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Juan 8:9 - Biblia Jünemann Septuaginta en español

9 Y ellos, oyendo, salíanse uno a uno, empezando por los ancianos; y quedó sólo Jesús y la mujer en medio parada.

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Dugang nga mga bersyon

Biblia Reina Valera 1960

9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los de más edad, hasta que quedaron solo Jesús y la mujer en medio de la multitud.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Al oír estas palabras, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta que se quedó Jesús solo con la mujer, que seguía de pie ante él.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Ellos, al oírlo, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta quedar solos Jesús y la mujer, que estaba allí delante.

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Juan 8:9
22 Cross References  

Y dijo a Elías: «¿Qué a mí y a ti(b), hombre de Dios? ¿Has entrado a mí para rememorar mi iniquidad y matar a mi hijo?»


Y dijo el rey a Semeí: «Tú sabes toda la maldad tuya, que sabe tu corazón; la que hiciste a David, mi padre; y ha retribuido el Señor tu maldad a tu cabeza.


Descubra el cielo sus iniquidades, y la tierra álcese contra él.


que la alegría de los impíos, caída ruidosa y el gozo de los prevaricadores, perdición?


Acábense de ruborizar y confúndanse a la vez, los que buscan a mi alma para quitarla; (39:15) retrocedan y confúndanse, los que me quieren mal.


(49:22) Supusiste iniquidad: que seré a ti semejante; te reconvendré y pondré ante tu faz(e).


Avergüéncense y desfallezcan los que calumnian a mi alma; cúbranse de vergüenza y confusión, los que buscan mal para mí.


(7:23) pues las más de la veces te desacreditará; y por modos muchos maltratará tu corazón; pues así mismo tú has maldecido a otros.


Y, esto diciendo él, avergonzándose iban todos los adversos a él; y toda la turba gozábase en todas las cosas gloriosas, las hechas por él.


Y desencorvándose Jesús y a nadie viendo, fuera de la mujer, díjola: «¡Mujer! ¿dónde están aquéllos, los acusadores tuyos? ¿Nadie te ha condenado?»


De nuevo, pues, les habló Jesús, diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no se andará, no, en la obscuridad, sino tendrá la luz de la vida».


Y al alba de nuevo vínose al santuario, y todo el pueblo vino a él, y sentado enseñábales.


Y traen los escribas y los fariseos a él una mujer en adulterio sorprendida; y poniéndola en medio,


y de nuevo hacia abajo encorvándose, escribía en la tierra.


(los cuales manifiestan el hecho de la ley escrito en sus corazones, testificando con ellos la conciencia, y, entre sí los pensamientos acusando o también defendiendo),


El que dices no adulterar ¿adulteras? El que abominas de los ídolos ¿santuario despojas?


Pues, si nos condenare el corazón, —por cierto mayor es Dios que nuestro corazón y conoce todo.


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