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Mateo 7:21 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

21 »No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

21 »No todo el que me llama: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino del cielo. Solo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

21 No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

21 No todo el que me dice: '¡Señor, Señor!', entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino del cielo, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

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Mateo 7:21
49 Referencias Cruzadas  

Pues mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.


―Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás —le dijo Jesús—, porque eso no te lo reveló ninguna persona, sino mi Padre que está en el cielo.


»Miren que no menosprecien a uno de estos pequeños. Pues les digo que en el cielo los ángeles de ellos contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial.


»Además les digo que, si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será dada por mi Padre que está en los cielos.


Entonces dijo: ―Les aseguro que, a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos.


»Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano».


De hecho, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.


»Pero, mientras iban a comprar el aceite, llegó el novio y las jóvenes que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas. Y se cerró la puerta.


Su señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!”.


Yendo un poco más allá, se arrodilló, se inclinó hasta tocar el suelo con su rostro, y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».


Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad».


Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.


Y, si tu ojo te hace pecar, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser echado con los dos ojos al infierno,


―Dichosos más bien —respondió Jesús— los que oyen la palabra de Dios y la obedecen.


Tan pronto como el dueño de la casa se haya levantado a cerrar la puerta, ustedes desde afuera se pondrán a golpear la puerta, diciendo: “¡Señor, ábrenos!”. Pero él les contestará: “No sé de dónde son ustedes”.


En realidad, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.


»¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo?


Si ustedes realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento lo conocen y lo han visto.


El que me aborrece a mí también aborrece a mi Padre.


―Te aseguro que quien no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios —respondió Jesús—.


Pero Jesús les respondía: ―Mi Padre aún hoy está trabajando, y yo también trabajo.


Porque la voluntad de mi Padre es que todo el que ve al Hijo y crea en él tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final.


El que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios reconocerá si mi enseñanza proviene de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta.


Allí fortalecían a los discípulos y los animaban a seguir creyendo. Les decían: «Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios».


No vivan como vive la gente de este mundo. Al contrario, cambien de manera de pensar y así cambiará su manera de vivir. Entonces podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios y que esta es buena, agradable y perfecta.


Pues Dios no considera justos a los que solo oyen la Ley, sino a los que la obedecen.


No lo hagan solo cuando los estén mirando, como los que quieren ganarse la admiración de su amo. Háganlo como si fueran esclavos de Cristo, haciendo de todo corazón la voluntad de Dios.


Les manda saludos Epafras, que es de su iglesia. Este servidor de Cristo Jesús está siempre luchando en oración por ustedes. Él ora pidiendo que ustedes sigan confiando totalmente en Cristo, sin dudar, y puedan obedecer a Dios en todo lo que les pida.


Lo que Dios quiere es que sean santos, que se aparten de las relaciones sexuales prohibidas


den gracias a Dios en toda situación, porque esto es lo que Dios pide de todos los que creen en Cristo Jesús.


Dicen conocer a Dios, pero sus acciones demuestran que no es cierto. Son gente despreciable, desobediente y no es capaz de hacer nada bueno.


Que sea él quien los capacite en todo lo bueno para hacer su voluntad. Y que, por medio de Jesucristo, Dios cumpla en nosotros lo que le agrada. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Sin embargo, todavía falta que algunos entren a disfrutar de ese descanso. Pero los primeros a quienes se les anunció la buena noticia no lo disfrutaron por causa de su desobediencia.


No se contenten solo con escuchar el mensaje, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenlo a la práctica.


Porque Dios quiere que ustedes vivan haciendo el bien. Así los ignorantes y tontos no podrán acusarlos de nada.


Por eso vivan el resto de su vida sin dejarse controlar por sus malos deseos y obedeciendo la voluntad de Dios.


—así como yo la he recibido de mi Padre—. “Él las gobernará con mucha dureza; las hará pedazos como si fueran vasijas de barro”.


»Dichosos los que dejan de vivir en pecado, pues tendrán derecho al árbol de la vida. Ellos podrán entrar por las puertas de la ciudad.


El vencedor se vestirá de blanco. Jamás borraré su nombre del libro de la vida. Reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.


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