Lucas 7:25 - Biblia Jünemann Septuaginta en español25 Pero ¿qué habéis salido a ver? ¿A hombre de blandas vestiduras revestido? He aquí los que en vestimenta ostentosa y voluptuosidad viven, en los palacios están. Tan-awa ang kapituloDugang nga mga bersyonBiblia Reina Valera 196025 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están. Tan-awa ang kapituloBiblia Nueva Traducción Viviente25 ¿O esperaban ver a un hombre vestido con ropa costosa? No, la gente que usa ropa elegante y vive rodeada de lujos se encuentra en los palacios. Tan-awa ang kapituloBiblia Católica (Latinoamericana)25 ¿Qué iban a ver? ¿Un hombre con ropas finas? Pero los que visten ropas finas y tienen comida regia están en palacios. Tan-awa ang kapituloLa Biblia Textual 3a Edicion25 ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto con vestiduras finas? He aquí los que tienen vestido espléndido y viven en deleites están en los palacios. Tan-awa ang kapituloBiblia Serafín de Ausejo 197525 Si no, ¿qué salisteis a ver: un hombre vestido con ropajes refinados? Bien sabéis que los que visten suntuosamente y viven con lujo habitan en los palacios reales. Tan-awa ang kapitulo |
Ester ante el rey. Convida a éste y a Amán a comer con ella. Y aconteció en el día tercero, cuando cesó de orar, que se quitó las vestiduras de la servidumbre y se revistió de su gloria; y, hecha esplendorosa, invocando al de todo mirador Dios y salvador, tomó consigo las dos doncellas; y en la una se apoyaba como delicadísima, pero la otra seguía aligerando su vestimenta; y ella, sonrosada de colmo de su hermosura. Y su rostro, alegre, como amable; su corazón, empero, estrechado del temor. Y, entrando por todas las puertas, paróse delante del rey; y él estaba sentado en el trono de su reino, y de toda estola de su esplendidez revestido todo entre oro y piedras preciosas; y estaba amedrentador sobremanera. Y, alzando su semblante, encendido de gloria, en colmo de furor miró. Y cayó la reina, y demudó su color en desmayo; y reclinóse sobre la cabeza de la doncella que la precedía. Y mudó Dios el espíritu del rey en mansedumbre; y, espantado, salió de su trono, y tomóla en sus brazos hasta que se recobró. Y consolábala con palabras pacíficas, y le dijo: «¿Qué hay Ester? Yo, tu hermano; consuélate: no morirás, no. Porque el decreto es para el común de las gentes, no es para nosotros: acércate».