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Mateo 8:25 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

25 Los discípulos corrieron a despertar a Jesús: ―¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos hundiendo!

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

25 Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!

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Biblia Nueva Traducción Viviente

25 Los discípulos fueron a despertarlo: —Señor, ¡sálvanos! ¡Nos vamos a ahogar! —gritaron.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

25 Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciendo: '¡Señor, sálvanos, que estamos perdidos!'

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La Biblia Textual 3a Edicion

25 Y acercándose, lo despertaron, diciendo: ¡Señor, salva,° que perecemos!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

25 Se le acercaron y lo despertaron, diciendo: '¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!'.

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Mateo 8:25
11 Referencias Cruzadas  

Asá clamó al Señor su Dios, y le dijo: «Señor, ¡nadie más puede ayudarnos, sino tú! Estamos aquí impotentes delante de esta multitud tan poderosa. ¡Señor Dios nuestro, ayúdanos! Porque confiamos en que tú puedes rescatarnos, y en tu nombre atacaremos a esta muchedumbre. ¡No dejes, Señor, que ningún ser humano se levante contra ti!».


Dios nuestro, ¿no lo impedirás tú? Nosotros no podemos hacerle frente a este gran ejército. No sabemos qué hacer, pero estamos confiando en ti».


Señor, ¿por qué te retraes y te mantienes alejado? ¿Por qué te ocultas cuando más te necesito?


El capitán bajó a buscarlo y, cuando lo encontró, le gritó: ―¿Qué haces aquí dormido? ¡No es tiempo de dormir! ¡Levántate y clama a tu Dios! ¡Quizás tenga misericordia de nosotros y nos salve!


cuando, de pronto, un leproso se le acercó y se puso de rodillas ante él. ―Señor —suplicó el leproso—, si quieres, puedes curarme.


Durante la travesía se quedó dormido. Poco después se levantó una tormenta tan violenta que las olas inundaban la barca.


Apenas terminó de pronunciar estas palabras, cuando un jefe de los judíos llegó y se postró ante él. ―Mi hija acaba de morir —le dijo—, pero sé que resucitará si vas y la tocas.


Los discípulos fueron a despertar a Jesús y lo llamaron a gritos: ―¡Maestro, Maestro, nos estamos hundiendo! Él se levantó y ordenó al viento y a las olas que se calmaran. La tormenta se detuvo y todo quedó tranquilo.


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