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Mateo 15:22 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

22 Una mujer cananea de aquella región salió a su encuentro, gritando: ―¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija sufre terriblemente por estar endemoniada.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

22 Una mujer de los gentiles, que vivía allí, se le acercó y le rogó: «¡Ten misericordia de mí, oh Señor, Hijo de David! Pues mi hija está poseída por un demonio que la atormenta terriblemente».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

22 Una mujer cananea, que llegaba de ese territorio, empezó a gritar: '¡Señor, hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija está atormentada por un demonio.

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La Biblia Textual 3a Edicion

22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquellos confines, clamaba diciendo: ¡Ten compasión de mí, Señor, hijo de David!° Mi hija está horriblemente endemoniada.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

22 En esto, una mujer cananea, salida de aquellos contornos, le decía a gritos: '¡Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David! Mi hija está atrozmente atormentada por un demonio'.

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Mateo 15:22
19 Referencias Cruzadas  

Lista de antepasados de Jesucristo, que fue descendiente de David y de Abraham:


Jesús no le respondió palabra. Así que sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: ―Despídela, porque viene detrás de nosotros gritando.


Y le dijo: ―Señor, ten compasión de mi hijo. Le dan ataques y sufre terriblemente. Muchas veces cae en el fuego o en el agua.


Su fama se extendió por toda Siria. Por eso, le llevaban a todos los que sufrían diversas enfermedades y los que sufrían de dolores graves. También le llevaban a los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y Jesús los sanaba.


Al irse Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritándole: ―¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!


gritaron: ―¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!


En cambio, el cobrador de impuestos se había quedado a cierta distancia, y ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo. Él se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”.


Habían llegado para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. Los que sufrían por causa de espíritus malignos quedaban liberados.


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