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Deuteronomio 28 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Deuteronomio 28

1 Y si tú escuchas de verdad la voz de Yahveh tu Dios, cuidando de practicar todos los mandamientos que yo te prescribo hoy, Yahveh tu Dios le levantará por encima de todas las naciones de la tierra,

2 y vendrán sobre ti y te alcanzarán todas las bendiciones siguientes, por haber escuchado la voz de Yahveh tu Dios.

3 Bendito serás en la ciudad y bendito en el campo.

4 Bendito será el fruto de tus entrañas, el producto de tu suelo, el fruto de tu ganado, el parto de tus vacas y las crías de tus ovejas.

5 Benditas serán tu cesta y tu artesa.

6 Bendito serás cuando entres y bendito cuando salgas.

7 A los enemigos que se levanten contra ti, Yahveh los pondrá en derrota: salidos por un camino a tu encuentro, por siete caminos huirán de ti.

8 Yahveh mandará a la bendición que esté contigo, en tus graneros y en tus empresas, y te bendecirá en la tierra que Yahveh tu Dios te da.

9 Yahveh hará de ti el pueblo consagrado a él, como te ha jurado, si tú guardas los mandamientos de Yahveh tu Dios y sigues sus caminos.

10 Todos los pueblos de la tierra verán que sobre ti es invocado el nombre de Yahveh y te temerán.

11 Yahveh te hará rebosar de bienes: frutos de tus entrañas, frutos de tu ganado, y frutos de tu suelo, en esta tierra que él juró a tus padres que te daría.

12 Yahveh abrirá para ti los cielos, su rico tesoro, para dar a su tiempo la lluvia necesaria a tu tierra y para bendecir todas tus obras. Prestarás a naciones numerosas, y tú no tendrás que tomar prestado.

13 Yahveh te pondrá a la cabeza y no a la zaga; siempre estarás encima y nunca debajo, si escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios, que yo te prescribo hoy, guardándolos y poniéndolos en práctica,

14 sin apartarte ni a derecha ni a izquierda de ninguna de estas palabras que yo os prescribo hoy, para ir en pos de otros dioses a servirles.

15 Pero si desoyes la voz de Yahveh tu Dios, y no cuidas de practicar todos sus mandamientos y sus preceptos, que yo te prescribo hoy, te sobrevendrán y te alcanzarán todas las maldiciones siguientes:

16 Maldito serás en la ciudad y maldito en el campo.

17 Malditas serán tu cesta y tu artesa.

18 Maldito el fruto de tus entrañas y el fruto de tu suelo, el parto de tus vacas y las crías de tus ovejas.

19 Maldito serás cuando entres y maldito cuando salgas.

20 Yahveh enviará contra ti la maldición, el desastre, la amenaza, en todas tus empresas, hasta que seas exterminado y perezcas rápidamente, a causa de la perversidad de tus acciones por las que me habrás abandonado.

21 Yahveh hará que se te pegue la peste, hasta que te haga desaparecer de este suelo adonde vas a entrar para tomarlo en posesión.

22 Yahveh te herirá de tisis, fiebre, inflamación, gangrena, sequía, tizón y añublo, que te perseguirán hasta que perezcas.

23 Los cielos de encima de tu cabeza serán de bronce, y la tierra de debajo de ti será de hierro.

24 Yahveh dará como lluvia a tu tierra polvo y arena, que caerán del cielo sobre ti hasta tu destrucción.

25 Yahveh hará que sucumbas ante tus enemigos: salido a su encuentro por un camino, por siete caminos huirás de ellos, y serás el espanto de todos los reinos de la tierra.

26 Tu cadáver será pasto de todas las aves del cielo y de todas las bestias de la tierra sin que nadie las espante.

27 Yahveh te herirá con úlceras de Egipto, con tumores, sarna y tiña, de las que no podrás sanar.

28 Yahveh te herirá de delirio, ceguera y pérdida de sentidos,

29 hasta el punto que andarás a tientas en pleno mediodía como el ciego anda a tientas en la oscuridad, y tus pasos no llegarán a término. Estarás oprimido y despojado toda la vida, y no habrá quien te salve.

30 Te desposarás con una mujer y otro hombre la hará suya; edificarás una casa y no la habitarás; plantarás una viña y no podrás disfrutar de ella.

31 Tu buey será degollado a tus propios ojos, y no podrás comer de él; tu asno será robado en tu presencia, y no se te devolverá; tus ovejas serán entregadas a tus enemigos, y no habrá quien te salve;

32 tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo; tus ojos se consumirán mirando todos los días hacia ellos, pero tus manos no podrán hacer nada.

33 El fruto de tu suelo y toda tu fatiga lo comerá un pueblo que no conoces. No serás más que un explotado y oprimido toda la vida.

34 Y te volverás loco ante el espectáculo que verás con tus ojos.

35 Yahveh te herirá de úlceras malignas en las rodillas y en las piernas, de las que no podrás sanar, desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza.

36 Yahveh te llevará a ti y al que hayas puesto sobre ti a una nación que ni tú ni tus padres conocíais, y allí servirás a otros dioses, de madera y de piedra.

37 Serás el asombro, el proverbio y la irrisión de todos los pueblos a donde Yahveh te conduzca.

38 Echarás en tus campos mucha semilla y cosecharás poco, porque la asolará la langosta.

39 Plantarás y cultivarás viñas, pero no beberás vino ni recogerás nada, porque el gusano las devorará.

40 Tendrás olivos por todo tu territorio, pero no te ungirás de aceite, porque tus olivos caerán.

41 Engendrarás hijos e hijas, pero no serán para ti, porque irán al cautiverio.

42 Todos tus árboles y los frutos de tu suelo serán presa de los insectos.

43 El forastero que vive junto a ti subirá a costa tuya cada vez más alto, y tú caerás cada vez más bajo.

44 El te prestará, y tú tendrás que tomar prestado; él estará a la cabeza y tú a la zaga.

45 Todas estas maldiciones caerán sobre ti, te perseguirán y te alcanzarán hasta destruirte, por no haber escuchado la voz de Yahveh tu Dios, guardando los mandamientos y los preceptos que él te ha prescrito.

46 Serán como una señal y un prodigio sobre ti y sobre tu descendencia para siempre.

47 Por no haber servido a Yahveh tu Dios en la alegría y la dicha de corazón, cuando abundabas en todo,

48 servirás a los enemigos que Yahveh enviará contra ti, con hambre, sed, desnudez y privación de todo. El pondrá en tu cuello un yugo de hierro hasta que te destruya.

49 Yahveh levantará contra ti una nación venida de lejos, de los extremos de la tierra, como el águila que se cierne. Será una nación de lengua desconocida para ti,

50 una nación de rostro fiero, que no respetará al anciano ni tendrá compasión del niño.

51 Comerá el fruto de tu ganado y el fruto de tu suelo, hasta destruirte; no te dejará trigo, mosto, ni aceite, ni los partos de tus vacas, ni las crías de tus ovejas, hasta acabar contigo.

52 Te asediará en todas tus ciudades, hasta que caigan en toda tu tierra tus murallas más altas y más fortificadas, en las que tú ponías tu confianza. Te asediará en tus ciudades, en toda la tierra que te haya dado Yahveh tu Dios.

53 Comerás el fruto de tus entrañas, la carne de tus hijos y tus hijas que te haya dado Yahveh tu Dios, en el asedio y la angustia a que te reducirá tu enemigo.

54 El más delicado y tierno de entre los tuyos mirará con malos ojos a su hermano, e incluso a la esposa de su corazón y a los hijos que le queden,

55 negándose a compartir con ellos la carne de sus hijos que se comerá, al quedarle ya nada en el asedio y la angustia a que tu enemigo te reducirá en todas tus ciudades.

56 La más delicada y tierna de las mujeres de tu pueblo, tan delicada y tierna que no hubiera osado posar en tierra la planta de su pie, mirará con malos ojos al esposo de su corazón, e incluso a su hijo y a su hija,

57 a las secundinas salidas de su seno y a los hijos que dé a luz, pues los comerá a escondidas, por la privación de todo, en el asedio y la angustia a que te reducirá tu enemigo en todas tus ciudades.

58 Si no cuidas de poner en práctica todas las palabras de esta Ley escritas en este libro, temiendo a ese nombre glorioso y temible, a Yahveh tu Dios,

59 Yahveh hará terribles tus plagas y las de tu descendencia: plagas grandes y duraderas, enfermedades perniciosas y tenaces.

60 Hará caer de nuevo sobre ti aquellas epidemias de Egipto a las que tanto miedo tenías, y se pegarán a ti.

61 Más todavía, todas las enfermedades y plagas que no se mencionan en el libro de esta Ley, las suscitará Yahveh contra ti, hasta destruirte.

62 No quedaréis más que unos pocos hombres, vosotros que erais tan numerosos como las estrellas del cielo, por haber desoído la voz de Yahveh tu Dios.

63 Y sucederá que lo mismo que Yahveh se complacía en haceros favor y en multiplicaros, así se gozará en perderos, y destruiros. Seréis arrancados del suelo adonde vas a entrar para tomarlo en posesión.

64 Yahveh te dispersará entre todos los pueblos, de un extremo a otro de la tierra, y allí servirás a otros dioses, de madera y de piedra, desconocidos de ti y de tus padres.

65 No hallarás sosiego en aquellas naciones, ni habrá descanso para la planta de tus pies, sino que Yahveh te dará allí un corazón trémulo, languidez de ojos y ansiedad de alma.

66 Tu vida estará ante ti como pendiente de un hilo, tendrás miedo de noche y de día, y ni de tu vida te sentirás seguro.

67 Por la mañana dirás: «¡Ojalá llegase la tarde!», y por la tarde dirás: «¡Ojalá llegase la mañana!», a causa del espanto que estremecerá tu corazón y del espectáculo que verán tus ojos.

68 Yahveh volverá a llevarte a Egipto en barcos, por ese camino del que yo te había dicho: «No volverás a verlo más.» Y allí os ofreceréis en venta a vuestros enemigos como esclavos y esclavas, pero no habrá ni comprador.

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Deuteronomio 28

Deuteronomio 28 - Introducción

* Las bendiciones por la obediencia (1-14). Las maldiciones por la desobediencia (15-44). Su ruina si son desobedientes (45-68).

Deuteronomio 28:1-14

1-14 Este capítulo es una extensa exposición de dos palabras: la bendición y la maldición. Son realidades con efectos reales. Las bendiciones se presentan aquí antes que las maldiciones. Dios es lento para enojarse pero rápido para mostrar misericordia. Se deleita en bendecir. Es mejor que seamos atraídos hacia lo bueno por una esperanza infantil en el favor de Dios que ser amedrentados por un temor esclavo de su ira. La bendición se promete con la condición de que escuchen atentamente la voz de Dios. Si mantienen la religión, tanto en su forma como en su esencia, en sus familias y en su nación, entonces la providencia de Dios prosperará todos sus asuntos externos.

Deuteronomio 28:15-44

15-44 Si no guardamos los mandamientos de Dios, no solo nos quedamos cortos de la bendición prometida, sino que también nos ponemos bajo la maldición, que incluye toda miseria, así como la bendición incluye toda felicidad. Observa la justicia de esta maldición. No es una maldición sin causa, ni por alguna causa ligera. La amplitud y el poder de esta maldición. Dondequiera que vaya el pecador, la maldición de Dios lo sigue; dondequiera que esté, reposa sobre él. Todo lo que tiene está bajo maldición. Todos sus placeres se vuelven amargos; no puede encontrar verdadero consuelo en ellos, porque la ira de Dios se mezcla con ellos. Aquí se mencionan muchas aflicciones que serían el fruto de la maldición, y con las cuales Dios castigaría al pueblo judío por su apostasía y desobediencia. Podemos observar el cumplimiento de estas amenazas en su estado actual. Para completar su miseria, se amenaza que, por estas tribulaciones, serían privados de toda comodidad y esperanza, y se les dejaría en la desesperación absoluta. Aquellos que caminan por vista y no por fe están en peligro de perder incluso la razón misma cuando todo a su alrededor parece aterrador.

Deuteronomio 28:45-68

45-68 Si Dios inflige venganza, ¡cuántas miserias puede traer su maldición sobre la humanidad, incluso en este mundo presente! Sin embargo, estas son solo el comienzo de los dolores para aquellos bajo la maldición de Dios. ¿Qué será entonces la miseria de ese mundo donde su gusano no muere y su fuego no se apaga? Observa lo que se dice aquí sobre la ira de Dios, que vendría y permanecería sobre los israelitas por sus pecados. Es sorprendente pensar que un pueblo que durante tanto tiempo fue el favorito del Cielo fuera tan rechazado; y, sin embargo, que un pueblo tan disperso en todas las naciones se mantuviera distinto y no se mezclara con otros. Si no quisieran servir a Dios con alegría, serían compelidos a servir a sus enemigos. Podemos esperar justamente de Dios que, si no tememos su temible nombre, sentiremos sus terribles plagas; de una u otra manera, Dios será temido. La destrucción amenazada se describe. Han sido arrancados de la tierra, versículo Deuteronomio 28:63. No solo durante el cautiverio babilónico, y cuando Jerusalén fue destruida por los romanos, sino después, cuando se les prohibió poner un pie en Jerusalén. No tendrían descanso, ni descanso para el cuerpo, como se menciona en el versículo 65, sino que estarían continuamente en movimiento, ya sea en busca de ganancias o por temor a la persecución. Sin descanso para la mente, lo cual es mucho peor. Han sido desterrados de ciudad en ciudad, de país en país; llamados de regreso y desterrados nuevamente. Estos eventos, comparados con el favor mostrado a Israel en tiempos antiguos y con las profecías sobre ellos, no solo deberían causar asombro, sino que deberían ser para nosotros un testimonio que asegura la verdad de las Escrituras. Y cuando las otras profecías sobre su conversión a Cristo se cumplan, todo esto será una señal y un prodigio para todas las naciones de la tierra y el precursor de una difusión general del cristianismo verdadero. El cumplimiento de estas profecías en la nación judía, pronunciadas hace más de tres mil años, muestra que Moisés habló por el Espíritu de Dios, quien no solo prevé la ruina de los pecadores, sino que advierte sobre ella, para que puedan evitarla mediante un arrepentimiento verdadero y oportuno, o de lo contrario quedar sin excusa. Y agradezcamos que Cristo nos ha redimido de la maldición de la ley, al ser hecho maldición por nosotros, llevando en su propia persona todo el castigo que merecen nuestros pecados y que de otra manera habríamos soportado eternamente. A este Refugio y Salvación que los pecadores acudan; en esto se regocijen los creyentes y sirvan a su Dios reconciliado con alegría en el corazón, por la abundancia de sus bendiciones espirituales.


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Copyright © la Biblia de Jerusalén, editada por Descleé de Brower ©

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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