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Marcos 7:34 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

34 Luego, mirando al cielo, suspiró profundamente y le dijo: «¡Efatá!» (que significa: ¡Ábrete!).

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

34 y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

34 Mirando al cielo, suspiró y dijo: «Efatá», que significa «¡Ábranse!».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

34 En seguida levantó los ojos al cielo, suspiró y dijo: 'Effetá', que quiere decir: 'Abrete.

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La Biblia Textual 3a Edicion

34 y mirando al cielo, suspiró, y le dice: ¡Effathá! (Es decir, ábrete.)

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

34 Y levantando entonces los ojos al cielo, suspiró y le dice: '¡Effathá!', que significa: '¡Ábrete!'.

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Marcos 7:34
21 Referencias Cruzadas  

Jesús le tuvo compasión, así que extendió la mano, tocó al hombre y le dijo: ―Sí, quiero. ¡Queda sano!


A las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza: ―Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”).


La tomó de la mano y le dijo: «Talita cum», que significa: «Niña, a ti te digo, ¡levántate!».


Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, los bendijo. Luego partió los panes y se los dio a los discípulos para que se los repartieran a la gente. También repartió los dos pescados entre todos.


Con esto, se le abrieron los oídos al hombre, se le destrabó la lengua y comenzó a hablar normalmente.


Él lanzó un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué pide esta gente una señal milagrosa? Les aseguro que no se le dará ninguna señal».


―¡Recibe la vista! —le dijo Jesús—. Tu fe te ha sanado.


Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella.


Entonces se acercó y tocó la camilla donde llevaban el muerto. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: ―Joven, ¡te ordeno que te levantes!


Jesús vio que María y los judíos que la acompañaban estaban llorando. Esto lo puso muy triste, y lo conmovió profundamente.


Conmovido una vez más, Jesús se acercó a la tumba. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra.


Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo: ―Padre, te doy gracias porque me has escuchado.


Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas: ―¡Lázaro, sal fuera!


Después de que Jesús dijo esto, dirigió la mirada al cielo y oró así: «Padre, ha llegado la hora. Da gloria a tu Hijo, para que tu Hijo te dé gloria a ti.


«Eneas —le dijo Pedro—, Jesucristo te sana. Levántate y tiende tu cama». Y al instante se levantó.


Pedro hizo que todos salieran del cuarto; luego se puso de rodillas y oró. Volviéndose hacia la muerta, dijo: «Tabita, levántate». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó.


Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de entender nuestras debilidades. Al contrario, contamos con uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, pero él nunca pecó.


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