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Ester 7 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ester 7

Amam es condenado a muerte

1 El rey y Amam fueron al banquete,

2 y también en este segundo día dijo el rey a Ester durante el banquete: —¡Pídeme lo que quieras, y te lo concederé, aun si me pides la mitad de mi reino!

3 Y Ester le respondió: —Si Su Majestad me tiene cariño, y si le parece bien, lo único que deseo y pido es que Su Majestad me perdone la vida y la de mi pueblo;

4 pues tanto a mi pueblo como a mí se nos ha vendido para ser destruidos por completo. Si hubiéramos sido vendidos como esclavos, yo no diría nada, porque el enemigo no causaría entonces tanto daño a los intereses de Su Majestad.

5 Entonces Asuero preguntó: —¿Quién es y dónde está el que ha pensado hacer semejante cosa?

6 —¡El enemigo y adversario es este malvado Amam! —respondió Ester. Al oír esto, Amam se quedó paralizado de miedo ante el rey y la reina.

7 Asuero se levantó lleno de ira y, abandonando la sala donde estaban celebrando el banquete, salió al jardín del palacio. Pero Amam, al darse cuenta de que el rey había decidido condenarlo a muerte, se quedó en la sala para rogar a la reina Ester que le salvara la vida.

8 Cuando el rey volvió del jardín y entró en la sala del banquete, vio a Amam de rodillas junto al diván en que estaba recostada Ester, y exclamó: —¿Acaso quieres también deshonrar a la reina en mi presencia y en mi propia casa? Tan pronto como el rey hubo pronunciado estas palabras, unos oficiales de su guardia personal cubrieron la cara de Amam. Y uno de ellos, llamado Harboná, dijo: —En casa de Amam está lista una horca, como de veintidós metros, que él mandó construir para Mardoqueo, el hombre que tan buen informe dio a Su Majestad. —¡Pues cuélguenlo en ella! —ordenó el rey.

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10 Y así Amam fue colgado en la misma horca que había preparado para Mardoqueo. Con eso se calmó la ira del rey.

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Ester 7

Ester 7 - Introducción

* Esther acusa a Amán. (1-6) Amán colgó de su propia horca. (7-10)

Ester 7:1-6

1-6 Si el amor a la vida causa plegarias sinceras con aquellos que solo pueden matar el cuerpo, ¡cuán fervientes deberían ser nuestras oraciones para Él, quien puede destruir tanto el cuerpo como el alma en el infierno! ¡Cómo debemos orar por la salvación de nuestros parientes, amigos y todo lo que nos rodea! Cuando pedimos a grandes hombres, debemos ser cautelosos para no ofenderlos; incluso las quejas a menudo deben ser retenidas. Pero cuando nos acercamos al Rey de reyes con reverencia, no podemos pedir ni esperar demasiado. Aunque nada más que la ira se nos debe, Dios es capaz y está dispuesto a hacerlo en exceso, incluso más allá de todo lo que podemos pedir o pensar.

Ester 7:7-10

7-10 El rey estaba enojado: aquellos que hacen cosas con voluntad propia, reflexionan sobre ellos luego con auto-reproche. Cuando estamos enojados, deberíamos hacer una pausa antes de llegar a una resolución, y así gobernar nuestros propios espíritus, y demostrar que estamos gobernados por la razón. Aquellos que son más arrogantes e insolentes cuando están en el poder y la prosperidad, comúnmente, como Amán, son los más abyectos y de mal espíritu cuando son derribados. Se acerca el día en que aquellos que odian y persiguen a los elegidos de Dios, estarían encantados con ellos. El rey regresa aún más enojado contra Amán. Los que estaban cerca de él estaban listos para poner su ira en ejecución. ¡Cuán poco pueden los hombres orgullosos estar seguros del interés que creen tener! Los enemigos de la iglesia de Dios a menudo han sido tomados en su propia astucia. El Señor es conocido por tales juicios. Entonces se calmó la ira del rey, y no hasta entonces. ¿Y quién se compadece de que Amán colgara de su propia horca? ¿Quién no se regocija en la justicia divina que se muestra en la destrucción que su propio arte trajo sobre él? Tiemblen los obreros de la iniquidad, vuélvanse al Señor y busquen el perdón a través de la sangre de Jesús.


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Dios Habla Hoy (DHH)

Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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