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Lucas 2:25 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

25 Ahora bien, en Jerusalén había un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo, que amaba a Dios, y aguardaba con esperanza la liberación de Israel. El Espíritu Santo estaba con él

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

25 En ese tiempo, había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era justo y devoto, y esperaba con anhelo que llegara el Mesías y rescatara a Israel. El Espíritu Santo estaba sobre él

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Biblia Católica (Latinoamericana)

25 Había entonces en Jerusalén un hombre muy piadoso y cumplidor a los ojos de Dios, llamado Simeón. Este hombre esperaba el día en que Dios atendiera a Israel, y el Espíritu Santo estaba con él.

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La Biblia Textual 3a Edicion

25 Y he aquí había en Jerusalem un hombre cuyo nombre era Simeón. Y este hombre justo y devoto esperaba la liberación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

25 Vivía por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era realmente recto y piadoso; esperaba el consuelo de Israel y el Espíritu Santo residía en él.

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Lucas 2:25
22 Referencias Cruzadas  

José de Arimatea, miembro distinguido del tribunal, y que también esperaba el reino de Dios, se atrevió a presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.


Tan pronto como Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Elisabet, llena del Espíritu Santo,


Ambos tenían una conducta recta delante de Dios. Obedecían todas las instrucciones y mandamientos del Señor.


Entonces su padre Zacarías, lleno del Espíritu Santo, profetizó:


Llegando en ese mismo momento, Ana dio gracias a Dios. Y comenzó a hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.


Él había nacido en un pueblo de Judea llamado Arimatea, y esperaba el reino de Dios. José no había estado de acuerdo con la decisión ni con la conducta del tribunal.


Él y toda su familia amaban y obedecían a Dios. Cornelio ayudaba a los judíos pobres y oraba a Dios constantemente.


Ellos le contestaron: ―Venimos de parte del capitán Cornelio, un hombre justo y que adora a Dios, respetado por todo el pueblo judío. Un ángel de Dios le dijo que tenía que invitarlo a usted a su casa, porque usted tiene algo que decirle.


Estaban de visita en Jerusalén judíos que amaban mucho a Dios. Venían de todas las naciones de la tierra.


Por eso siempre trato de mantener limpia mi conciencia delante de Dios y de la gente.


Pues los profetas nunca hablaron por su propia voluntad. Al contrario, los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo.


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