Hechos 21 - Comentario Bíblico de Matthew HenryHechos 21Despedida en Tiro1 Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara; 2 y encontrando un barco que partía para Fenicia, subimos a bordo y nos hicimos a la vela. 3 Cuando avistamos Chipre, dejándola a la izquierda, navegamos hacia Siria, y desembarcamos en Tiro porque la nave debía dejar su cargamento allí. 4 Después de hallar a los discípulos, nos quedamos allí siete días, y ellos le decían a Pablo, por el Espíritu, que no fuera a Jerusalén. 5 Y pasados aquellos días partimos y emprendimos nuestro viaje mientras que todos ellos, con sus mujeres e hijos, nos acompañaron hasta las afueras de la ciudad. Después de arrodillarnos y orar en la playa, nos despedimos unos de otros. 6 Entonces subimos al barco y ellos regresaron a sus hogares. Pablo en Cesarea7 Terminado el viaje desde Tiro, llegamos a Tolemaida, y después de saludar a los hermanos, nos quedamos con ellos un día. 8 Al día siguiente partimos y llegamos a Cesarea, y entrando en la casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, nos quedamos con él. 9 Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban. 10 Y deteniéndonos allí varios días, descendió de Judea cierto profeta llamado Agabo, 11 quien vino a vernos, y tomando el cinto de Pablo, se ató las manos y los pies, y dijo: Así dice el Espíritu Santo: «Así atarán los judíos en Jerusalén al dueño de este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles». 12 Al escuchar esto, tanto nosotros como los que vivían allí le rogábamos que no subiera a Jerusalén. 13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis, llorando y quebrantándome el corazón? Porque listo estoy no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. 14 Como no se dejaba persuadir, nos callamos, diciéndonos: Que se haga la voluntad del Señor. 15 Después de estos días nos preparamos y comenzamos a subir hacia Jerusalén. 16 Y nos acompañaron también algunos de los discípulos de Cesarea, quienes nos condujeron a Mnasón, de Chipre, un antiguo discípulo con quien deberíamos hospedarnos. Pablo en Jerusalén17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con regocijo. 18 Y al día siguiente Pablo fue con nosotros a ver a Jacobo, y todos los ancianos estaban presentes. 19 Y después de saludarlos, comenzó a referirles una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles mediante su ministerio. 20 Y ellos, cuando lo oyeron, glorificaban a Dios y le dijeron: Hermano, ya ves cuántos miles hay entre los judíos que han creído, y todos son celosos de la ley; 21 y se les ha contado acerca de ti, que enseñas a todos los judíos entre los gentiles que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las tradiciones. 22 Entonces, ¿qué es lo que se debe hacer? Porque sin duda la multitud se reunirá pues oirán que has venido. 23 Por tanto, haz esto que te decimos: Tenemos cuatro hombres que han hecho un voto; 24 tómalos y purifícate junto con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos sabrán que no hay nada cierto en lo que se les ha dicho acerca de ti, sino que tú también vives ordenadamente, acatando la ley. 25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito, habiendo decidido que deben abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. 26 Entonces Pablo tomó consigo a los hombres, y al día siguiente, purificándose junto con ellos, fue al templo, notificando de la terminación de los días de purificación, hasta que el sacrificio se ofreciera por cada uno de ellos. El tumulto en el templo27 Cuando estaban para cumplirse los siete días, los judíos de Asia, al verlo en el templo, comenzaron a incitar a todo el pueblo, y le echaron mano, 28 gritando: ¡Israelitas, ayudadnos! Este es el hombre que enseña a todos, por todas partes, contra nuestro pueblo, la ley y este lugar; además, incluso ha traído griegos al templo, y ha profanado este lugar santo. 29 Pues anteriormente habían visto a Trófimo el efesio con él en la ciudad, y pensaban que Pablo lo había traído al templo. 30 Se alborotó toda la ciudad, y llegó el pueblo corriendo de todas partes; apoderándose de Pablo lo arrastraron fuera del templo, y al instante cerraron las puertas. 31 Mientras procuraban matarlo, llegó aviso al comandante de la compañía romana que toda Jerusalén estaba en confusión. 32 Inmediatamente tomó consigo algunos soldados y centuriones, y corrió hacia ellos; cuando vieron al comandante y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. 33 Entonces el comandante llegó y lo prendió, y ordenó que lo ataran con dos cadenas; y preguntaba quién era y qué había hecho. 34 Pero entre la muchedumbre unos gritaban una cosa y otros otra, y como él no pudo averiguar con certeza los hechos, debido al tumulto, ordenó que lo llevaran al cuartel. 35 Cuando llegó a las gradas, sucedió que los soldados tuvieron que cargarlo por causa de la violencia de la turba; 36 porque la multitud del pueblo lo seguía, gritando: ¡Muera! Defensa de Pablo en Jerusalén37 Cuando estaban para meter a Pablo en el cuartel, dijo al comandante: ¿Puedo decirte algo? Y él dijo*: ¿Sabes griego? 38 ¿Entonces tú no eres el egipcio que hace tiempo levantó una revuelta, y sacó los cuatro mil hombres de los asesinos al desierto? 39 Pablo respondió: Yo soy judío de Tarso de Cilicia, ciudadano de una ciudad no sin importancia; te suplico que me permitas hablar al pueblo. 40 Cuando el comandante le concedió el permiso, Pablo, de pie sobre las gradas, hizo señal al pueblo con su mano, y cuando hubo gran silencio, les habló en el idioma hebreo, diciendo: Hechos 21Hechos 21 - IntroducciónEl viaje de Pablo hacia Jerusalén. (1-7) Pablo en Cesarea. La profecía de Agabo, Pablo en Jerusalén. (8-18) Es persuadido a unirse a las ceremonias ceremoniales. (19-26) Al estar en peligro por los judíos, es rescatado por los romanos. (27-40) Hechos 21:1-71-7 Hay que reconocer la providencia cuando nuestros asuntos van bien. Dondequiera que Pablo llegaba, preguntaba qué discípulos había allí, y los encontraba fuera. Previendo sus problemas, por amor a él y preocupación por la iglesia, pensaron erróneamente que lo más conveniente para la gloria de Dios era que siguiera en libertad; pero su empeño en disuadirle de ello, hace más ilustre su piadosa resolución. Nos ha enseñado con el ejemplo, así como con la regla, a orar siempre, a orar sin cesar. Su última despedida fue endulzada con la oración. Hechos 21:8-188-18 Pablo tuvo una advertencia expresa de sus problemas, para que cuando llegaran, no le sorprendieran ni le aterrorizaran. El aviso general que se nos da, de que a través de mucha tribulación debemos entrar en el reino de Dios, debería ser de la misma utilidad para nosotros. El llanto de ellos comenzó a debilitar y aflojar su resolución ¿No nos ha dicho nuestro Maestro que tomemos nuestra cruz? Le molestaba que le presionaran tanto para que hiciera algo que no podía satisfacer sin agraviar su conciencia. Cuando vemos que se acercan los problemas, nos conviene decir, no sólo: "La voluntad del Señor debe hacerse, y no hay remedio", sino: "Hágase la voluntad del Señor, porque su voluntad es su sabiduría, y él hace todo según su consejo". Cuando viene un problema, esto debe calmar nuestras penas, que se haga la voluntad del Señor; cuando lo vemos venir, esto debe acallar nuestros temores, que se haga la voluntad del Señor; y debemos decir: Amén, hágase. Es un honor ser un viejo discípulo de Jesucristo, haber sido capacitado por la gracia de Dios para continuar por largo tiempo en el cumplimiento del deber, firme en la fe, creciendo más y más experimentado, hasta una buena edad. Y con estos discípulos ancianos uno elegiría alojarse; porque la multitud de sus años enseñará sabiduría. Muchos hermanos en Jerusalén recibieron a Pablo con gusto. Pensamos, tal vez, que si lo tuviéramos entre nosotros, lo recibiríamos de buen grado; pero no deberíamos, si, teniendo su doctrina, no la recibimos de buen grado. Hechos 21:19-2619-26 Pablo atribuyó todo su éxito a Dios, y a Dios le dieron las alabanzas. Dios le había honrado más que a cualquiera de los apóstoles, pero ellos no le envidiaban, sino que, por el contrario, glorificaban al Señor. No podían hacer más para animar a Pablo a seguir alegremente en su trabajo. Santiago y los ancianos de la iglesia de Jerusalén le pidieron a Pablo que gratificara a los judíos creyentes con algún cumplimiento de la ley ceremonial. Pensaron que era prudente que se ajustara a ella. Era una gran debilidad estar tan encariñado con las sombras, cuando la sustancia había llegado. La religión que Pablo predicaba no tendía a destruir la ley, sino a cumplirla. Predicaba a Cristo, el fin de la ley para la justicia, y el arrepentimiento y la fe, en los que debemos hacer gran uso de la ley. La debilidad y la maldad del corazón humano aparecen fuertemente, cuando consideramos cuántos, incluso de los discípulos de Cristo, no tuvieron la debida consideración del ministro más eminente que haya existido. Ni la excelencia de su carácter, ni el éxito con que Dios bendijo sus labores, pudieron ganarse su estima y afecto, al ver que no rendía el mismo respeto que ellos a las meras observancias ceremoniales. ¡Cuánta vigilancia debemos tener contra los prejuicios! Los apóstoles no estaban libres de culpa en todo lo que hacían; y sería difícil defender a Pablo de la acusación de ceder demasiado en este asunto. Es vano tratar de cortejar el favor de los fanáticos, o de los fanáticos de un partido. Este cumplimiento de Pablo no respondió, pues lo mismo que esperaba para apaciguar a los judíos, los provocó y le trajo problemas. Pero el omnisapiente Dios anuló tanto su consejo como la conformidad de Pablo con él, para servir a un propósito mejor que el previsto. Fue en vano pensar en complacer a hombres que no se complacerían en nada más que en el desarraigo del cristianismo. La integridad y la rectitud tendrán más probabilidades de preservarnos que los cumplimientos insinceros. Y debería advertirnos que no presionemos a los hombres para que hagan lo que es contrario a su propio juicio para obligarnos. Hechos 21:27-4027-40 En el templo, donde Pablo debería haber estado protegido como en un lugar seguro, fue violentamente atacado. Le acusaron falsamente de mala doctrina y mala práctica contra las ceremonias mosaicas. No es nada nuevo para los que tienen una intención honesta y actúan con regularidad, que se les acuse de cosas que desconocen y en las que nunca han pensado. Es común que a los sabios y a los buenos se les impute por personas malintencionadas aquello a lo que creían estar obligados. A menudo, Dios hace de los suyos una protección, que no les tiene ningún afecto, sino que sólo tiene compasión por los que sufren, y consideración por la paz pública. Y aquí veamos con qué falsas y erróneas nociones de buenas personas y buenos ministros corren muchos. Pero Dios interviene oportunamente para la seguridad de sus siervos, de los hombres malvados e irrazonables; y les da oportunidades para hablar por sí mismos, para abogar por el Redentor, y para difundir su glorioso evangelio. |
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Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit