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Efesios 2 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Efesios 2

Dios nos libró de la muerte por medio de Cristo

1 Antes ustedes estaban muertos a causa de las maldades y pecados

2 en que vivían, pues seguían los criterios de este mundo y hacían la voluntad de aquel espíritu que domina en el aire y que anima a los que desobedecen a Dios.

3 De esa manera vivíamos también todos nosotros en otro tiempo, siguiendo nuestros malos deseos y cumpliendo los caprichos de nuestra naturaleza pecadora y de nuestros pensamientos. A causa de eso, merecíamos con toda razón el terrible castigo de Dios, igual que los demás.

4 Pero Dios es tan misericordioso y nos amó con un amor tan grande,

5 que nos dio vida juntamente con Cristo cuando todavía estábamos muertos a causa de nuestros pecados. Por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación.

6 Y en unión con Cristo Jesús nos resucitó, y nos hizo sentar con él en el cielo.

7 Hizo esto para demostrar en los tiempos futuros su generosidad y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

8 Pues por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos hayan conseguido, sino que es un don de Dios.

9 No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede gloriarse de nada;

10 pues es Dios quien nos ha hecho; él nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, siguiendo el camino que él nos había preparado de antemano.

Todos formamos un solo pueblo

11 Así pues, ustedes, que no son judíos, y a quienes llaman «no circuncidados» los judíos (que circuncidan al hombre en el cuerpo, y a sí mismos se llaman «circuncidados»),

12 recuerden que en otro tiempo estaban sin Cristo, separados de la nación de Israel, y no tenían parte en las alianzas ni en la promesa de Dios. Vivían en este mundo, sin Dios y sin esperanza.

13 Pero ahora, unidos a Cristo Jesús por la sangre que él derramó, ustedes que antes estaban lejos están cerca.

14 Cristo es nuestra paz. Él hizo de judíos y de no judíos un solo pueblo, destruyó el muro que los separaba y anuló en su propio cuerpo la enemistad que existía.

15 Puso fin a la ley que consistía en mandatos y reglamentos, y en sí mismo creó de las dos partes un solo hombre nuevo. Así hizo la paz.

16 Él puso fin, en sí mismo, a la enemistad que existía entre los dos pueblos, y con su muerte en la cruz los reconcilió con Dios, haciendo de ellos un solo cuerpo.

17 Cristo vino a traer buenas noticias de paz a todos, tanto a ustedes que estaban lejos de Dios como a los que estaban cerca.

18 Pues por medio de Cristo, los unos y los otros podemos acercarnos al Padre por un mismo Espíritu.

19 Por eso, ustedes ya no son extranjeros, ya no están fuera de su tierra, sino que ahora comparten con el pueblo santo los mismos derechos, y son miembros de la familia de Dios.

20 Ustedes son como un edificio levantado sobre los fundamentos que son los apóstoles y los profetas, y Jesucristo mismo es la piedra principal.

21 En Cristo, todo el edificio va levantándose en todas y cada una de sus partes, hasta llegar a ser, en el Señor, un templo santo.

22 En él también ustedes se unen todos entre sí para llegar a ser un templo en el cual Dios vive por medio de su Espíritu.

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Efesios 2

Efesios 2 - Introducción

Las riquezas de la gracia de Dios para con los hombres, mostradas desde su estado deplorable por naturaleza, y el feliz cambio que la gracia divina hace en ellos. (1-10) Los efesios son llamados a reflexionar sobre su estado de paganismo. (11-13) Y los privilegios y bendiciones del evangelio. (14-22)

Efesios 2:1-10

1-10 El pecado es la muerte del alma. Un hombre muerto en delitos y pecados no tiene deseo de placeres espirituales. Cuando miramos un cadáver, nos da una sensación horrible. Un espíritu que nunca murió ha huido, y no ha dejado más que las ruinas de un hombre. Pero si viéramos las cosas correctamente, nos afectaría mucho más el pensamiento de un alma muerta, un espíritu perdido y caído. Un estado de pecado es un estado de conformidad con este mundo. Los hombres malvados son esclavos de Satanás. Satanás es el autor de esa disposición orgullosa y carnal que hay en los hombres impíos; él gobierna en los corazones de los hombres. De la Escritura se desprende que, ya sea que los hombres hayan sido más propensos a la maldad sensual o a la espiritual, todos los hombres, siendo naturalmente hijos de la desobediencia, son también por naturaleza hijos de la ira. Por lo tanto, ¡qué razón tienen los pecadores para buscar con ahínco aquella gracia que los hará, de hijos de la ira, hijos de Dios y herederos de la gloria! El amor eterno o la buena voluntad de Dios hacia sus criaturas, es la fuente de donde fluyen todas sus misericordias hacia nosotros; y ese amor de Dios es un gran amor, y esa misericordia es una rica misericordia. Y todo pecador convertido es un pecador salvado; liberado del pecado y de la ira. La gracia que salva es la bondad y el favor gratuitos e inmerecidos de Dios; y salva, no por las obras de la ley, sino por la fe en Cristo Jesús. La gracia en el alma es una nueva vida en el alma. Un pecador regenerado se convierte en un alma viva; vive una vida de santidad, al haber nacido de Dios: vive, al ser liberado de la culpa del pecado, por la gracia perdonadora y justificadora. Los pecadores se revuelcan en el polvo; las almas santificadas se sientan en los lugares celestiales, se elevan por encima de este mundo, por la gracia de Cristo. La bondad de Dios al convertir y salvar a los pecadores hasta ahora, anima a otros en el tiempo posterior, a esperar en su gracia y misericordia. Nuestra fe, nuestra conversión y nuestra salvación eterna no se deben a las obras, para que nadie se jacte. Estas cosas no se logran por ninguna cosa hecha por nosotros, por lo tanto toda la jactancia está excluida. Todo es el don gratuito de Dios, y el efecto de ser vivificados por su poder. Fue su propósito, para el cual nos preparó, bendiciéndonos con el conocimiento de su voluntad, y su Espíritu Santo produciendo tal cambio en nosotros, para que glorifiquemos a Dios por nuestra buena conducta y perseverancia en la santidad. Nadie puede abusar de esta doctrina a partir de las Escrituras, ni acusarla de ninguna tendencia al mal. Todos los que lo hacen, no tienen excusa.

Efesios 2:11-13

11-13 Cristo y su pacto son el fundamento de todas las esperanzas del cristiano. Una descripción triste y terrible está aquí; pero ¿quién es capaz de salir de ella? Ojalá no fuera ésta una descripción verdadera de muchos bautizados en el nombre de Cristo. ¿Quién puede, sin temblar, reflexionar sobre la miseria de una persona, separada para siempre del pueblo de Dios, cortada del cuerpo de Cristo, caída del pacto de la promesa, sin esperanza, sin Salvador, y sin ningún Dios sino un Dios de venganza, para toda la eternidad? ¡No tener parte en Cristo! ¿Qué cristiano verdadero puede oír esto sin horror? La salvación está lejos de los malvados; pero Dios es una ayuda al alcance de su pueblo; y esto es por los sufrimientos y la muerte de Cristo.

Efesios 2:14-18

14-18 Jesucristo hizo la paz mediante el sacrificio de sí mismo; en todo sentido, Cristo fue su Paz, el autor, el centro y la sustancia de su estar en paz con Dios, y de su unión con los creyentes judíos en una sola iglesia. Por medio de la persona, el sacrificio y la mediación de Cristo, se permite a los pecadores acercarse a Dios como Padre, y son llevados con aceptación a su presencia, con su culto y servicios, bajo la enseñanza del Espíritu Santo, como uno con el Padre y el Hijo. Cristo compró un permiso para que nos acerquemos a Dios; y el Espíritu da un corazón para venir, y fuerza para venir, y luego gracia para servir a Dios aceptablemente.

Efesios 2:19-22

19-22 La iglesia es comparada con una ciudad, y cada pecador convertido es libre de ella. También se la compara con una casa, y todo pecador convertido es uno de la familia; un siervo y un hijo en la casa de Dios. La iglesia también es comparada con un edificio, fundado en la doctrina de Cristo; entregada por los profetas del Antiguo Testamento, y los apóstoles del Nuevo. Dios mora ahora en todos los creyentes; ellos se convierten en el templo de Dios por la obra del bendito Espíritu. Preguntemos, pues, si nuestras esperanzas están fijadas en Cristo, según la doctrina de su palabra. ¿Nos hemos consagrado como templos santos a Dios por medio de él? ¿Somos moradas de Dios por el Espíritu, tenemos mentalidad espiritual y producimos los frutos del Espíritu? Cuidemos de no contristar al santo Consolador. Deseemos su presencia bondadosa y sus influencias en nuestros corazones. Procuremos cumplir los deberes que se nos asignan, para gloria de Dios.


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Dios Habla Hoy (DHH)

Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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