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Números 35 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Números 35

1 Habló Yahveh a Moisés en las Estepas de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó, y le dijo:

2 «Manda a los israelitas que cedan a los levitas, de la herencia que les pertenece, ciudades en las que puedan habitar y pastos de alrededor de las ciudades. Se las daréis a los levitas.

3 Esas ciudades serán su morada, y sus pastos serán para sus bestias, su ganado y todos sus animales.

4 Los pastos de las ciudades que cedáis a los levitas comprenderán mil codos alrededor de la ciudad, a contar desde las murallas.

5 Mediréis, fuera de la ciudad, 2000 codos a oriente, 2000 codos a mediodía, 2000 codos a occidente y 2000 codos al norte, teniendo la ciudad como centro. Estos serán los pastos de las ciudades.

6 Las ciudades que daréis a los levitas serán las seis de asilo, que cederéis para que se pueda refugiar en ellas el homicida, y además les daréis otras 42 ciudades.

7 El total de ciudades que daréis a los levitas será 48 ciudades, todas ellas con sus pastos.

8 Estas ciudades que cederéis de la propiedad de los israelitas, las tomaréis en mayor número del grande y en menor del pequeño; cada uno cederá ciudades a los levitas en proporción a la herencia que le haya tocado.»

9 Habló Yahveh a Moisés y le dijo:

10 «Habla a los israelitas y diles: Cuando paséis el Jordán hacia la tierra de Canaán,

11 encontraréis ciudades de las que haréis ciudades de asilo: en ellas se refugiará el homicida, el que ha herido a un hombre por inadvertencia.

12 Esas ciudades os servirán de asilo contra el vengador; no debe morir el homicida hasta que comparezca ante la comunidad para ser juzgado.

13 De las ciudades que les cedáis, seis ciudades serán de asilo:

14 tres ciudades les cederéis al otro lado del Jordán y tres ciudades en el país de Canaán; serán ciudades de asilo.

15 Las seis ciudades serán de asilo tanto para los israelitas como para el forastero y para el huésped que viven en medio de vosotros, para que se pueda refugiar en ellas todo aquel que haya matado a un hombre por inadvertencia.

16 Pero si le ha herido con un instrumento de hierro, y muere, es un homicida. El homicida debe morir.

17 Si le hiere con una piedra como para causar la muerte con ella, y muere, es homicida. El homicida debe morir.

18 Si le hiere con un instrumento de madera como para matarle, y muere, es un homicida. El homicida debe morir.

19 El mismo vengador de la sangre dará muerte al homicida: en cuanto le encuentre, lo matará.

20 Si el homicida lo ha matado por odio, o le ha lanzado algo con intención, y muere,

21 o si por enemistad le ha golpeado con las manos, y muere, el que le ha herido tiene que morir: es un homicida. El vengador de la sangre dará muerte al homicida en cuanto le encuentre.

22 Pero si lo derribó de casualidad y sin enemistad, o le lanzó cualquier objeto sin ninguna mala intención,

23 o le tiró, sin verle, una piedra capaz de matarle, y le causó la muerte, sin que fuera su enemigo ni buscara su daño,

24 la comunidad juzgará entre el homicida y el vengador de la sangre según estas normas,

25 y salvará la comunidad al homicida de la mano del vengador de la sangre. Le hará volver la comunidad a la ciudad de asilo en la que se refugió y en ella vivirá hasta que muera el Sumo Sacerdote ungido con el óleo santo.

26 Pero si sale el homicida de los límites de la ciudad de asilo en que se ha refugiado,

27 y le encuentra el vengador de la sangre fuera del término de su ciudad de asilo, el vengador de la sangre podrá matar al homicida, sin ser responsable de su sangre,

28 porque aquél debía permanecer en la ciudad de asilo hasta la muerte del Sumo Sacerdote. Cuando muera el Sumo Sacerdote, el homicida podrá volver a la tierra de su propiedad.

29 Esto será norma de derecho para vosotros y para vuestros descendientes, dondequiera que habitéis.

30 En cualquier caso de homicidio, se matará al homicida según la declaración de los testigos; pero un solo testigo no bastará para condenar a muerte a un hombre.

31 No aceptaréis rescate por la vida de un homicida reo de muerte, pues debe morir.

32 Tampoco aceptaréis rescate por el que se ha refugiado en la ciudad de asilo y quiere volver a habitar en su tierra antes que muera el Sumo Sacerdote.

33 No profanaréis la tierra en que estáis, porque aquella sangre profana la tierra, y la tierra no queda expiada de la sangre derramada más que con la sangre del que la derramó.

34 No harás impura la tierra en que habitáis, porque yo habito en medio de ella, pues yo, Yahveh, tengo mi morada entre los israelitas.

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Números 35

Números 35 - Introducción

* Las ciudades de los levitas. (1-8) Las ciudades de refugio, Las leyes sobre el asesinato. (9-34)

Números 35:1-8

1-8 Las ciudades de los sacerdotes y levitas no eran solo para acomodarlos, sino para colocarlos, como maestros religiosos, en varias partes de la tierra. Porque aunque el servicio típico del tabernáculo o templo era solo en un lugar, la predicación de la palabra de Dios, y la oración y alabanza, no se limitaban así. Estas ciudades debían ser repartidas de cada tribu. Cada uno hizo un agradecido reconocimiento a Dios. Cada tribu tenía el beneficio de los levitas que habitaban entre ellos, para enseñarles el conocimiento del Señor; por lo tanto, ninguna parte del país se quedó sentada en la oscuridad. El evangelio establece que el que se enseña en la palabra, debe comunicarse con él que enseña, en todas las cosas buenas, Gálatas 6:6. Debemos liberar a los ministros de Dios de las preocupaciones que distraen, y dejarlos libres para los deberes de su puesto; para que puedan ser empleados en su totalidad y aprovechar todas las oportunidades, mediante actos de bondad, para ganar la buena voluntad de las personas y llamar su atención.

Números 35:9-34

9-34 Para mostrar claramente el aborrecimiento del asesinato, y para castigar más eficazmente al asesino, el pariente más cercano del difunto, bajo el título de vengador de la sangre (o redentor de la sangre), en casos notorios, podría perseguir y ejecutar la venganza. Se hace una distinción, no entre la ira súbita y la alevosía, que son delitos de asesinato, sino entre golpear intencionadamente a un hombre con cualquier arma que pueda causar la muerte, y un golpe involuntario. Sólo en este último caso, la ciudad de refugio ofrecía protección. El asesinato en todas sus formas, y bajo todos los disfraces, contamina una tierra. Lástima que tantos asesinatos, bajo el nombre de duelos, peleas, etc., queden impunes. Había seis ciudades de refugio a las que se podía llegar en menos de un día de viaje desde cualquier parte del país. En ellas, los asesinos de hombres podían refugiarse y estar a salvo hasta que tuvieran un juicio justo. Si eran absueltos de la acusación, quedaban protegidos del vengador de la sangre; sin embargo, debían permanecer dentro de los límites de la ciudad hasta la muerte del sumo sacerdote. Así se nos recuerda que la muerte del gran Sumo Sacerdote es el único medio por el cual se perdonan los pecados y se libera a los pecadores. Se alude claramente a estas ciudades, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, no podemos dudar del carácter típico de su designación. Volveos a la fortaleza, prisioneros de la esperanza, dice la voz de la misericordia, Zacarías 9:12, aludiendo a la ciudad de refugio. San Pablo describe el fuerte consuelo de huir en busca de refugio a la esperanza que tenemos ante nosotros, en un pasaje siempre aplicado a la cita amable de las ciudades de refugio, Hebreos 6:18. Las ricas misericordias de la salvación, a través de Cristo, prefiguradas por estas ciudades, exigen nuestro respeto.

1. ¿La ciudad antigua levantó sus torres de seguridad en lo alto? Mira a Cristo resucitado en la cruz; ¿y no está exaltado a la diestra de su Padre, para ser un Príncipe y un Salvador, para dar arrepentimiento y remisión de pecados?

2. ¿La carretera de salvación no se parece al camino suave y llano a la ciudad de refugio? Examina el camino que lleva al Redentor. ¿Hay algún obstáculo que se encuentre allí, excepto el que un corazón malvado de incredulidad proporciona para su propia caída?

3. Se establecieron puntos de referencia que apuntaban a la ciudad. ¿Y no es el oficio de los ministros del evangelio dirigir a los pecadores a Él?

4. La puerta de la ciudad estaba abierta noche y día. ¿No ha declarado Cristo, al que viene a mí, de ninguna manera lo echaré?

5. La ciudad de refugio brindó apoyo a todos los que ingresaron a sus muros. Aquellos que han alcanzado el refugio, pueden vivir por fe en Aquel cuya carne es carne, y cuya sangre es bebida.

6. La ciudad era un refugio para todos. En el evangelio no hay respeto de las personas. Esa alma no vive lo que no merece la ira divina; esa alma no vive lo que no puede en simple fe esperar la salvación y la vida eterna, por medio del Hijo de Dios.


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Copyright © la Biblia de Jerusalén, editada por Descleé de Brower ©

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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