Jeremías 9 - Comentario Bíblico de Matthew HenryJeremías 91 Quién me diera que mi cabeza se hiciera agua, y mis ojos fuente de lágrimas, para que yo llorara día y noche por los muertos de la hija de mi pueblo. 2 Quién me diera en el desierto un albergue de caminantes, para dejar a mi pueblo y alejarme de ellos. Porque todos ellos son adúlteros, una asamblea de traidores. 3 Tensan su lengua como su arco; la mentira y no la verdad prevalece en la tierra; porque de mal en mal proceden, y a mí no me conocen —declara el Señor. 4 Guárdese cada uno de su prójimo, y no confíe en ningún hermano; porque todo hermano obra con engaño, y todo prójimo anda calumniando. 5 Cada uno engaña a su prójimo, y no habla la verdad, han enseñado sus lenguas a hablar mentiras; se afanan por cometer iniquidad. 6 Tu morada está en medio del engaño; por causa del engaño rehúsan conocerme —declara el Señor. 7 Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos: He aquí, los refinaré y los probaré, porque ¿qué más puedo hacer con la hija de mi pueblo? 8 Saeta mortífera es su lengua, engaño habla; con su boca habla cada uno de paz a su prójimo, pero dentro de sí le tiende emboscada. 9 Por estas cosas ¿no los castigaré? —declara el Señor. De una nación como esta ¿no se vengará mi alma? Amenaza de ruina y destierro10 Alzad por los montes lloro y lamentación, y una elegía por los pastos del desierto, porque han sido desolados; nadie pasa por ellos, ni se oye el bramido del ganado; desde las aves del cielo hasta las bestias han huido, se han ido. 11 Haré de Jerusalén un montón de ruinas, una guarida de chacales, y de las ciudades de Judá una desolación, sin habitante. 12 ¿Quién es el hombre sabio que entienda esto? ¿A quién ha hablado la boca del Señor que pueda declararlo? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto sin que nadie pase por él? 13 Respondió el Señor: Porque han abandonado mi ley que puse delante de ellos, y no han obedecido mi voz ni andado conforme a ella, 14 sino que han andado tras la terquedad de sus corazones y tras los baales, tal como sus padres les enseñaron. 15 Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: He aquí, yo daré de comer ajenjo a este pueblo y le daré de beber agua envenenada. 16 Los esparciré entre naciones que no conocieron ni ellos ni sus padres, y enviaré tras ellos la espada hasta aniquilarlos. 17 Así dice el Señor de los ejércitos: Considerad, llamad a las plañideras, que vengan; enviad por las más hábiles, que vengan, 18 que se apresuren y eleven una lamentación por nosotros, para que derramen lágrimas nuestros ojos y fluya agua de nuestros párpados. 19 Porque voz de lamentación se oye desde Sión: «¡Cómo hemos sido arrasados! En gran manera estamos avergonzados, porque tenemos que abandonar la tierra, porque han derribado nuestras moradas». 20 Oíd, pues, mujeres, la palabra del Señor, y reciba vuestro oído la palabra de su boca; enseñad la lamentación a vuestras hijas y la endecha cada una a su vecina. 21 Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios, exterminando a los niños de las calles, a los jóvenes de las plazas. 22 Di: Así declara el Señor: «Los cadáveres de los hombres caerán como estiércol sobre la faz del campo, y como gavillas tras el segador, y no habrá quien las recoja». 23 Así dice el Señor: No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; 24 mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco —declara el Señor. 25 He aquí, vienen días —declara el Señor— en que castigaré a todo el que esté circuncidado solo en la carne: 26 a Egipto, a Judá, a los hijos de Amón, a Moab y a todos los que se rapan las sienes, a los que habitan en el desierto; porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón. Jeremías 9Jeremias 9 - Introducción* La gente está corregida, Jerusalén es destruida. (1-11) Los cautivos sufren en una tierra extranjera. (12-22) la bondad amorosa de Dios, amenaza a los enemigos de su pueblo. (23-26) Jeremias 9:1-111-11 Jeremías lloró mucho, pero deseó poder llorar más, para poder despertar a la gente al debido sentido de la mano de Dios. Pero incluso el desierto, sin comunión con Dios, a través de Cristo Jesús, y las influencias del Espíritu Santo, debe ser un lugar para la tentación y el mal; mientras que, con estas bendiciones, podemos vivir en santidad en ciudades abarrotadas. La gente acostumbraba sus lenguas a las mentiras. Tan falsos eran, que no se podía confiar en un hermano. En el comercio y la negociación dijeron algo para su propio beneficio, aunque sabían que era falso. Pero Dios marcó su pecado. Donde no hay conocimiento de Dios, ¿qué bien se puede esperar? Él tiene muchas maneras de convertir una tierra fructífera en esterilidad para la maldad de aquellos que la habitan. Jeremias 9:12-2212-22 En Sión se solía escuchar la voz de alegría y alabanza, mientras la gente se mantenía cerca de Dios; pero el pecado ha alterado el sonido, ahora es la voz de la lamentación. Los corazones sin humillar lamentan su calamidad, pero no su pecado, que es la causa de ello. Que las puertas se cierren tan rápido que la muerte nos robe. Entra en los palacios de príncipes y grandes hombres, aunque majestuosos, fuertemente construidos y vigilados. Tampoco están los más seguros que están en el extranjero; la muerte corta incluso a los niños de afuera y a los jóvenes de las calles. Escucha la palabra del Señor y llora con tristeza piadosa. Esto solo puede traer un verdadero consuelo; y puede convertir las aflicciones más pesadas en preciosas misericordias. Jeremias 9:23-2623-26 En este mundo de pecado y tristeza, que termina pronto en muerte y juicio, qué tonto es que los hombres se gloríen en su conocimiento, salud, fortaleza, riquezas o en cualquier cosa que los deje bajo el dominio del pecado y la ira de ¡Dios! y de la cual se debe rendir una cuenta en adelante; solo aumentará su miseria. Esos son el verdadero Israel que adoran a Dios en el Espíritu, se regocijan en Cristo Jesús y no tienen confianza en la carne. Valoremos la distinción que proviene de Dios y que durará para siempre. Vamos a buscarlo diligentemente. |
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Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit