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Romanos 7:7 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

7 ¿A qué conclusión llegamos? ¿Que la Ley es pecado? ¡De ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la Ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es desear cosas que otra persona tiene si la Ley no hubiera dicho: «No se dejen dominar por el deseo de tener lo que otros tienen».

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Ahora bien, ¿acaso sugiero que la ley de Dios es pecaminosa? ¡De ninguna manera! De hecho, fue la ley la que me mostró mi pecado. Yo nunca hubiera sabido que codiciar es malo si la ley no dijera: «No codicies».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 ¿Qué significa esto? ¿Que la Ley es pecado? De ninguna manera. Pero yo no habría conocido el pecado si no fuera por la Ley. Yo no tendría conciencia de lo que es codiciar si la Ley no me hubiera dicho: 'No codiciarás'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 ¿Qué diremos entonces? ¿La ley es pecado? ¡De ninguna manera!° Más bien, no conocí el pecado sino por medio de la ley, y ciertamente no habría conocido la codicia, si la ley no dijera:° No codiciarás.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 ¿Qué diremos, pues? ¿Que la ley es pecado? ¡Ni pensarlo! Pero lo cierto es yo no he conocido el pecado sino por medio de la ley. Porque yo no habría sabido lo que era la codicia si la ley no me hubiera dicho: No codiciarás.

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Romanos 7:7
30 Referencias Cruzadas  

Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la desea ya ha cometido adulterio con ella en el corazón.


»¡Tengan cuidado! —dijo a la gente—. Cuídense de todo deseo por tener siempre más, porque la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes».


Volverá, acabará con esos labradores y dará el viñedo a otros». Al oír esto, la gente dijo: ―¡Dios no lo quiera!


No he deseado ni la plata ni el oro ni la ropa de nadie.


Los mandamientos dicen: «No cometas adulterio», «No mates», «No robes», «No se dejen dominar por el deseo de tener lo que otros tienen». Estos y todos los demás mandamientos se resumen en este mandamiento: «Ama a tu prójimo como a ti mismo».


Por tanto, nadie será declarado justo delante de Dios por hacer lo que la Ley exige. Al contrario, mediante la Ley nos damos cuenta de que somos pecadores.


Pero, y hablo como ser humano que soy, si nuestra maldad hace que la justicia de Dios sea reconocida, ¿qué diremos? ¿Que Dios es injusto al enojarse y castigarnos?


Entonces, ¿qué diremos en el caso de nuestro antepasado Abraham?


Desobedecer la Ley, en efecto, trae castigo. Pero, donde no hay Ley, tampoco hay culpable.


En lo que respecta a la Ley, esta solo hizo que aumentara el pecado. Pero, allí donde abundó el pecado, el amor de Dios fue más abundante.


Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la Ley, sino bajo el amor y la bondad de Dios? ¡De ninguna manera!


porque el pecado se aprovechó del mandamiento y me engañó. El pecado usó el mandamiento para hacerme merecedor de la muerte.


Pero, entonces, ¿lo que es bueno se convirtió en algo de muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien fue el pecado lo que, valiéndose de lo bueno, me declaró merecedor de la muerte. Ocurrió así para que yo entendiera con claridad lo que es el pecado. Por medio del mandamiento, quedó demostrado lo extremadamente malo que es el pecado.


Antes nos dominaba el deseo de hacer lo malo, y la Ley despertaba aún más esos malos deseos en nuestro cuerpo. Vivíamos para hacer el mal y eso solo producía muerte.


Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de deseos por cosas que otros tienen. Pues sin la Ley el pecado no tiene ningún poder.


El arma de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley.


Entre ustedes ni siquiera deben hablar acerca de relaciones sexuales prohibidas, ni de ninguna clase de vicio o acto vergonzoso. Así no se comportan los que pertenecen al pueblo santo de Dios.


Por eso les pido que hagan morir todos sus deseos de maldad. No tengan relaciones sexuales prohibidas, dejen las acciones vergonzosas y sus malos deseos de placer. Abandonen el deseo de hacer lo malo, el deseo de siempre tener más dinero, pues es lo mismo que adorar ídolos.


Dios quiere que no se dejen llevar por los malos deseos, como hacen los que no creen en él ni lo conocen.


Pues esta Ley no hizo a nadie perfecto. Y, por otra parte, se nos presenta algo mejor en qué confiar. Esa confianza nos permite acercarnos a Dios.


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