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2 Samuel 24 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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2 Samuel 24

1 Volvió a encenderse el furor de Yahvé contra Israel, impulsando a David a que hiciera el censo de Israel y de judá.

2 Dijo, pues, David a Joab, jefe de su ejército: “Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, y haz el censo del pueblo, para saber su número.”

3 Joab dijo al rey: “Aumente Yahvé, tu Dios, el pueblo cien veces otro tanto como son y véalo mi señor el rey. Mas ¿para qué quiere esto mi señor el rey?”

4 Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab y sobre los jefes del ejército, y salió Joab, con los jefes del ejército, de la presencia del rey para hacer el censo del pueblo de Israel;'

5 y pasado el Jordán, comenzaron por Aroer y la ciudad que está en medio del valle y por Gad hasta Jazer.

6 Y fueron a Galaad y a la tierra de los jéteos, hasta Cades, y luego desde Dan hasta Sidón la grande;'

7 fueron a la ciudad fuerte de Tiro y a todas las ciudades de los jeveos y cananeos, y, por fin, al Negueb de Judá, a Berseba.

8 Cuando hubieron así recorrido toda la tierra, volvieron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días;'

9 y Joab remitió al rey el rollo del censo del pueblo. Había en Israel ochocientos mil hombres de guerra que esgrimían la espada, y quinientos mil en Judá.

10 David sintió latir su corazón cuando hubo hecho el censo del pueblo, y dijo a Yahvé: “He pecado gravemente al hacer esto. Ahora, ¡oh Yahvé! perdona, te ruego, la iniquidad de tu siervo, pues he obrado como un insensato.”

11 Al día siguiente, cuando se levantó David, había llegado a Gad, profeta, el vidente de David, palabra de Yahvé, diciendo:

12 “Ve a decir a David: Así habla Yahvé: Te doy a elegir entre tres cosas la que he de hacer yo a tu elección.”

13 Vino Gad a David y se lo comunicó, diciendo: “¿Qué quieres: tres años de hambre sobre la tierra, tres meses de derrotas ante los enemigos que te persigan o tres días de peste en toda la tierra? Reflexiona, pues, y ve lo que he de responder al que me envía.”

14 David respondió a Gad: “Estoy en una cruel angustia. Caigamos en las manos de Yahvé, cuya misericordia es grande; pero que no caiga yo en las manos de los hombres.”

15 David escogió para sí la peste. Eran los días de la mies del trigo cuando la peste comenzó en el pueblo, y murieron, desde Dan a Bersabé, setenta mil hombres del pueblo.

16 El ángel de Yahvé tendía ya su mano sobre Jerusalén para destruirla pero se arrepintió Yahvé del mal y dijo al ángel que hacía perecer al pueblo: “Basta; retira ya tu mano.” El ángel de Yahvé estaba cerca de la era de Areuna el jebuseo.'

17 A la vista del ángel que hería al pueblo, dijo David a Yahvé: “Yo he pecado; pero éstos, las ovejas, ¿qué han hecho? Caiga tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre.”

18 Aquel día vino Gad a David y le dijo: “Sube y alza a Yahvé un altar en la era de Areuna el jebuseo.”

19 Subió David, conforme a la orden de Gad, como se lo había mandado a éste Yahvé.

20 Areuna, al mirar, vio al rey y a sus servidores que se dirigían hacia él, y, saliendo, se prosternó delante del rey, rostro a tierra,

21 diciendo: “¿Cómo mi señor el rey viene a su siervo?” David respondió: “Vengo a comprarte esta era y a alzar en ella un altar a Yahvé, para que se retire la plaga de sobre su pueblo.”

22 Areuna dijo a David: “Tómela mi señor y ofrezca cuantos sacrificios le plazca. Ahí están los bueyes para el holocausto; los trillos y los yugos darán la leña;'

23 todo eso, ¡oh rey! se lo regala Areuna al rey. Que Yahvé, tu Dios, te sea favorable.”

24 Pero el rey respondió a Areuna: “No; quiero comprártelo por precio de plata; no voy a ofrecer yo a Yahvé, mi Dios, holocaustos que no me cuestan nada.” Y compró David la era y los bueyes en cincuenta siclos de plata;'

25 alzó allí el altar a Yahvé y ofreció holocaustos y sacrificios pacíficos. Así se aplacó Yahvé con su pueblo y cesó la plaga en Israel.

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2 Samuel 24

2 Samuel 24 - Introducción

* David numera a la gente. (1-9) Él elige la peste. (10-15) La permanencia de la peste. (16,17) sacrificio de David, la plaga eliminada. (18-25)

2 Samuel 24:1-9

1-9 Por el pecado del pueblo, David se dejó actuar mal, y en su castigo recibieron castigo. Este ejemplo arroja luz sobre el gobierno de Dios del mundo y proporciona una lección útil. El orgullo del corazón de David fue su pecado al numerar a la gente. Por lo tanto, pensó que parecía más formidable, confiando en un brazo de carne más de lo que debería haberlo hecho, y aunque había escrito mucho de confiar solo en Dios. Dios no juzga el pecado como nosotros. Lo que nos parece inofensivo, o al menos una pequeña ofensa, puede ser un gran pecado a los ojos de Dios, quien discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Incluso los hombres impíos pueden discernir los malos temperamentos y la conducta incorrecta en los creyentes, de los cuales ellos mismos a menudo permanecen inconscientes. Pero Dios rara vez permite a aquellos a quienes ama los placeres que codician pecaminosamente.

2 Samuel 24:10-15

10-15 Está bien, cuando un hombre ha pecado, si tiene un corazón adentro para herirlo por ello. Si confesamos nuestros pecados, podemos orar con fe para que Dios los perdone y quitar, perdonando la misericordia, ese pecado que desechamos con un arrepentimiento sincero. Lo que hacemos de nuestro orgullo es que Dios nos lo quite, o nos amargue, y lo convierta en nuestro castigo. Esto debe ser un castigo ya que la gente tiene una gran participación, ya que aunque fue el pecado de David lo que abrió la esclusa, todos los pecados de la gente contribuyeron al diluvio. En esta dificultad, David eligió un juicio que vino inmediatamente de Dios, cuyas misericordias él sabía que eran muy grandes, en lugar de los hombres, que habrían triunfado en las miserias de Israel, y de ese modo se habrían endurecido en su idolatría. Él eligió la peste; él y su familia estarían tan expuestos a él como el israelita más pobre; y él continuaría por un tiempo más corto bajo la reprensión divina, por severa que fuera. La rápida destrucción por la peste muestra cuán fácilmente Dios puede derribar a los pecadores más orgullosos, y cuánto le debemos diariamente a la paciencia divina.

2 Samuel 24:16-17

16,17 Quizás había más maldad, especialmente más orgullo, y ese era el pecado ahora castigado, en Jerusalén que en otros lugares, por lo tanto, la mano del destructor se extiende sobre esa ciudad; pero el Señor se arrepintió del mal, no cambió de opinión, sino de manera. En el mismo lugar donde se detuvo a Abraham de matar a su hijo, este ángel, por una contrademanda similar, se quedó de destruir Jerusalén. Es por el bien del gran sacrificio, que nuestras vidas perdidas se preservan del ángel destructor. Y en David está el espíritu de un verdadero pastor del pueblo, ofreciéndose a sí mismo como sacrificio a Dios, para la salvación de sus súbditos.

2 Samuel 24:18-25

18-25 Dios nos anima a ofrecerle sacrificios espirituales, es una evidencia de que nos reconcilia con él mismo. David compró el terreno para construir el altar. Dios odia el robo por el holocausto. Aquellos que no saben qué es la religión, a quienes les importa que sean baratos y fáciles para ellos, y que están más satisfechos con lo que les cuesta menos dolores o dinero. Para qué tenemos nuestra sustancia, sino honrar a Dios con ella; ¿Y cómo puede ser mejor otorgado? Vea la construcción del altar y la ofrenda de sacrificios apropiados sobre él. Ofrendas quemadas para la gloria de la justicia de Dios; ofrendas de paz para la gloria de su misericordia. Cristo es nuestro altar, nuestro sacrificio; solo en él podemos esperar escapar de su ira y encontrar el favor de Dios. La muerte está destruyendo todo, en tantas formas, y tan repentinamente, que es una locura no esperar y prepararse para el final de la vida.


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Biblia Nácar-Colunga

Alberto Colunga Cueto, y Eloíno Nácar Fúster. 1944©

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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