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Lucas 9:60 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

60 ―Deja que los muertos entierren a sus muertos, pero tú ve y anuncia el reino de Dios —le respondió Jesús.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

60 Jesús le dijo: —¡Deja que los muertos espirituales entierren a sus propios muertos! Tu deber es ir y predicar acerca del reino de Dios.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

60 Jesús le dijo: 'Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú vé a anunciar el Reino de Dios.

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La Biblia Textual 3a Edicion

60 Le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos, y tú anda, proclama el reino de Dios.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

60 Jesús le replicó: 'Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú, vete a anunciar el reino de Dios'.

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Lucas 9:60
14 Referencias Cruzadas  

En cambio, la viuda que solo piensa en el placer ya está muerta en vida.


»Escribe al ángel de la iglesia de Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas dice esto: Conozco todo lo que haces. Pareces estar vivo, pero en realidad para Dios estás muerto.


Tú, por el contrario, sé inteligente en todo momento, soporta los sufrimientos y dedícate a anunciar la buena noticia de salvación. Cumple con los deberes del trabajo que Dios te dio.


Predica el mensaje de Dios, nunca dejes de hacerlo, aunque no parezca ser el mejor momento. Corrige, reprende y anima con mucha paciencia a todos, sin dejar de enseñar.


Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba como muerto, pero ahora ha vuelto a la vida. Se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”».


que nos dio vida por medio de Cristo. Aun cuando estábamos muertos para Dios por causa de nuestros pecados, él nos dio vida. ¡No merecíamos este amor por el cual somos salvados!


Para Dios ustedes estaban muertos, pues vivían haciendo el mal y pecando.


Sin embargo, cuando predico el mensaje de la buena noticia, no tengo de qué sentirme orgulloso. Pues estoy bajo la obligación de hacerlo, y ¡pobre de mí si no lo hago!


Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando la buena noticia del reino y sanando toda enfermedad y dolor entre la gente.


―Sígueme —le respondió Jesús—, y deja que los muertos entierren a sus muertos.


Porque este hijo mío estaba como muerto, pero ahora ha vuelto a la vida. Se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”. Así que empezaron a hacer fiesta.


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