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2 Crónicas 36 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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2 Crónicas 36

Ultimos reyes de Judá

1 Entonces el pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y lo proclamó rey en Jerusalén en lugar de su padre.

2 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén.

3 Entonces el rey de Egipto lo destituyó en Jerusalén, e impuso a la tierra una multa de cien talentos de plata y un talento de oro.

4 Y el rey de Egipto puso por rey sobre Judá y Jerusalén, a Eliaquim, hermano de Joacaz, y cambió su nombre por el de Joacim; pero a su hermano Joacaz, lo tomó Necao y lo llevó a Egipto.

5 Joacim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén; e hizo lo malo ante los ojos del Señor su Dios.

6 Subió contra él Nabucodonosor, rey de Babilonia, y lo ató con cadenas de bronce para llevarlo a Babilonia.

7 Nabucodonosor también llevó algunos de los objetos de la casa del Señor a Babilonia, y los puso en su templo en Babilonia.

8 Los demás hechos de Joacim, las abominaciones que hizo y lo que fue hallado contra él, he aquí, están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá. Su hijo Joaquín reinó en su lugar.

9 Joaquín tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén, e hizo lo malo ante los ojos del Señor.

10 Y a la vuelta del año el rey Nabucodonosor mandó que lo trajeran a Babilonia con los objetos preciosos de la casa del Señor, e hizo a su pariente Sedequías rey sobre Judá y Jerusalén.

11 Sedequías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén.

12 E hizo lo malo ante los ojos del Señor su Dios; y no se humilló delante del profeta Jeremías que le hablaba por boca del Señor.

13 También se rebeló contra el rey Nabucodonosor que le había hecho jurar fidelidad por Dios. Pero endureció su cerviz y obstinó su corazón en vez de volverse al Señor, Dios de Israel.

14 Asimismo todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo fueron infieles en gran manera, y siguieron todas las abominaciones de las naciones, y profanaron la casa del Señor que Él había consagrado en Jerusalén.

15 Y el Señor, Dios de sus padres, les envió palabra repetidas veces por sus mensajeros, porque Él tenía compasión de su pueblo y de su morada;

16 pero ellos continuamente se burlaban de los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y se mofaban de sus profetas, hasta que subió el furor del Señor contra su pueblo, y ya no hubo remedio.

17 Entonces Él hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en la casa de su santuario, y no tuvo compasión del joven ni de la virgen, del viejo ni del débil; a todos ellos los entregó en su mano.

18 Y todos los objetos de la casa de Dios, grandes y pequeños, los tesoros de la casa del Señor y los tesoros del rey y de sus oficiales, todo lo llevó a Babilonia.

19 Y quemaron la casa de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos valiosos.

20 Y a los que habían escapado de la espada los llevó a Babilonia; y fueron siervos de él y de sus hijos hasta el dominio del reino de Persia,

21 para que se cumpliera la palabra del Señor por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubiera gozado de sus días de reposo. Todos los días de su desolación reposó hasta que se cumplieron los setenta años.

22 Y en el primer año de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor por boca de Jeremías, el Señor movió el espíritu de Ciro, rey de Persia, y este envió a proclamar de palabra y también por escrito, por todo su reino, diciendo:

23 Así dice Ciro, rey de Persia: «El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha designado para que yo le edifique una casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien de entre vosotros sea de su pueblo, el Señor su Dios sea con él, y suba».

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2 Crónicas 36

2 Crónicas 36 - Introducción

* La destrucción de Jerusalén. (1-21) La proclamación de Ciro. (22,23)

2 Crónicas 36:1-21

1-21 La ruina de Judá y Jerusalén llegó gradualmente. Los métodos que Dios toma para llamar a los pecadores por su palabra, por ministros, por conciencia, por providencias, son ejemplos de su compasión hacia ellos y su falta de voluntad para que ninguno perezca. Vea aquí lo que causa el gran caos del pecado y, a medida que valoramos la comodidad y la continuidad de nuestras bendiciones terrenales, mantengamos ese gusano lejos de su raíz. Muchas veces habían arado y sembrado su tierra en el séptimo año, cuando debería haber descansado, y ahora permaneció sin labrar y sin sembrar durante diez veces siete años. Dios no perderá por fin su gloria, por la desobediencia de los hombres. Si se negaran a dejar descansar la tierra, Dios la haría descansar. ¿Qué lugar, oh Dios, te ahorrará tu justicia si Jerusalén ha perecido? Si ese deleite tuyo se cortara por maldad, no seamos de mente alta, sino de miedo.

2 Crónicas 36:22-23

22,23 Dios había prometido la restauración de los cautivos y la reconstrucción de Jerusalén, al final de setenta años; y ese momento para favorecer a Sión, ese tiempo establecido, llegó por fin. Aunque la iglesia de Dios sea derribada, no se descarta; aunque su gente sea corregida, no son abandonados; aunque arrojados al horno, no se pierden allí, ni se dejan allí más tiempo que hasta que se separe la escoria. Aunque Dios contienda por mucho tiempo, no contendrá siempre. Antes de cerrar los libros de las Crónicas, que contienen un registro fiel de los acontecimientos, piensen en la desolación que el pecado introdujo en el mundo, incluso en la iglesia de Dios. Temblemos ante lo que está registrado aquí, mientras que en el carácter de algunas pocas almas bondadosas, descubrimos que el Señor no se dejó sin testigo. Y cuando hayamos visto este retrato fiel del hombre por naturaleza, contrastamos con él esa misma naturaleza, cuando se recupera por la gracia del Todopoderoso, a través de la justicia justificante y adorna el alma de Cristo nuestro Salvador.


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La Biblia de las América

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Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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