Job 16 - Comentario Bíblico de Matthew HenryJob 16Queja de Job1 Entonces respondió Job, y dijo: 2 He oído muchas cosas como estas; consoladores gravosos sois todos vosotros. 3 ¿No hay fin a las palabras vacías? ¿O qué te provoca para que así respondas? 4 Yo también hablaría como vosotros, si vuestra alma estuviera en lugar de mi alma. Podría hilvanar palabras contra vosotros, y mover ante vosotros la cabeza. 5 Os podría alentar con mi boca, y el consuelo de mis labios podría aliviar vuestro dolor. 6 Si hablo, mi dolor no disminuye, y si callo, no se aparta de mí. 7 Pero ahora Él me ha agobiado; tú has asolado toda mi compañía, 8 y me has llenado de arrugas que en testigo se han convertido; mi flacura se levanta contra mí, testifica en mi cara. 9 Su ira me ha despedazado y me ha perseguido, contra mí Él ha rechinado los dientes; mi adversario aguza los ojos contra mí. 10 Han abierto contra mí su boca, con injurias me han abofeteado; a una se aglutinan contra mí. 11 Dios me entrega a los impíos, y me echa en manos de los malvados. 12 Estaba yo tranquilo, y Él me sacudió, me agarró por la nuca y me hizo pedazos; también me hizo su blanco. 13 Me rodean sus flechas, parte mis riñones sin compasión, derrama por tierra mi hiel. 14 Abre en mí brecha tras brecha; arremete contra mí como un guerrero. 15 Sobre mi piel he cosido cilicio, y he hundido en el polvo mi poder. 16 Mi rostro está enrojecido por el llanto, y cubren mis párpados densa oscuridad, 17 aunque no hay violencia en mis manos, y es pura mi oración. 18 ¡Oh tierra, no cubras mi sangre, y no haya lugar para mi clamor! 19 He aquí, aun ahora mi testigo está en el cielo, y mi defensor está en las alturas. 20 Mis amigos son mis escarnecedores; mis ojos lloran a Dios. 21 ¡Ah, si un hombre pudiera argüir con Dios como un hombre con su vecino! 22 Porque cuando hayan pasado unos pocos años, me iré por el camino sin retorno. Job 16Job 16 - Introducción* Job reprende a sus amigos. (1-5) Representa su caso como deplorable. (6-16) Job mantiene su inocencia. (17-22) Job 16:1-51-5 Elifaz había representado los discursos de Job como no rentables, y nada al respecto; Job aquí le da el mismo carácter. Quienes aprueben las censuras deben esperar que les repitan; es fácil, es interminable, pero ¿de qué sirve? Las respuestas enojadas despiertan las pasiones de los hombres, pero nunca convencen sus juicios, ni ponen la verdad a la luz. Lo que Job dice de sus amigos es cierto para todas las criaturas, en comparación con Dios; una u otra vez seremos obligados a ver y reconocer que los consoladores miserables son todos ellos. Cuando bajo convicciones de pecado, terrores de conciencia o arrestos de muerte, solo el Espíritu bendito puede consolar efectivamente; todos los demás, sin él, lo hacen miserablemente y sin ningún propósito. Cualesquiera que sean las penas de nuestros hermanos, debemos, por simpatía, hacerlas nuestras; pronto pueden serlo. Job 16:6-166-16 Aquí hay una representación triste de las quejas de Job. ¡Qué razón tenemos para bendecir a Dios, que no estamos haciendo tales quejas! Incluso los hombres buenos, cuando están en grandes problemas, tienen mucho cuidado de no tener pensamientos duros de Dios. Elifaz había representado a Job como humillado bajo su aflicción: No, dice Job, sé cosas mejores; El polvo es ahora el lugar más apto para mí. En esto nos recuerda a Cristo, que era un hombre de tristezas, y pronunció a los benditos que lloran, porque serán consolados. Job 16:17-2217-22 La condición de Job era muy deplorable; pero tenía el testimonio de su conciencia para él, que nunca se permitió ningún pecado grave. Nadie estaba más dispuesto a reconocer los pecados de la enfermedad. Elifaz lo había acusado de hipocresía en la religión, pero él especifica la oración, el gran acto de la religión, y profesa que en esto era puro, aunque no de toda enfermedad. Tenía un Dios al que acudir, a quien dudaba que no se diera cuenta de todas sus penas. Los que derraman lágrimas ante Dios, aunque no pueden suplicar por sí mismos, debido a sus defectos, tienen un Amigo que defiende por ellos, incluso el Hijo del hombre, y en él debemos basar todas nuestras esperanzas de aceptación con Dios. Morir es ir por donde no volveremos. Todos debemos, sin duda, y muy pronto, emprender este viaje. ¿No debería ser el Salvador precioso para nuestras almas? ¿Y no deberíamos estar preparados para obedecer y sufrir por él? Si nuestras conciencias están rociadas con su sangre expiatoria y testifican que no estamos viviendo en pecado o hipocresía, cuando vamos por donde no volveremos, será una liberación de la prisión y una entrada a la felicidad eterna. |
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Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit