a las personas a cumplir su deber con las promesas de bendición, sino también amedrentarlas con las amenazas de maldición, declarando que una maldición caerá sobre aquellos que hacen tales cosas. A cada una de las maldiciones, el pueblo debía decir: Amén. Esto profesaba su fe de que estas, y maldiciones similares, eran declaraciones reales de la ira de Dios contra la impiedad y la injusticia de los hombres, y ninguna parte de ellas quedará sin cumplirse. Era reconocer la equidad de estas maldiciones. Aquellos que hacen tales cosas merecen caer bajo la maldición. Para que aquellos que fueran culpables de otros pecados, no mencionados aquí, no se consideraran a salvo de la maldición, la última abarca a todos. No solo aquellos que hacen el mal que la ley prohíbe, sino también aquellos que omiten el bien que la ley requiere. Sin la sangre expiatoria de Cristo, los pecadores no pueden tener comunión con un Dios santo ni hacer algo que le sea aceptable; su ley justa condena a todos los que, en cualquier momento o en cualquier cosa, la quebrantan. Bajo su maldición terrible, permanecemos como transgresores hasta que la redención de Cristo se aplique a nuestros corazones. Dondequiera que la gracia de Dios trae salvación, enseña al creyente a negar la impiedad y las pasiones mundanas, a vivir sobriamente, justamente y piadosamente en este mundo presente, consintiendo y deleitándose en las palabras de la ley de Dios en el hombre interior. En este camino santo, se encuentra la verdadera paz y la alegría sólida.


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Biblia Nácar-Colunga

Alberto Colunga Cueto, y Eloíno Nácar Fúster. 1944©

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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