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2 Reyes 22 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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2 Reyes 22


(2~Cr 34.1-2)

Reinado de Josías en Judá

1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante treinta y un años. Su madre se llamaba Jedidá, hija de Adaías, y era de Boscat.

2 Los hechos de Josías fueron rectos a los ojos del Señor, pues siguió en todo la conducta de David, su antepasado, sin desviarse de ella para nada.


(2~Cr 34.8-33)

Se encuentra el libro de la Ley

3 En el año dieciocho del reinado de Josías, el rey envió al templo del Señor a su cronista Safán, hijo de Asalías y nieto de Mesulam. Le dijo:

4 —Ve a ver a Hilquías, el sumo sacerdote, y dile que reúna el dinero que ha sido llevado al templo del Señor y que los porteros han recogido de entre la gente,

5 y que lo entregue a los encargados de las obras del templo del Señor, para que ellos a su vez paguen a los que trabajan en la reparación del templo,

6 es decir, a los carpinteros, maestros de obras y albañiles, y también para que compren madera y piedras de cantería para reparar el templo.

7 Dile también que no les pida cuentas del dinero que se les entregue, porque actúan con honradez.

8 Hilquías, el sumo sacerdote, le contó a Safán, el cronista, que había encontrado el libro de la ley en el templo del Señor; y le entregó el libro, y Safán lo leyó.

9 Después Safán fue a informar de esto al rey, y le dijo: —Los siervos de Su Majestad han fundido la plata que había en el templo, y la han entregado a los encargados de reparar el templo del Señor.

10 También informó Safán al rey de que el sacerdote Hilquías le había entregado un libro, y lo leyó Safán al rey.

11 Al escuchar el rey lo que decía el libro de la Ley, se rasgó la ropa,

12 y en seguida ordenó a Hilquías, a Ahicam, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Micaías, a Safán, el cronista, y a Asaías, oficial del rey:

13 —Vayan a consultar al Señor por mí y por el pueblo y por todo Judá, en cuanto al contenido de este libro que se ha encontrado; pues el Señor debe estar muy furioso contra nosotros, ya que nuestros antepasados no prestaron atención a lo que dice este libro ni pusieron en práctica todo lo que está escrito en él.

14 Hilquías, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías, fueron a ver a la profetisa Huldá, esposa de Salum, hijo de Ticvá y nieto de Harhás, encargado del guardarropa del templo. Huldá vivía en el Segundo Barrio de Jerusalén, y cuando le hablaron,

15 ella les contestó: —Esta es la respuesta del Señor, Dios de Israel: “Díganle a la persona que los ha enviado a consultarme,

16 que yo, el Señor, digo: Voy a acarrear un desastre sobre este lugar y sobre sus habitantes, conforme a todo lo anunciado en el libro que ha leído el rey de Judá.

17 Pues me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, provocando mi irritación con todas sus prácticas; por eso se ha encendido mi ira contra este lugar, y no se apagará.

18 Díganle, pues, al rey de Judá, que los ha enviado a consultar al Señor, que el Señor, el Dios de Israel, dice también: Por haber prestado atención a lo que has oído,

19 y porque te has conmovido y sometido a mí al escuchar mi declaración contra este lugar y sus habitantes, que serán arrasados y malditos, y por haberte rasgado la ropa y haber llorado delante de mí, yo también por mi parte te he escuchado. Yo, el Señor, te lo digo.

20 Por lo tanto, te concederé morir en paz y reunirte con tus antepasados, sin que llegues a ver el desastre que voy a acarrear sobre este lugar.” Los enviados del rey regresaron para llevarle a este la respuesta.

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2 Reyes 22

2 Reyes 22 - Introducción

* El buen reinado de Josías, su preocupación por reparar el templo, se encuentra el libro de la ley (1-10). Josías consulta a la profetisa Hulda (11-20).

2 Reyes 22:1-10

1-10 El diferente comienzo del reinado de Josías en comparación con el de Manasés debe atribuirse a la gracia distintiva de Dios; sin embargo, probablemente las personas que lo educaron fueron instrumentos para producir esta diferencia. Su carácter era excelente. Si el pueblo se hubiera unido a la reforma con la misma dedicación con la que él perseveró en ella, habrían seguido efectos benditos. Pero eran malvados y se habían convertido en necios por la idolatría. No obtenemos un conocimiento completo del estado de Judá a partir de los registros históricos, a menos que consultemos los escritos de los profetas que vivieron en ese momento. Durante la reparación del templo, se encontró el libro de la ley y se presentó al rey. Parece que este libro de la ley estaba perdido y extraviado; descuidadamente extraviado y desatendido, como algunos arrojan sus Biblias en un rincón o maliciosamente ocultado por algunos idólatras. El cuidado de Dios por la Biblia muestra claramente su interés en ella. Ya sea que esta fuera la única copia existente o no, las cosas contenidas en ella eran nuevas tanto para el rey como para el sumo sacerdote. Ningún resumen, extracto o recopilación de la Biblia puede transmitir y preservar el conocimiento de Dios y su voluntad como la propia Biblia. No es de extrañar que el pueblo estuviera tan corrupto cuando el libro de la ley era tan escaso; aquellos que los corrompieron, sin duda, emplearon artimañas para quitarles ese libro de las manos. La abundancia de Biblias que poseemos agrava nuestros pecados nacionales; porque ¿qué mayor desprecio a Dios podemos mostrar que el de negarnos a leer su palabra cuando la tenemos en nuestras manos, o al leerla, no creer y obedecer? Por medio de la santa ley se conoce el pecado, y por medio del evangelio bendito se conoce la salvación. Cuando el pecador comprende la primera en su rigor y excelencia, comienza a preguntar: ¿Qué debo hacer para ser salvo? Y los ministros del evangelio le señalan a Jesucristo como el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree.

2 Reyes 22:11-20

11-20 Se lee el libro de la ley ante el rey. Aquellos que honran mejor sus Biblias son aquellos que las estudian; se alimentan diariamente de ese pan y caminan con esa luz. Las convicciones de pecado e ira deben llevarnos a esta pregunta: ¿Qué debemos hacer para ser salvos? También, lo que podemos esperar y debemos preparar. Aquellos que realmente comprenden el peso de la ira de Dios no pueden dejar de estar muy ansiosos por saber cómo pueden ser salvos. Hulda le informó a Josías sobre los juicios que Dios tenía reservados para Judá y Jerusalén. La mayoría de las personas estaban endurecidas y sus corazones no estaban humillados, pero el corazón de Josías era tierno. Esta es la ternura del corazón y así se humilló ante el Señor. Aquellos que más temen la ira de Dios, son menos propensos a sentirla. Aunque Josías fue mortalmente herido en la batalla, murió en paz con Dios y fue a la gloria. Cualquier cosa que sufran o presencien esas personas, serán llevadas a la tumba en paz y entrarán en el descanso que queda para el pueblo de Dios.


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Dios Habla Hoy (DHH)

Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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