Daniel 5:6 - Biblia Nacar-Colunga Mudó entonces el rey el color, y sus pensamientos le turbaron, se relajaron los músculos de sus lomos, y sus rodillas daban una contra otra. Dugang nga mga bersyonBiblia Reina Valera 1960 Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra. Biblia Nueva Traducción Viviente y el rostro se le puso pálido del susto. Le temblaron las rodillas a causa del miedo y se le aflojaron las piernas. Biblia Católica (Latinoamericana) e inmediatamente cambió de color: estaba espantado, todo su cuerpo y todos sus miembros temblaban. La Biblia Textual 3a Edicion Entonces el rey palideció, y la mente se le turbó, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban una contra otra. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Entonces al rey se le mudó el color del rostro, sus pensamientos le aterraron, se le relajaron las articulaciones de las caderas y sus rodillas chocaban una contra otra. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Entonces se demudó el semblante del rey, y sus pensamientos lo turbaron, y se soltaron las coyunturas de sus lomos y sus rodillas se batían la una con la otra. |
Fortaleced las manos desfallecidas y afianzad las rodillas vacilantes.
No hay entre ellos cansado ni vacilante, ni dormido ni somnoliento.
El rey de Babel ha recibido la noticia, se le han caído los brazos, es presa de la angustia y de dolores, como de mujer en parto.
Hijo de hombre, vuélvete de cara a Jerusalén y derrama tu palabra sobre sus santuarios. Profetiza contra la tierra de Israel
El año doce del reinado de Nabucodonosor tuvo éste un sueño y turbóse en su espíritu, sin que pudiera dormir.
Lleno entonces de ira Nabucodonosor, demudado el rostro contra Sidraj, Misaj y Abed-Nego, habló, mandando que se encendiese el horno siete veces otro tanto de lo que encenderse solía,
eres tú, ¡oh rey! que has venido a ser grande y fuerte, y cuya grandeza se ha acrecentado y ha llegado hasta los cielos, y cuya dominación se extiende hasta los confines de la tierra.
hasta que vino ante mí Daniel, cuyo nombre es Baltasar, del nombre de mi dios, y en el cual reside el espíritu de los dioses santos. Expliquéle mi sueño, dicíéndo-dole:
En aquellos momentos aparecieron los dedos de una mano de hombre que escribían delante del candelero, en el revoco de la pared del palacio real, viendo el rey el extremo de la mano que escribía.
Aquí acabó la plática. Yo, Daniel, anduve sobremanera turbado por mis pensamientos, demudado el color, y guardé todo esto en mi corazón.
(11) ¡Saqueo, pillaje, devastación, corazones llenos de espanto, rodillas temblorosas, estremecimiento de ríñones, rostros demudados!
Por lo cual, enderezad las manos caídas y las rodillas debilitadas,