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Lucas 22 - Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Lucas 22

1 Se aproximaba la fiesta de los Panes sin levadura, llamada la Pascua.

2 Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley buscaban algún modo de acabar con Jesús, porque temían al pueblo.

3 Entonces entró Satanás en Judas, uno de los doce, al que llamaban Iscariote.

4 Éste fue a los jefes de los sacerdotes y a los capitanes del templo para tratar con ellos cómo les entregaría a Jesús.

5 Ellos se alegraron y acordaron darle dinero.

6 Él aceptó, y comenzó a buscar una oportunidad para entregarles a Jesús cuando no hubiera gente.

7 Cuando llegó el día de la fiesta de los Panes sin levadura, en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua,

8 Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:—Id y haced los preparativos para que comamos la Pascua.

9 —¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron.

10 —Mirad —contestó él—: al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidlo hasta la casa en que entre,

11 y decid al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”

12 Él os mostrará en la planta alta una sala amplia y amueblada. Preparad allí la cena.

13 Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua.

14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa.

15 Entonces les dijo:—He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con vosotros antes de padecer,

16 pues os digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios.

17 Luego tomó la copa, dio gracias y dijo:—Tomad esto y repartidlo entre vosotros.

18 Os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.

19 También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio y dijo:—Este pan es mi cuerpo, entregado por vosotros; haced esto en memoria de mí.

20 De la misma manera tomó la copa después de la cena, y dijo:—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros.

21 Pero sabed que la mano del que va a traicionarme está con la mía, sobre la mesa.

22 A la verdad el Hijo del hombre se irá según está decretado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!

23 Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos haría esto.

24 Tuvieron además un altercado sobre cuál de ellos sería el más importante.

25 Jesús les dijo:—Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores.

26 No sea así entre vosotros. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve.

27 Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como uno que sirve.

28 Ahora bien, vosotros sois los que habéis estado siempre a mi lado en mis pruebas.

29 Por eso, yo mismo os concedo un reino, así como mi Padre me lo concedió a mí,

30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

31 »Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearos como si fuerais trigo.

32 Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos.

33 —Señor —respondió Pedro—, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte.

34 —Pedro, te digo que hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces.

35 Luego Jesús dijo a todos:—Cuando os envié sin monedero ni bolsa ni sandalias, ¿acaso os faltó algo?—Nada —respondieron.

36 —Ahora, en cambio, el que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo, el que tenga una bolsa. Y el que nada tenga, que venda su manto y compre una espada.

37 Porque os digo que tiene que cumplirse en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los transgresores.” En efecto, lo que se ha escrito de mí se está cumpliendo.

38 —Mira, Señor —le señalaron los discípulos—, aquí hay dos espadas.—¡Basta! —les contestó.

39 Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos, y sus discípulos lo siguieron.

40 Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Orad para no caer en tentación.»

41 Entonces se separó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y empezó a orar:

42 «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya.»

43 Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo.

44 Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra.

45 Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza.

46 «¿Por qué estáis durmiendo? —les exhortó—. Levantaos y orad para no caer en tentación.»

47 Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Éste se acercó a Jesús para besarlo,

48 pero Jesús le preguntó:—Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?

49 Los discípulos que lo rodeaban, al darse cuenta de lo que pasaba, dijeron:—Señor, ¿atacamos con la espada?

50 Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha.

51 —¡Dejadlos! —ordenó Jesús.Entonces tocó la oreja al hombre, y lo sanó.

52 Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del templo y a los ancianos, que habían venido a prenderlo:—¿Acaso soy un bandido, para que vengáis contra mí con espadas y palos?

53 Todos los días estaba con vosotros en el templo, y no os atrevisteis a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado vuestra hora, cuando reinan las tinieblas.

54 Prendieron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía de lejos.

55 Pero luego, cuando encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro se les unió.

56 Una criada lo vio allí sentado a la lumbre, lo miró detenidamente y dijo:—Éste estaba con él.

57 Pero él lo negó.—Muchacha, yo no lo conozco.

58 Poco después lo vio otro y afirmó:—Tú también eres uno de ellos.—¡No, hombre, no lo soy! —contestó Pedro.

59 Como una hora más tarde, otro lo acusó:—Seguro que éste estaba con él; pues también es galileo.

60 —¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —replicó Pedro.En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo.

61 El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.»

62 Y saliendo de allí, lloró amargamente.

63 Los hombres que vigilaban a Jesús comenzaron a burlarse de él y a golpearlo.

64 Le vendaron los ojos, y le increpaban:—¡Adivina quién te pegó!

65 Y le lanzaban muchos otros insultos.

66 Al amanecer, se reunieron los ancianos del pueblo, tanto los jefes de los sacerdotes como los maestros de la ley, e hicieron comparecer a Jesús ante el Consejo.

67 —Si eres el Cristo, dínoslo —le exigieron.Jesús les contestó:—Si os lo dijera, no me creíríais,

68 y si os hiciera preguntas, no me contestaríais.

69 Pero de ahora en adelante el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios Todopoderoso.

70 —¿Eres tú, entonces, el Hijo de Dios? —le preguntaron a una voz.—Vosotros mismos lo decís.

71 —¿Para qué necesitamos más testimonios? —resolvieron—. Acabamos de oírlo de sus propios labios.

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Lucas 22

Lucas 22 - Introducción

La traición de Judas. (1-6) La pascua. (7-18) La cena del Señor instituida. (19,20) Cristo amonesta a los discípulos. (21-38) La agonía de Cristo en el huerto. (39-46) Cristo traicionado. (47-53) La caída de Pedro. (54-62) Cristo se confiesa Hijo de Dios. (63-71)

Lucas 22:1-6

1-6 Cristo conocía a todos los hombres, y tuvo fines sabios y santos al tomar a Judas como discípulo. Cómo el que conocía tan bien a Cristo llegó a traicionarlo, se nos dice aquí; Satanás entró en Judas. Es difícil decir si se hace más daño al reino de Cristo, por el poder de sus enemigos abiertos, o por la traición de sus pretendidos amigos; pero sin esto último, sus enemigos no podrían hacer tanto mal como lo hacen.

Lucas 22:7-18

7-18 Cristo guardó las ordenanzas de la ley, particularmente la de la pascua, para enseñarnos a observar sus instituciones evangélicas, y sobre todo la de la cena del Señor. Aquellos que se atienen a la palabra de Cristo, no deben temer desilusiones. De acuerdo con las órdenes dadas, los discípulos se prepararon para la pascua. Jesús da la bienvenida a esta pascua. La deseaba, aunque sabía que le seguirían los sufrimientos, porque estaba en orden a la gloria de su Padre y a la redención del hombre. Se despide de todas las pascuas, dando a entender con ello que elimina todas las ordenanzas de la ley ceremonial, de las cuales la pascua era una de las primeras y principales. Ese tipo fue dejado de lado, porque ahora en el reino de Dios había llegado la sustancia.

Lucas 22:19-20

19,20 La cena del Señor es un signo o un memorial del Cristo que ya vino y que, al morir, nos liberó; su muerte se presenta de manera especial ante nosotros en esa ordenanza, por la que se nos recuerda. La partición del cuerpo de Cristo como sacrificio por nosotros, se nos recuerda por medio del partimiento del pan. Nada puede ser más nutritivo y satisfactorio para el alma que la doctrina de la expiación del pecado por parte de Cristo, y la seguridad de un interés en esa expiación. Por lo tanto, hacemos esto en recuerdo de lo que Él hizo por nosotros, cuando murió por nosotros; y como un memorial de lo que nosotros hacemos, al unirnos a Él en un pacto eterno. El derramamiento de la sangre de Cristo, por el que se hizo la expiación, está representado por el vino en la copa.

Lucas 22:21-38

21-38 Cuán impropia es la ambición mundana de ser el más grande, para el carácter de un seguidor de Jesús, que tomó la forma de siervo, y se humilló hasta la muerte de cruz. En el camino hacia la felicidad eterna, debemos esperar ser asaltados y cribados por Satanás. Si no puede destruir, tratará de deshonrarnos o angustiarnos. Nada presagia más ciertamente una caída, en un profeso seguidor de Cristo, que la confianza en sí mismo, con desprecio de las advertencias y del peligro. A menos que velemos y oremos siempre, podemos ser arrastrados en el curso del día a aquellos pecados contra los cuales estábamos más resueltos por la mañana. Si los creyentes fueran abandonados a sí mismos, caerían; pero son guardados por el poder de Dios y la oración de Cristo. Nuestro Señor avisó que se aproximaba un gran cambio de circunstancias. Los discípulos no debían esperar que sus amigos fueran tan amables con ellos como lo habían sido. Por lo tanto, el que tenga una bolsa, que la tome, porque puede necesitarla. Ahora debían esperar que sus enemigos fueran más feroces de lo que habían sido, y que necesitaran armas. En aquel momento, los apóstoles entendieron que Cristo se refería a las armas reales, pero sólo hablaba de las armas de la guerra espiritual. La espada del Espíritu es la espada con la que los discípulos de Cristo deben equiparse.

Lucas 22:39-46

39-46 Todas las descripciones que los evangelistas dan del estado de ánimo en que nuestro Señor entró en este conflicto, prueban la tremenda naturaleza del ataque, y la perfecta previsión de los terrores que poseía el manso y humilde Jesús. Aquí hay tres cosas que no aparecen en los otros evangelistas. 1. Cuando Cristo estaba en su agonía, se le apareció un ángel del cielo, fortaleciéndolo. Era parte de su humillación el que fuera así fortalecido por un espíritu ministrante. 2. Estando en agonía, oró con más ahínco. La oración, aunque nunca es inoportuna, es especialmente oportuna cuando estamos en agonía. 3. En esta agonía su sudor era como grandes gotas de sangre que caían. Esto mostraba el dolor de su alma. Debemos orar también para ser capaces de resistir hasta el derramamiento de nuestra sangre, luchando contra el pecado, si alguna vez somos llamados a ello. Cuando la próxima vez que se dediquen a imaginar los deleites de algún pecado favorito, piensen en sus efectos tal como los contemplan aquí. Vean sus temibles efectos en el huerto de Getsemaní, y deseen, con la ayuda de Dios, odiar profundamente y abandonar a ese enemigo, para rescatar a los pecadores por los que el Redentor oró, agonizó y sangró.

Lucas 22:47-53

47-53 Nada puede ser una mayor afrenta o dolor para el Señor Jesús, que ser traicionado por aquellos que profesan ser sus seguidores, y dicen que lo aman. Hay muchos casos en los que Cristo fue traicionado por aquellos que, bajo la forma de piedad, luchan contra el poder de la misma. Jesús dio aquí un ejemplo ilustre de su propia regla de hacer el bien a los que nos odian, como después lo hizo de orar por los que nos usan despectivamente. La naturaleza corrupta deforma nuestra conducta hasta los extremos; debemos buscar la dirección del Señor antes de actuar en circunstancias difíciles. Cristo estaba dispuesto a esperar sus triunfos hasta que su guerra se cumpliera, y nosotros debemos estarlo también. Pero la hora y el poder de las tinieblas fueron cortos, y así serán siempre los triunfos de los impíos.

Lucas 22:54-62

54-62 La caída de Pedro fue negar que conocía a Cristo y que era su discípulo; renegar de él por la angustia y el peligro. El que ha dicho una vez una mentira, está fuertemente tentado a persistir: el comienzo de ese pecado, como la discusión, es como el soltar agua. El Señor se volvió y miró a Pedro. 1. Fue una mirada convincente. Jesús se volvió y lo miró, como si dijera: ¿No me conoces, Pedro? 2. Fue una mirada de reprimenda. Pensemos con qué semblante de reprimenda puede mirarnos Cristo cuando hemos pecado. 3. Fue una mirada expansiva. Tú, que fuiste el que más se adelantó a confesar que yo era el Hijo de Dios, y prometiste solemnemente que nunca me negarías. 4. Fue una mirada compasiva. Pedro, ¡cómo has caído y te has deshecho, pero no te has dado cuenta! 5. Fue una mirada orientadora, para que fuera a recapacitar. 6. Fue una mirada significativa; significó la transmisión de la gracia al corazón de Pedro, para permitirle arrepentirse. La gracia de Dios actúa en la palabra de Dios y por ella, la trae a la mente y la hace recaer en la conciencia, y así da al alma un giro feliz. Cristo miró a los jefes de los sacerdotes y no les causó la misma impresión que a Pedro. No fue la mera mirada de Cristo, sino la gracia divina que la acompañó, lo que restauró a Pedro.

Lucas 22:63-71

63-71 Los que condenaban a Jesús por blasfemo, eran los más viles blasfemos. Les remitió a su segunda venida, para la plena prueba de que era el Cristo, para su confusión, ya que no querían admitir la prueba de ello para su convicción. Él mismo reconoce ser el Hijo de Dios, aunque sabía que debía sufrir por ello. En esto basan su condena. Como sus ojos están cegados, se precipitan. Meditemos en esta asombrosa transacción, y consideremos a Aquel que soportó tal contradicción de los pecadores contra sí mismo.


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Biblia al Día (BAD)

Copyright © Editorial "Mundo Hispano" en 1989, inspirada en la versión americana "The Living Bible".

Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

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