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Juan 3:17 - Versión Biblia Libre

17 Dios no envió al Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvar al mundo por medio de él.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve el mundo gracias a él.

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 Porque Dios no envió al Hijo al mundo para juzgar° al mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio de Él.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 Porque Dios no envió su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por su medio.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él.

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Juan 3:17
36 Referencias Cruzadas  

Estén felices y celebren, pueblo de Sión! ¡Grita, pueblo de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti. Él hace lo recto y trae la salvación; es humilde, viene montado sobre un asno—en realidad sobre un potro, que es la cría de un asno.


“Una virgen quedará embarazada y tendrá un hijo. Y le llamarán Emanuel”, que significa “Dios con nosotros”.


Asegúrense de no menospreciar a estos pequeños. Yo les digo que en el cielo sus ángeles siempre están con mi Padre celestial.


Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar a los que están perdidos”.


Entonces siguieron hasta la siguiente aldea.


Al día siguiente, Juan vio que Jesús se acercaba a él, y dijo: “¡Miren, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!


Entonces, ¿por qué están diciendo ustedes que aquél a quien Dios apartó y envió al mundo está blasfemando, porque dije ‘yo soy el Hijo de Dios’?


Yo sé que siempre me escuchas. Dije esto por causa de la multitud que está aquí, a fin de que crean que tú me enviaste”.


Así como tú me enviaste al mundo, yo los he enviado al mundo.


Oro para que todos puedan ser uno, así como tú, Padre, vives en mí y yo vivo en ti, para que ellos también puedan vivir en nosotros a fin de que el mundo crea que tú me enviaste.


Yo vivo en ellos, y tú vives en mí. Que ellos puedan ser uno completamente, para que el mundo entero sepa que tú me enviaste, y que tú los amas, así como me amas a mí.


Padre bueno, el mundo no te conoce, pero yo te conozco, y estos que están aquí ahora conmigo saben que tú me enviaste.


La vida eterna es esta: conocerte, a ti que eres el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien enviaste.


Yo les he dado el mensaje que tú me diste a mí. Ellos lo aceptaron, estando completamente convencidos de que vine de ti, y ellos creyeron que tú me enviaste.


“¡Tengan paz!” les dijo Jesús otra vez. “De la misma manera que el Padre me envió, así yo los estoy enviando a ustedes”.


Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios no limita al Espíritu.


Pero la evidencia que les estoy dando es más grande que la de Juan. Porque yo estoy haciendo el trabajo que mi Padre me dio para que hiciera,


y no aceptan lo que Él dice, porque no confían en el que envió.


Pero no crean que yo estaré haciendo acusaciones sobre ustedes ante el Padre. Es Moisés quien los acusa, el mismo en quien ustedes han puesto tal confianza.


Jesús respondió: “Lo que Dios quiere que hagan es que crean en aquél a quien Él envió”.


Porque yo no descendí del cielo para hacer mi voluntad sino la voluntad del que me envió.


Lo que mi Padre quiere es que cualquiera que vea al Hijo y crea en Él tenga vida eterna, y yo lo levantaré en el día final”.


Tal como me envió el Padre viviente y yo vivo por el Padre, de igual modo, todo aquel que se alimenta de mi vivirá por mí.


pero yo lo conozco, porque yo vengo de él, y él me ha enviado”.


“Ninguno, Señor”, respondió ella. “Yo tampoco te condeno”, le dijo Jesús. “Vete y no peques más”.


Jesús respondió: “Si Dios fuese realmente el padre de ustedes, ustedes me amarían. Yo vine de Dios y estoy aquí. No fue mi propia decisión venir, sino la de Uno que me envió.


Por él son perdonados nuestros pecados, y no solo los nuestros, sino los de todo el mundo.


Porque somos testigos de lo que hemos visto y testificamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo.


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