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Juan 9:30 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

30 ―¡Allí está lo sorprendente! —respondió el hombre—: que ustedes no sepan de dónde salió, y que a mí me haya abierto los ojos.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

30 —¡Qué cosa tan extraña! —respondió el hombre—. A mí me sanó los ojos, ¿y ustedes ni siquiera saben de dónde proviene?

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Biblia Católica (Latinoamericana)

30 El hombre contestó: 'Esto es lo extraño: él me ha abierto los ojos y ustedes no entienden de dónde viene.

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La Biblia Textual 3a Edicion

30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues en esto hay algo asombroso: que vosotros no sepáis de dónde es, y a mí me restauró los ojos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

30 El hombre les respondió: 'Pues esto sí que es asombroso: que vosotros no sepáis de dónde es, y que me haya abierto los ojos.

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Juan 9:30
13 Referencias Cruzadas  

Los ciegos ven, los cojos andan y los que tienen lepra son sanados. Los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia.


Les dijo Jesús: ―¿No han leído nunca en las Escrituras: »“La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra principal. Esto es obra del Señor, y nos deja maravillados”?


Y él se quedó asombrado por la falta de fe de ellos. Jesús recorría los alrededores, enseñando de pueblo en pueblo.


Entonces les respondió a los enviados: ―Vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados. Los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia.


A pesar de haber hecho Jesús todas estas señales milagrosas en presencia de ellos, todavía no creían en él.


―Tú eres maestro de Israel ¿y no entiendes estas cosas? —respondió Jesús—.


Y sabemos que a Moisés le habló Dios; pero de este no sabemos ni de dónde salió.


Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí a quienes lo aman y hacen su voluntad.


Pues Dios, que ordenó: «¡Que la luz brille en la oscuridad!», hizo brillar su luz en nuestra mente para que viéramos con claridad la gloria de Dios que brilla en el rostro de Jesucristo.


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