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Juan 11:52 - Versión Biblia Libre

52 Y no solo por la nación judía, sino por todos los hijos de Dios que estaban esparcidos, a fin de que volvieran a reunirse y ser un solo pueblo.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

52 y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

52 Y no solo por esa nación, sino que también moriría para congregar y unir a todos los hijos de Dios dispersos por el mundo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

52 y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

52 y no sólo por la nación, sino también para congregar en uno° a los hijos de Dios que estaban dispersados.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

52 y no por la nación sola, sino también para reunir juntos a los hijos de Dios que estaban dispersos.

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Juan 11:52
40 Referencias Cruzadas  

Judá siempre sostendrá el cetro, y el bastón de la autoridad estará siempre a sus pies hasta que venga Siloé; las naciones le obedecerán.


Mi fuerza se ha secado como un trozo de arcilla rota. Mi lengua se está pegando al techo de mi boca. Me entierras como si ya estuviera muerto.


Todos en el mundo entero se arrepentirán y volverán al Señor; todas las naciones adorarán antes de ti.


¡Alaben su maravilloso nombre para siempre! ¡Que todo el mundo sea lleno de su gloria! ¡Amén y amén!


Mira a tu alrededor. Ve a todos tus hijos reuniéndose y volviendo a ti. Mientras yo viva, declara el Señor, los llevarás a todos como joyas, poniéndoselos con orgullo como a una novia.


Él dice: “No es gran cosa que seas mi siervo para hacer volver a las tribus de Jacob, a ese pueblo de Israel que he conservado. También voy a hacer de ti una luz para los extranjeros, para que mi salvación llegue a todos”.


Llamará a naciones que ni siquiera conoce, y las naciones que no lo conocen vendrán corriendo hacia él. Porque al Señor tu Dios, el Santo de Israel, lo hice glorioso.


Esto es lo que dice el Señor Dios, que hizo volver al pueblo disperso de Israel: Haré volver a otros para unirse a ti.


Mira a tu alrededor, y verás que todos se reúnen y vienen a ti: tus hijos regresan de lejos, tus hijas jóvenes son llevadas en la cadera.


Así como un pastor va en busca de su oveja perdida cuando está con el rebaño, así yo buscaré a mis ovejas. “Las rescataré de todos los lugares en los que se dispersaron en un día oscuro y lúgubre.


Sin embargo, el número de habitantes del pueblo de Israel será como la arena del mar, que no podrá medirse ni contarse. Entonces, justo en el lugar donde se les dijo ‘Ya no son mi pueblo’ se les llamará ‘los hijos del Dios vivo’.


“Imaginen que una mujer tiene diez monedas de plata, y pierde una de ellas. ¿No encendería ella una lámpara y luego barrería la casa, buscando cuidadosamente hasta encontrarla?


Él es la luz que te mostrará ante las naciones, la gloria de tu pueblo Israel”.


Pero a aquellos que lo aceptaron, a quienes creyeron en él, les dio el derecho de convertirse en hijos de Dios.


Al día siguiente, Juan vio que Jesús se acercaba a él, y dijo: “¡Miren, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!


Tengo otras ovejas que no están en este redil. Debo traerlas también. Ellas escucharán mi voz, y entonces habrá un solo rebaño con un solo pastor.


Pero cuando yo sea levantado, a todos atraeré hacia mí”.


porque yo estoy contigo, y nadie te hará daño, pues muchas personas en esta ciudad son mías”.


¿Acaso Dios es solamente Dios de los judíos? ¿Acaso él no es el Dios de los demás pueblos también? ¡Por supuesto que sí!


Como dice la Escritura: “Yo te he hecho el padre de muchas naciones”. Porque en presencia de Dios, Abraham creyó en el Dios que hace resucitar a los muertos y trajo a la existencia lo que no existía antes.


Él decidió de antemano adoptarnos como sus hijos, obrando mediante Jesucristo para traernos a hacia él. Se complació en hacerlo porque así él lo quiso.


Esto fue conforme al propósito eterno de Dios que llevó a cabo en Cristo Jesús nuestro Señor.


Esta carta viene de parte de Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo. Es enviada a las doce tribus dispersas en el extranjero. ¡Mis mejores deseos para ustedes!


Esta carta viene de Pedro, apóstol de Jesucristo, y es enviada al pueblo escogido de Dios: a los exiliados que están dispersos por todas las provincias de Ponto, Galacia, Capadocia, Asia, y Bitinia.


Por él son perdonados nuestros pecados, y no solo los nuestros, sino los de todo el mundo.


¡Miren el amor que tiene el Padre para con nosotros! Por eso podemos ser llamados hijos de Dios, ¡porque eso es lo que somos! La razón por la que el mundo no nos reconoce como hijos de Dios es porque no lo reconocen a él.


Así es como podemos distinguir a los hijos de Dios y los hijos del diablo: todos aquellos que no obran con justicia, no pertenecen a Dios, ni aquellos que no aman a sus hermanos cristianos.


Amigos míos, ya somos hijos de Dios, pero lo que llegaremos a ser no se ha revelado todavía. Pero sabemos que cuando él aparezca seremos como él, porque lo veremos como él es realmente.


Ellos cantaban un cántico nuevo: “Tú eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, pues tú fuiste inmolado y con tu sangre redimiste para Dios gentes de toda tribu, lengua, pueblo y nación.


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