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Hebreos 9 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Hebreos 9

El santuario terrenal

1 Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y el santuario terrenal.

2 Porque había un tabernáculo preparado en la parte anterior, en el cual estaban el candelabro, la mesa y los panes consagrados; este se llama el Lugar Santo.

3 Y detrás del segundo velo había un tabernáculo llamado el Lugar Santísimo,

4 el cual tenía el altar de oro del incienso y el arca del pacto cubierta toda de oro, en la cual había una urna de oro que contenía el maná y la vara de Aarón que retoñó y las tablas del pacto;

5 y sobre ella estaban los querubines de gloria que daban sombra al propiciatorio; pero de estas cosas no se puede hablar ahora en detalle.

6 Así preparadas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente al primer tabernáculo para oficiar en el culto;

7 pero en el segundo, solo entra el sumo sacerdote una vez al año, no sin llevar sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia.

8 Queriendo el Espíritu Santo dar a entender esto: que el camino al Lugar Santísimo aún no había sido revelado en tanto que el primer tabernáculo permaneciera en pie;

9 lo cual es un símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto en su conciencia al que practica ese culto,

10 puesto que tienen que ver solo con comidas y bebidas, y diversas abluciones y ordenanzas para el cuerpo, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.

La sangre del nuevo pacto

11 Pero cuando Cristo apareció como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación,

12 y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna.

13 Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne,

14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?

15 Y por eso Él es el mediador de un nuevo pacto, a fin de que habiendo tenido lugar una muerte para la redención de las transgresiones que se cometieron bajo el primer pacto, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna.

16 Porque donde hay un testamento, necesario es que ocurra la muerte del testador.

17 Pues un testamento es válido solo en caso de muerte, puesto que no se pone en vigor mientras vive el testador.

18 Por tanto, ni aun el primer pacto se inauguró sin sangre.

19 Porque cuando Moisés terminó de promulgar todos los mandamientos a todo el pueblo, conforme a la ley, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el libro mismo y a todo el pueblo,

20 diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ordeno.

21 Y de la misma manera roció con sangre tanto el tabernáculo como todos los utensilios del ministerio.

22 Y según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón.

El sacrificio definitivo

23 Por tanto, fue necesario que las representaciones de las cosas en los cielos fueran purificadas de esta manera, pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos.

24 Porque Cristo no entró en un lugar santo hecho por manos, una representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros,

25 y no para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdote entra al Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.

26 De otra manera le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo.

27 Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio,

28 así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan.

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Hebreos 9

Hebreos 9 - Introducción

* El tabernáculo judío y sus utensilios. (1-5) Su uso y significado. (6-10) Estos cumplidos en Cristo. (11-22) La necesidad, la dignidad superior y el poder de su sacerdocio y sacrificio. (23-28)

Hebreos 9:1-5

1-5 El apóstol muestra a los hebreos la referencia típica de sus ceremonias a Cristo. El tabernáculo era un templo movible, que representaba el estado inestable de la iglesia en la tierra, y la naturaleza humana del Señor Jesucristo, en quien la plenitud de la Deidad habitaba corporalmente. El significado típico de estas cosas se ha mostrado en observaciones anteriores, y las ordenanzas y artículos del pacto mosaico señalan a Cristo como nuestra Luz, y como el Pan de vida para nuestras almas; y nos recuerdan su Persona Divina, su santo sacerdocio, su perfecta justicia y su intercesión que todo lo puede. Así era el Señor Jesucristo, todo y en todo, desde el principio. Y tal como lo interpreta el Evangelio, estas cosas son una gloriosa representación de la sabiduría de Dios, y confirman la fe en Aquel que fue prefigurado por ellas.

Hebreos 9:6-10

6-10 El apóstol continúa hablando de los servicios del Antiguo Testamento. Cristo, habiéndose comprometido a ser nuestro Sumo Sacerdote, no podía entrar en el cielo hasta que no hubiera derramado su sangre por nosotros; y ninguno de nosotros puede entrar, ni en la graciosa presencia de Dios aquí, ni en su gloriosa presencia después, sino por la sangre de Jesús. Los pecados son errores, grandes errores, tanto en el juicio como en la práctica; y ¿quién puede entender todos sus errores? Dejan la culpa sobre la conciencia, que no puede ser lavada sino por la sangre de Cristo. Debemos implorar esta sangre en la tierra, mientras él la demanda por nosotros en el cielo. Unos pocos creyentes, bajo la enseñanza divina, vieron algo del camino de acceso a Dios, de comunión con él y de admisión en el cielo a través del Redentor prometido, pero los israelitas en general no miraron más allá de las formas externas. Éstas no podían eliminar la contaminación o el dominio del pecado. No podían descargar las deudas, ni resolver las dudas, de aquel que hacía el servicio. Los tiempos del Evangelio son, y deberían ser, tiempos de reforma, de luz más clara en cuanto a todas las cosas que es necesario conocer, y de mayor amor, que nos haga no tener mala voluntad con nadie, sino buena voluntad con todos. En el Evangelio tenemos una mayor libertad, tanto de espíritu como de palabra, y mayores obligaciones para una vida más santa.

Hebreos 9:11-14

11-14 Todas las cosas buenas pasadas, presentes y futuras, fueron y son fundadas en el oficio sacerdotal de Cristo, y vienen a nosotros desde allí. Nuestro Sumo Sacerdote entró en el cielo una vez por todas, y ha obtenido la redención eterna. El Espíritu Santo significó y mostró además que los sacrificios del Antiguo Testamento sólo liberaban al hombre exterior de la impureza ceremonial, y lo capacitaban para algunos privilegios exteriores. ¿Qué es lo que dio tal poder a la sangre de Cristo? Fue que Cristo se ofreció a sí mismo sin ninguna mancha pecaminosa en su naturaleza o vida. Esto limpia la conciencia más culpable de las obras muertas, o mortales, para servir al Dios vivo; de las obras pecaminosas, que contaminan el alma, como los cuerpos muertos lo hacían con las personas de los judíos que los tocaban; mientras que la gracia que sella el perdón, crea de nuevo el alma contaminada. Nada destruye más la fe del evangelio, que debilitar por cualquier medio el poder directo de la sangre de Cristo. No podemos sumergirnos en la profundidad del misterio del sacrificio de Cristo, no podemos comprender la altura. No podemos escudriñar su grandeza, ni la sabiduría, ni el amor, ni la gracia que hay en él. Pero al considerar el sacrificio de Cristo, la fe encuentra vida, alimento y refrigerio.

Hebreos 9:15-22

15-22  Las transacciones solemnes entre Dios y el hombre, se llaman a veces un pacto, aquí un testamento, que es una escritura voluntaria de una persona, otorgando legados a las personas que se describen, y sólo tiene efecto después de su muerte. Así, Cristo murió, no sólo para obtener las bendiciones de la salvación para nosotros, sino para dar el poder de disponer de ellas. Todos, por el pecado, eran culpables ante Dios, habían perdido todo lo bueno; pero Dios, queriendo mostrar la grandeza de su misericordia, proclamó un pacto de gracia. Nada podía ser limpio para un pecador, ni siquiera sus deberes religiosos; a no ser que su culpa fuera eliminada por la muerte de un sacrificio, de valor suficiente para ese fin, y a no ser que dependiera continuamente de él. Que atribuyamos todas las buenas obras reales a la misma causa que todo lo cura, y ofrezcamos nuestros sacrificios espirituales como rociados con la sangre de Cristo, y así purificados de su contaminación.

Hebreos 9:23-28

23-28 Es evidente que los sacrificios de Cristo son infinitamente mejores que los de la ley, que no podían procurar el perdón del pecado ni impartir poder contra él. El pecado habría seguido sobre nosotros y habría tenido dominio sobre nosotros; pero Jesucristo, mediante un solo sacrificio, ha destruido las obras del diablo, para que los creyentes puedan ser hechos justos, santos y felices. Así como ninguna sabiduría, aprendizaje, virtud, riqueza o poder puede evitar que un miembro de la raza humana muera, nada puede librar a un pecador de ser condenado en el día del juicio, excepto el sacrificio expiatorio de Cristo; ni se salvará del castigo eterno quien desprecie o descuide esta gran salvación. El creyente sabe que su Redentor vive, y que lo verá. Aquí está la fe y la paciencia de la iglesia, de todos los creyentes sinceros. De ahí su continua oración como fruto y expresión de su fe: Así que ven, Señor Jesús.


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La Biblia de las América

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Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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