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Romanos 8:2 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

2 Pues, al estar unidos a él, el Espíritu nos da vida y nos libera del control del pecado y de la muerte.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 y porque ustedes pertenecen a él, el poder del Espíritu que da vida los ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 En Cristo Jesús la ley del Espíritu de vida te ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 porque la ley del Espíritu de vida en Jesús el Mesías te ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Porque la ley del Espíritu, dador de la vida en Cristo Jesús, me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.

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Romanos 8:2
29 Referencias Cruzadas  

Jesús contestó: ―Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él. Y él te daría el agua que da vida.


Pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás. Al contrario, dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.


El Espíritu da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida.


Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.


Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.


Saluden de mi parte a Priscila y a Aquila, mis compañeros en el servicio a Cristo Jesús.


¿Dónde, pues, queda nuestro orgullo? No hay lugar para el orgullo. ¿Por qué? Porque no pudimos obedecer la Ley, y solo por la fe en Cristo somos perdonados.


Así como reinó el pecado provocando la muerte, ahora reina el amor. Reina el inmerecido amor de Dios, que nos declara justos y nos da vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.


El pecado no tiene dominio sobre ustedes, porque ya no se les juzga de acuerdo a la Ley, sino que viven protegidos por el amor y la bondad de Dios.


Fueron liberados del pecado y ahora son esclavos al servicio de lo que es justo.


Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, viven apartados del mal y han ganado la vida eterna.


Así que descubro esta regla general: aun cuando quiero hacer el bien, termino haciendo el mal.


Pero me doy cuenta de que en todo mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra lo que en mi mente yo sé que es correcto. Es como si esa ley me tuviera preso.


Así mismo, hermanos en la fe, por medio de la muerte de Cristo, ustedes quedaron libres de la Ley. Pues ahora ustedes pertenecen a Cristo, que fue levantado de entre los muertos. De este modo ahora vivimos para Dios, haciendo el bien.


Por lo tanto, ya no hay ningún castigo para los que están unidos a Cristo Jesús.


Así dicen las Escrituras: «El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente». El último Adán, Cristo, es el que nos da vida.


Ahora bien, el Señor y el Espíritu son uno mismo. Y, donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.


Él nos ha capacitado para ser servidores de un nuevo pacto. No es el pacto de leyes escritas, que nos condena a muerte, sino el pacto que da vida por medio del Espíritu.


Yo, por mi parte, creo que la Ley me condenó a morir, es decir, para la Ley estoy muerto, y ahora vivo para Dios.


Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no vuelvan a ser esclavos de la Ley.


Ayúdense unos a otros cuando tengan dificultades, y así cumplirán la ley de Cristo.


Pero dichosa es la persona que se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad. No se contenta con oírla, para luego olvidarla, sino que la pone en práctica.


Pasados los tres días y medio, Dios les volvió a dar vida, y se pusieron de pie, y los que los observaban sintieron mucho miedo.


Luego el ángel me mostró un río claro como el cristal, cuyas aguas dan vida. Este río salía del trono de Dios y del Cordero.


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