Marcos 11 - Comentario Bíblico de Matthew HenryMarcos 11La entrada triunfal1 Cuando se acercaban* a Jerusalén, por Betfagé y Betania, cerca del monte de los Olivos, envió* a dos de sus discípulos, 2 y les dijo*: Id a la aldea enfrente de vosotros, y tan pronto como entréis en ella, encontraréis un pollino atado en el cual nadie se ha montado todavía; desatadlo y traedlo. 3 Y si alguien os dice: «¿Por qué hacéis eso?», decid: «El Señor lo necesita»; y enseguida lo devolverá acá. 4 Ellos fueron y encontraron un pollino atado junto a la puerta, afuera en la calle, y lo desataron*. 5 Y algunos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino? 6 Ellos les respondieron tal como Jesús les había dicho, y les dieron permiso. 7 Entonces trajeron* el pollino a Jesús y echaron encima sus mantos, y Jesús se sentó sobre él. 8 Y muchos tendieron sus mantos en el camino, y otros tendieron ramas que habían cortado de los campos. 9 Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: ¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Señor; 10 Bendito el reino de nuestro padre David que viene; ¡Hosanna en las alturas! 11 Y entró en Jerusalén, llegó al templo, y después de mirar todo a su alrededor, salió para Betania con los doce, siendo ya avanzada la hora. La higuera estéril12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús tuvo hambre. 13 Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si quizá pudiera hallar algo en ella; cuando llegó a ella, no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. 14 Y Jesús, hablando a la higuera, le dijo: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y sus discípulos le estaban escuchando. Jesús echa a los mercaderes del templo15 Llegaron* a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los que vendían las palomas; 16 y no permitía que nadie transportara objeto alguno a través del templo. 17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: «Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones»? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. 18 Los principales sacerdotes y los escribas oyeron esto y buscaban cómo destruirle, porque le tenían miedo, pues toda la multitud estaba admirada de su enseñanza. 19 Y cuando atardecía, solían salir fuera de la ciudad. El poder de la fe20 Por la mañana, cuando pasaban, vieron la higuera seca desde las raíces. 21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo*: Rabí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. 22 Y Jesús respondió*, diciéndoles: Tened fe en Dios. 23 En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: «Quítate y arrójate al mar», y no dude en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido. 24 Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas. 25 Y cuando estéis orando, perdonad si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone vuestras transgresiones. 26 Pero si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos perdonará vuestras transgresiones. La autoridad de Jesús puesta en duda27 Llegaron* de nuevo a Jerusalén; y cuando Jesús andaba por el templo, se le acercaron* los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, o quién te dio la autoridad para hacer esto? 29 Y Jesús les dijo: Yo también os haré una pregunta; respondédmela, y entonces os diré con qué autoridad hago estas cosas. 30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme. 31 Y ellos discurrían entre sí, diciendo: Si decimos: «Del cielo», Él dirá: «Entonces, ¿por qué no le creísteis?». 32 ¿Mas si decimos: «De los hombres»? Pero temían a la multitud, porque todos consideraban que Juan verdaderamente había sido un profeta. 33 Y respondiendo a Jesús, dijeron*: No sabemos. Y Jesús les dijo*: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. Marcos 11Marco 11 - IntroducciónLa entrada triunfal de Cristo en Jerusalén. (1-11) La higuera estéril maldecida, el templo purificado. (12-18) La oración en la fe. (19-26) Los sacerdotes y los ancianos interrogados sobre Juan el Bautista. (27-33) Marco 11:1-111-11 La entrada de Cristo en Jerusalén muestra, de manera notable, que no temía el poder y la malicia de sus enemigos. Esto animaría a sus discípulos, que estaban llenos de miedo. También, que no se inquietó al pensar en sus próximos sufrimientos. Pero todo marcaba su humillación; y estos asuntos nos enseñan a no pensar en las cosas altas, sino a condescender con los de condición baja. ¡Qué mal nos viene a los cristianos tomar el estado, cuando Cristo estaba tan lejos de reclamarlo! Acogieron su persona: Bendito sea el que viene, el "que debía venir", tantas veces prometido, tanto tiempo esperado; viene en el nombre del Señor. Que tenga nuestros mejores afectos; es un bendito Salvador, y nos trae bendiciones, y bendito sea el que lo envió. Alabado sea nuestro Dios, que está en lo alto de los cielos, sobre todo, Dios bendito por los siglos. Marco 11:12-1812-18 Cristo buscó algún fruto, porque el tiempo de recoger higos, aunque estaba cerca, no había llegado todavía; pero no encontró ninguno. Hizo de esta higuera un ejemplo, no para los árboles, sino para los hombres de aquella generación. Era una figura de la condenación de la iglesia judía, a la que vino buscando frutos, pero no los encontró. Cristo fue al templo y comenzó a reformar los abusos en sus atrios, para mostrar que cuando el Redentor vino a Sión, fue para apartar la impiedad de Jacob. Los escribas y los jefes de los sacerdotes buscaban, no cómo hacer las paces con él, sino cómo destruirlo. Un intento desesperado, que no podían sino temer que estuviera luchando contra Dios. Marco 11:19-2619-26 Los discípulos no podían entender por qué aquella higuera se había marchitado tan pronto; pero todos los que rechazan a Cristo se marchitan; representaba el estado de la iglesia judía. No debemos descansar en ninguna religión que no nos haga fructificar en buenas obras. Cristo les enseñó desde entonces a orar con fe. Puede aplicarse a esa fe poderosa de la que están dotados todos los verdaderos cristianos, y que hace maravillas en las cosas espirituales. Nos justifica, y así elimina las montañas de culpa, para que nunca se levanten en juicio contra nosotros. Purifica el corazón, y así elimina las montañas de corrupción, y las hace claras ante la gracia de Dios. Un gran recado para el trono de la gracia es orar por el perdón de nuestros pecados; y el cuidado de esto debería ser nuestra preocupación diaria. Marco 11:27-3327-33 Nuestro Salvador muestra cuán afines eran su doctrina y su bautismo a los de Juan; tenían el mismo designio y la misma tendencia, para traer el reino evangélico. Estos ancianos no merecían que se les enseñara, pues era evidente que no luchaban por la verdad, sino por la victoria; tampoco era necesario que se lo dijera, pues las obras que realizaba les indicaban claramente que tenía autoridad de Dios, ya que ningún hombre podía hacer los milagros que hacía si no estaba Dios con él. |
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Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit