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Génesis 48:14 - Versión Biblia Libre

14 Pero cuando Israel extendió sus manos, las cruzó y colocó su mano derecha sobre Efraín, el hijo menor, y colocó la izquierda sobre Manasés, el primogénito.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

14 Entonces Israel extendió su mano derecha, y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, colocando así sus manos adrede, aunque Manasés era el primogénito.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

14 Pero Jacob cruzó sus brazos cuando los extendió para poner sus manos sobre la cabeza de los muchachos: es decir, puso su mano derecha sobre la cabeza de Efraín —aunque él era el menor— y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, que era el hijo mayor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

14 Israel extendió su mano derecha y la puso sobre la cabeza de Efraím, que era el menor, y así, cruzando las manos, puso su izquierda sobre la cabeza de Manasés a pesar de que era el primogénito.

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La Biblia Textual 3a Edicion

14 Israel extendió su diestra y la puso sobre la cabeza de Efraín, el menor, y su izquierda sobre la cabeza de Manasés, cruzando adrede los brazos, aunque Manasés era el primogénito.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

14 Pero Israel extendió su mano derecha y la colocó sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su izquierda sobre la cabeza de Manasés, cruzando así las manos, aunque Manasés era el primogénito.

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Génesis 48:14
24 Referencias Cruzadas  

José nombró a su primogénito Manasés, porque dijo: “El Señor me ha hecho olvidar todos mis problemas y toda la familia de mi padre”.


A su segundo hijo le puso el nombre de Efraín, porque dijo: “Dios me ha hecho fructífero en el país de mi miseria”.


Los hijos que José tuvo en la tierra de Egipto con Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On: Manasés y Efraín.


Entonces José puso a Efraín a su derecha para que estuviera a la izquierda de Israel, y a Manasés a su izquierda para que estuviera a la derecha de Israel, y luego los trajo a Israel.


José se sintió infeliz cuando vio que su padre había puesto su mano derecha sobre Efraín, así que tomó la mano de su padre para tratar de moverla de la cabeza de Efraín a la de Manasés.


“Así no, padre, este es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza”, le dijo José.


El Señor dijo a mi Señor, “Siéntate a mi derecha, hasta que haga de tus enemigos un estrado para ti”.


¡El Señor levanta su mano en victoria! ¡La poderosa mano del Señor ha hecho maravillas!


Tu poder, Señor, es verdaderamente asombroso. Tu poder, Señor, aplastó al enemigo.


“La tribu de Efraín acampará bajo su bandera en el lado oeste. Su líder es Elisama, hijo de Amiud,


Cuando lleves a los levitas al Señor, los israelitas pondrán sus manos sobre ellos.


He tomado a los levitas en lugar de todos los primogénitos de los israelitas.


También te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y los poderes de la muerte no la destruirán.


Entonces la gente traía niños pequeños delante de él para que los bendijera y orara por ellos. Pero los discípulos les decían que no lo hicieran.


Entonces él puso sus manos sobre ellos para bendecirlos y luego se fue.


“Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles para que la gente los vea. Yo les prometo que ellos ya tienen su recompensa.


Entonces puso sus manos sobre ella, e inmediatamente se paró erguida, y alababa a Dios.


Cuando el sol se puso, trajeron delante de él a todos los enfermos que sufrían de diversas enfermedades. Y Jesús ponía sus manos sobre ellos, uno tras otro, y los sanaba.


Después de ayunar, orar y colocar sus manos sobre ellos para bendecirlos, los enviaron.


Estos hombres fueron presentados a los apóstoles, quienes oraron y pusieron sus manos sobre ellos para bendecirlos.


Josué, hijo de Nun, se llenó de espíritu de sabiduría porque Moisés había puesto sus manos sobre él para dedicarlo. Los israelitas atendieron y siguieron las instrucciones que el Señor le había dado a Moisés.


No descuides el don de la gracia de Dios que tienes y que te fue dado por inspiración profética cuando los ancianos de la iglesia impusieron sus manos sobre ti.


No te apresures a imponer tus manos sobre ninguno; y no participes en los pecados de los otros. Mantente puro.


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