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Romanos 2:8 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

8 Pero a los que son egoístas, los que rechazan la verdad para seguir la maldad, Dios les dará un gran castigo.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 pero derramará su ira y enojo sobre los que viven para sí mismos, los que se niegan a obedecer la verdad y, en cambio, viven entregados a la maldad.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 y en cambio habrá sentencia de reprobación para quienes no han seguido la verdad, sino más bien la injusticia.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 pero ira y enojo a los que, por egoísmo, desobedecen a la verdad y son persuadidos por la injusticia;

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 pero a quienes, obstinándose en la rebeldía y resistiendo a la verdad, se entregan a la perversión los hará objeto de su ira y su furor.

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Romanos 2:8
34 Referencias Cruzadas  

Desde el cielo, Dios nos hace ver que está muy enojado con la gente por su mala conducta y falta de justicia. Con maldad ocultan la verdad de quién es Dios.


Sin embargo, no todos los israelitas aceptaron la buena noticia. Isaías dice: «Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje?».


Por eso no me atrevo a hablar de otra cosa que no sea lo que Cristo ha hecho por medio de mí. Hablaré de lo que él hizo para que los no judíos lleguen a obedecer a Dios. Lo he hecho por medio de mis palabras y de las cosas que hago.


Pero, gracias a Dios, aunque antes eran esclavos del pecado, ahora viven obedeciendo de corazón la enseñanza que les fue dada.


Aunque Dios quería mostrar su enojo y dar a conocer su poder, no lo hizo. Al contrario, soportó con mucha paciencia a los que merecían ser castigados y destruidos.


Si alguien insiste en discutir este asunto, tenga en cuenta que nosotros no tenemos otra costumbre, y tampoco las iglesias de Dios.


En realidad, tengo miedo de ir a verlos y que no los encuentre como quisiera, y que ustedes no me encuentren a mí como quisieran. Tengo miedo de encontrarlos peleando, con celos, enojados unos con otros, siendo egoístas, mentirosos, orgullosos y causando alborotos.


Adoran ídolos y practican brujería. Sienten odio, arman pelea, son celosos y se enojan fácilmente. Siembran enemistades, se oponen a todo y causan divisiones.


Otros, los que predican a Cristo por interés personal y no lo hacen con honestidad, creen que así van a hacerme sufrir más en mi prisión.


No hagan nada por egoísmo o por orgullo. Más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos.


Regresará para castigar a los que no aceptan a Dios ni obedecen el mensaje de la buena noticia de nuestro Señor Jesús.


Evita las discusiones tontas y enseñanzas sobre listas de antepasados. No discutas ni pelees sobre asuntos de la Ley, porque no tiene provecho ni sentido.


Solo nos queda una terrible espera de juicio. Es decir, el fuego ardiente que ha de devorar a los adversarios de Dios.


Por la fe Abraham obedeció a Dios cuando lo llamó. Por eso, salió para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia. Y salió sin saber a dónde iba.


Así fue como Dios lo hizo perfecto, para que llegara a ser autor de salvación eterna para todos los que lo obedecen.


Pero, si ustedes tienen celos y pleitos, sufrirán con amargura. Dejen a un lado el orgullo y la mentira.


Pues, donde hay celos y pleitos, también hay desorden y toda clase de maldad.


Así mismo, esposas, obedezcan a sus esposos. Es probable que algunos de ellos no creen en el mensaje de la buena noticia. Pero, si las esposas tienen un buen comportamiento, ellos pueden llegar a creer sin que se les diga nada.


Porque es tiempo de que el juicio comience por la familia de Dios. Y, si comienza por nosotros, y nos toca sufrir de esta manera, ¿qué les espera a los que rechazan el mensaje de la buena noticia de Dios?


será castigado. Dios se enojará terriblemente y lo castigará con toda su fuerza. Lo hará sufrir con fuego y azufre, en presencia de los santos ángeles y del Cordero.


La gran ciudad de Babilonia se partió en tres, y las ciudades de las naciones quedaron destruidas. Dios se acordó de la gran Babilonia y la castigó. La hizo beber de la copa de su enojo.


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